El tiempo de Cuaresma en el mundo cristiano es algo mal entendido y controversial. Mi trasfondo evangélico en Chile despreciaba estas actividades que denominábamos “católicas”. Además, en el hemisferio sur, el tiempo de Cuaresma cae en el medio o el final del verano, por lo tanto era muy impopular dedicar tiempo a la reflexión, al ayuno, a la abstinencia o a la piedad, cuando uno andaba en las playas, o de viaje al carnaval de Río o mirando el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Así es que el miércoles de cenizas, que marca el inicio de la Cuaresma, pasaba sin pena ni gloria para nosotros.
Para algunos de ustedes que han sido evangélicos toda su vida o por mucho tiempo, observar la Cuaresma es algo nuevo y distinto. Para uds. que han sido católicos quizás todavía tenga algo de significado. Cambia la dieta, come tacos de pescado y sopa de almejas más seguido, pero sin profundizar mucho en la riqueza de la Cuaresma.
Los musulmanes también practican un mes de ayuno y sacrificio que se llama el Ramadán que en cierta manera se parece a la Cuaresma cristiana. No comen ni beben nada durante el día, solamente comen entre la puesta del sol y el amanecer. Tengo amigos que son misioneros en un país musulmán y me dicen que en ese mes todo mundo anda de mal humor, de mal carácter, mal encarados y desconfiados por culpa del ayuno y del sacrificio.
He aquí una profunda definición de la Cuaresma dada por Brian Zahnd:
La cuaresma es una tradición que nos conecta con los ecos del pasado.
La cuaresma se trata de renunciar a nuestra vida para encontrar la vida de Dios.
La cuaresma se trata de repensar y re-entrar en una historia ancestral.
La cuaresma se trata de Jesús.
Hay tres ideas claves que deseo dejarles con la enseñanza de hoy: el carácter, la confianza y la cara. Tres cosas que queremos cambiar durante la Cuaresma.
¿Para qué ayunar, para qué renunciar a ciertas cosas y actividades? ¿Solamente para demostrar lo disciplinados que somos, lo religiosos que somos, lo santo que somos en comparación a los demás?
No. La razón es hacer un espacio para centrarnos en Dios, hacer un espacio para encontrar la gloria de Dios que nos lleve a cambiar nuestra cara, nuestra confianza y nuestro carácter.
El tiempo de la Cuaresma nos ayuda a re-enfocarnos, mirar todo de una forma fresca y nítida, con lujo de detalles. Para eso nos servirá el ayuno y la renuncia.
Déjenme contarles una historia: una mañana de día viernes del año 2002 mi hija Paloma se levantó y miró hacia la calle. Asustada por lo que vio fue corriendo al dormitorio nuestro y le dijo a Nona: ¡Mami! ¿qué le pasa a mi papi?- -¿Por qué?- le preguntó Nona. - Es que está parado en el medio de la calle mirando lejos y no se mueve-. -No te preocupes hija- le dijo Nona, - es que ayer en la tarde le hicieron la cirugía a los ojos para su miopía y ya no usa anteojos-.
Yo había usado lentes desde los 19 años hasta los 42. Casi no veía sin anteojos. Cuando me hicieron la cirugía laser, me cambió la vida. Me operaron para re-enfocar mi visión. Por primera vez en muchos años, pude despertar y mirar la hora sin ponerme los anteojos. Luego salí a la calle a recoger el periódico y me emocioné al poder leerlo sin lentes. Luego fui y me paré en el medio de la calle a mirar la avenida, los árboles y las casas tan nítidas y los autos estacionados (era una calle tranquila, sin tráfico). Era una experiencia indescriptible. Parecía un sonámbulo en medio de la calle, por eso Paloma se había asustado.
Estamos viviendo en un mundo que nos ensucia la vista, que nos hace la mirada borrosa, gris e irritada por el smog. Hay mucha basura alrededor, hay mucha niebla espiritual, hay mucha ocasión para el desánimo. Ya no tenemos visión, la esperanza se vuelve desesperanza, el futuro se nos borra del horizonte. Por esa razón es que es tan necesario que Dios nos opere la vista espiritual y logremos re-enfocarnos otra vez en la belleza de Jesucristo y su reino para poder avanzar con optimismo mirando hacia adelante.
Hebreos 12.2 Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Colosenses 3.2 Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.
Estos textos bíblicos no quieren decir que andemos boquiabiertos mirando el cielo y desconectados con la tierra. Las cosas de arriba son las cosas superiores, los asuntos elevados y sublimes, es decir, los asuntos del reino de Dios. Por contraposición las cosas de la tierra serían las que acabo de mencionar: basura, niebla espiritual, desánimo, materialismo, injusticia, etc. Al concentrarnos en las cosas de arriba hacemos espacio aquí en la tierra para que “venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Hablaremos ahora de Éxodo 34.
Les explico qué había pasado en el capítulo 32: Moisés había subido al monte Sinaí, había permanecido ahí durante 40 días, había puesto su vista en las cosas de arriba, había tenido un encuentro fabuloso con el Señor. Dios le había dado los diez mandamientos, pero cuando bajó del monte vio al pueblo en una fiesta idólatra adorando a un becerro de oro. Moisés perdió todo lo sublime que traía de allá arriba y se enojó muchísimo y quebró las tablas de la ley, mandó quemar el ídolo, lo hizo cenizas, las esparció sobre las aguas y obligó a la gente a beber esa agua. Ese día murieron tres mil israelitas. Todo quedó fuera de enfoque, desordenado y deprimido. Era necesario re-enfocarse otra vez.
En el capitulo 34 Dios le ordena a Moisés subir al monte Sinaí otra vez.
vs. 28 Y Moisés se quedó en el monte, con el Señor, cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber nada. Allí, en las tablas, escribió los términos del pacto, es decir, los diez mandamientos.
La palabra Cuaresma viene del número 40. Moisés fue cuaresmero, estuvo 40 días en el monte en dos ocasiones. Elías fue cuaresmero, (hablaré de él en la próxima enseñanza). Jesús fue cuaresmero, estuvo 40 días en el desierto ayunando. A propósito, en el monte de la Transfiguración aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. Fue una junta de cuaresmeros.
Si usted saca la cuenta, realmente no hay 40 días desde el miércoles de ceniza hasta el domingo de resurrección, sino 46 días. Pero si descuenta los 6 domingos tendrá exactamente 40 días, ya que la antiquísima tradición cristiana no consideraba los domingos como días de ayuno, sino de celebración.
Volvamos al Sinaí. En ese largo encuentro de Dios con Moisés, Dios revela asuntos muy claros sobre su carácter:
Ex. 34.6 y 7 El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta generación.
Ex. 34.6 y 7 El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta generación.
Aquí van las enseñanzas que yo encuentro en este relato:
1- Dios quiere renovar nuestro carácter.
En estos versículos Dios describe cómo es él: clemente, compasivo, lento para la ira, grande en amor, grande en fidelidad, perdonador y justo.
Nosotros los seres humanos somos una mezcla perfecta de humus, es decir "tierra", y el aliento de vida de Dios. Somos hechos a imagen y semejanza de Dios. Somos socios de Dios aquí en la tierra, somos co-herederos, debemos reinar con Cristo y para eso debemos tener su carácter. Debemos ser clementes, compasivos, lentos para enojarnos, grandes en amor y fidelidad, y justos.
En estas semanas de la Cuaresma, le recomiendo que se analice en cada área de su carácter. Suba al monte con Dios y deje espacio para que él le transforme a la imagen de Jesucristo. Busque el re-enfoque y sea renovado.
Cuando Moisés bajó, en su segundo viaje de 40 días en el monte, se había tornado más clemente (ya no mandó matar a tres mil), más compasivo, más lento para enojarse (ya no quebró las nuevas tablas de piedra), grande en fidelidad y amor, aprendió a perdonar más y a ser justo.
2- Dios quiere renovar nuestra confianza.
Esta es la promesa que le hizo Dios a Moisés:
Ex. 34.10—Mira el pacto que hago contigo —respondió el Señor —. A la vista de todo tu pueblo haré maravillas que ante ninguna nación del mundo han sido realizadas. El pueblo en medio del cual vives verá las imponentes obras que yo, el Señor, haré por ti.
Si ud. sigue leyendo el Pentateuco verá las maravillas de Dios con su pueblo. Se alimentaban cada día de una comida celestial llamada maná. Los dirigía una nube durante el día, la cual en la noche se convertía en columna de fuego para abrigarles y darles luz. Durante los cuarenta años de su peregrinaje jamás se les envejeció la ropa ni el calzado. Dios sacaba agua de las rocas para darles. Dios les ayudó a vencer a todos sus enemigos. Dios detuvo el cauce del Jordán para que cruzaran a la Tierra Prometida.
Hoy nosotros, la iglesia, somos el verdadero Israel, el pueblo de Dios. El Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Los milagros todavía suceden. Dios quiere renovar nuestra confianza en él.
Así es que ahora, en esta Cuaresma, desempolve su fe. Pídale a Dios que haga milagros. Tenga confianza en él.
Si ud. lleva mucho tiempo sin ver respuestas a sus oraciones, le aconsejo que haga espacio para que Dios intervenga. Debemos acostumbrarnos a ver la respuesta a nuestras oraciones, no deberíamos sorprendernos de esas respuestas.
Le prediqué el evangelio a una pareja muy necesitada. Comenzaron a venir a la iglesia, se entregaron a Cristo y los bauticé. Él era dueño de camiones y esa semana que fue bautizado le robaron un camión. No tenían mucho conocimiento de la Biblia ni de la oración, pero él entendió que tenía que orar por los alimentos por lo menos. Junto a su esposa y a sus dos hijos adolescentes se tomaron de la mano y dieron gracias por los alimentos y aprovechó de decir “Señor, también te ruego que me ayudes a recuperar el camión que me robaron. Amén”.
No pasaron ni 30 segundos del “amén”, cuando sonó su teléfono celular para informarle que el camión había aparecido sin ningún daño.
Eso, sin duda, renueva nuestra confianza.
Esto no acontecerá si usted está enfocado en otras cosas. Sólo acontecerá cuando ud. le deje un espacio en su vida para que Dios entre y actúe. Haga espacio cada día en oración. Haga espacio cada semana para venir asistir a los cultos de la iglesia. Dios llenará esos espacios con su presencia, con sanidad, con milagros que ud. no estaba acostumbrado a ver.
3- Dios quiere renovar nuestra cara (semblante).
Ex. 34.29-35 Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas de la ley. Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz. Al ver Aarón y todos los israelitas el rostro resplandeciente de Moisés, tuvieron miedo de acercársele … En cuanto Moisés terminó de hablar con ellos, se cubrió el rostro con un velo. Siempre que entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo mientras no salía. Al salir, les comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había ordenado decir. Y como los israelitas veían que su rostro resplandecía, Moisés se cubría de nuevo el rostro, hasta que entraba a hablar otra vez con el Señor.
Cuando uno tiene un encuentro cara a cara con Dios las cosas no pueden continuar igual, algo tiene que pasar. Los encuentros con lo sublime y eterno afectan maravillosamente nuestro tiempo y nuestro espacio.
Esto es un proceso, es gradual, y a medida que pasan los días y los años, el cristiano va cambiando su semblante, su rostro, su cara. La gente lo va a notar, la gente lo tiene que notar.
Proverbios 4.18 La senda de los justos se asemeja
a los primeros albores de la aurora:
su esplendor va en aumento
hasta que el día alcanza su plenitud.
Cuando uno es un cristiano nuevo se viven los primeros albores de la aurora, pero a medida que va en el camino del discipulado su esplendor va en aumento hasta alcanzar su plenitud.
Tenemos un amigo cuya esposa era cristiana, pero él no lo era, y aunque no era opuesto a la fe, era un hombre de gustos y de vocabulario muy mundanos.
Un día le entregó su vida al Señor y lo bauticé. Sin embargo sus malas palabras eran su pan de cada día. Al principio lo encontrábamos chistoso, pero luego nos fastidió y entre los hombres de la iglesia le propusimos ayudarlo a lo que el accedió: la ayuda consistiría en que nos tendría que pagar US$ 5 por cada mala palabra que dijera. Pues bien, creo que le dolió el bolsillo y fue disminuyendo su mal vocabulario.
De eso han pasado como 12 años, y precisamente dos personas, en el curso de la semana pasada, me mencionaron el tremendo cambio que han visto en todos estos años en nuestro amigo apodado “el filósofo”. El cambio de vida es posible con el Señor.
En los tiempos de Cristo cuando la gente ayunaba ponía cara triste, no se la lavaban, no se peinaban, las mujeres no se maquillaban para que todos supieran que estaban ayunando.
Jesús les dijo:
Mateo 6.16-18 »Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.
En el tiempo de Cuaresma no le ande diciendo a todo mundo que ud. está ayunando, o que está a dieta, o que está absteniéndose de algo. Que su rostro brille por si solo, como el de Moisés, por estar en la presencia del Señor.
San Pablo nos ordena:
Filipenses 4.4-5 Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca.
Filipenses 4.4-5 Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca.
Es imposible estar alegre sin que la gente lo note. El rostro nos delata. Por lo tanto expresemos nuestra alegría. Cuando ud. necesita pedirle un favor a un desconocido, ¿no se fija en su rostro primero? ¿no se fija si la persona le sonríe o no? ¿no nota primero que esa es una persona amable?
Al dedicar la Cuaresma al Señor ud. va a sentir alegría. Lo notarán su esposa, sus hijos, sus padres, sus maestros en la escuela, sus jefes. También su amabilidad será evidente a todos. Fíjese que el versículo termina diciendo que “el Señor está cerca”. Esta frase podría tener dos significados:
1) El Señor ya viene en su segunda venida a la tierra. Si es así, vaya ud. al aeropuerto a mirar los rostros de las personas que están esperando un vuelo. Tienen alegría, son amables, están entusiasmados por la espera. Cristo viene, alégrese en el Señor, que su amabilidad sea evidente a todos.
2) Podría indicar “el Señor está “aquí”, alrededor nuestro. Es crucial que los cristianos dejemos de pensar acerca del reino de Dios como algo etéreo, más allá de las nubes, en localidades espirituales quién sabe donde. Cuando el Señor Jesucristo dijo “el reino de los cielos se ha acercado” quiso decir que él lo trajo y está disponible para nosotros aquí y ahora que ya somos ciudadanos de ese reino. Por lo tanto “el Señor está cerca” nos tiene que transformar el rostro llenándolo de alegría y optimismo.
Romanos 10.7 No digas en tu corazón, “¿Quién subirá al cielo?” (esto es, para hacer descender a Cristo) ni “¿Quién descenderá al abismo?” (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Más bien, ¿qué dice?: Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.
Si Cristo vive en tu corazón demuéstralo en tu semblante.
Oremos: Te rogamos, oh Señor, que tú nos des pleno conocimiento de todas tus misericordias para que nuestros corazones sean llenos de pura gratitud y así alabemos tu nombre con nuestros labios y nuestras vidas, entregándonos enteramente a tu servicio, caminando ante ti en santidad y justicia cada día de nuestra vida; te lo rogamos, Padre, mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien contigo y el Espíritu Santo sea toda alabanza, gloria y honor por siempre. Amén.
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