Friday, April 22, 2011

¿Perro vivo o león muerto?

Sermón del domingo de resurrección, 24 de abril de 2011.

El libro de Eclesiatés, en el Antiguo Testamento, menciona el siguiente dicho: Vale más perro vivo que león muerto. Ecl 9.4.

Hoy que celebramos la resurrección del León de la tribu de Judá. ¿Por qué me ha dado por mencionar al perro? ¿No será demasiado negativo el título del sermón?

En realidad sí que es negativo y quizás hasta de mal gusto. Pero, espérense hasta el final del sermón para que lleguemos al punto.

En estos días de Cuaresma y de reflexión me encontraba en Japón visitando la ciudad de Tokio y luego la isla de Okinawa.

Dios nos ha concedido la bendición de visitar 30 países del mundo. Lo que más nos ha llamado la atención han sido esos países en que el cristianismo no es mayoría, como el caso de Turquía y Marruecos, en donde el islamismo es la religión predominante, y ahora nuestra visita a Japón, en donde predomina el shintoísmo y el budismo.

El shintoísmo está basado en creencias espirituales relacionadas con la creación, las montañas, los ríos, el mar, la tierra, etc. Ellos celebran los nacimientos, los cambios, la primavera, las lluvias, las cosechas, etc. Los shintoistas creen que la creación está habitada por un gran número de espíritus que hay que celebrar y respetar para que no se enojen.

Hace muchos siglos, por influencia China, penetró el budismo en Japón. El budismo es una religión atea, ellos no creen en un Dios personal que se comunica con nosotros. Básicamente los budistas esperan reencarnarse hasta llegar al Nirvana, es decir la unión con el todo, el fin de la vida (que, insisto, no es el paraíso o el encuentro con nuestro Dios, sino la nada misma).

Dicen, en forma chistosa, que los japoneses nacen shintoístas y mueren budistas. Porque los nacimientos y los cambios de estaciones, y las lluvias y los terremotos, tsunamis, etc, son tratados en el shintoísmo. Pero cuando vienen las enfermedades, las crisis, las tragedias personales y la muerte, ellos se relacionan más con el budismo. El cristianismo en Japón solamente alcanza a un 1% de la población.

En esta sociedad en que Jesucristo es desconocido o mal entendido, ellos se refugian en los ídolos. En este templo tienen escondido un ídolo del siglo 16. La gente va hasta allí a pedir que el espíritu de ese ídolo los ayude en sus vidas. Se acercan al incienso para recibir fuerzas. Tocan todas las partes de la imagen de bronce de un monje para ser bendecidos.

Ese día que visitamos el templo me quedé un rato mirando a la gente y orando para que la luz de Cristo alumbrara a esta sociedad que está en tinieblas. Frente al monje de bronce me puse a pensar qué hacer. Finalmente puse mi mano sobre su cabeza y reprendí al espíritu de engaño que hay en esa estatua.

Cuando llegamos a la isla de Okinawa, nuestra hija Paloma y su esposo que viven allá, nos llevaron a conocer al Shisa más grande construido en Japón. Según la mitología de Okinawa “Shisa” es el nombre de un “perro dragón” que según sus supersticiones, los protege de los malos espíritus y de los acontecimientos funestos.

Nos tomamos una foto a los pies de la gran imagen que mira hacia el océano, seguramente deteniendo los tsunamis y las tempestades según sus creencias. En las casas de Okinawa estos shisas los colocan de a dos en las entradas, o estás puestos en los techos.

Mientras miraba estas curiosidades yo pensaba, “que triste es que estos japoneses pongan su confianza en un pobre perro”. Y es por eso que se me vino a la mente este dicho hebreo que podría ser la respuesta de un japonés a la muerte de Cristo en la cruz: “Vale más perro vino que león muerto”. En otras palabras, preferimos confiar en un perro que nos cuide aquí y ahora, en vez de confiar en un león que dicen que murió, pero que a nosotros no nos sirve para nada. Un león que dicen que resucitó, pero que para nosotros los japoneses no tiene sentido.

Mis queridos hermanos hispanos occidentales: déjenme explicarles que para el resto del mundo que no cree en Cristo, esto de la muerte, pasión y resurrección del Señor es algo que ellos no pueden aceptar ni entender.

Para los judíos es difícil entender que el Mesías que ellos esperaban haya venido en la persona de Jeshúa. El papa Benedicto XVI escribió un libro llamado Jesús de Nazaret. En ese libro él menciona a un renombrado rabino judío que escribió las razones por las cuales en el judaísmo no pueden aceptar que Jesús sea el Mesías: Este Jesús se hizo pasar por Dios, se hizo mayor que el sábado, mayor que la ley y mayor que el templo. Estas tres cosas -la ley, el sábado y el templo- son los pilares básicos del judaísmo, y Jesús se hizo mayor que los tres: abolió la ley por medio de la gracia, cambió el sábado por el descanso eterno y sus discípulos lo adoran en domingo. Además profetizó la ruina del templo diciendo que él era mayor que el templo. La ley de Moisés dice que “maldito es el que es colgado o crucificado en un madero”, por lo tanto los judíos rechazan a Jesús como un Mesías que muere, y además muere como un criminal.

Los musulmanes, por otro lado, rechazan a Jesús diciendo que Dios es uno solo, su nombre es Alá, y que Mahoma es su profeta. Conocí a un misionero en el mundo musulmán que cuando alguien le decía “Hay un solo Dios y Mahoma es su profeta”, él contestaba y “Jesús es su Hijo”. Para ellos es inconcebible que Dios tenga un Hijo Unigénito que se hizo carne y murió por nosotros, resucitando al tercer día. Además, el Corán dice que Jesús le pidió al Padre que lo librara de morir en la cruz y el Padre le respondió y se lo llevó al cielo antes de morir. Los musulmanes dicen “Dios no puede permitir que uno de sus profetas fuera asesinado. Si Jesús hubiera sido crucificado, significaría que Dios le falló a su profeta”.

Y luego tenemos esta gran religión mundial, el budismo, que esencialmente es atea. Dicen que todo lo que existe es Dios. Ellos no creen en el pecado. Para ellos el fin último de la vida y de las reencarnaciones es llegar a la muerte con paz y sin pasiones ni dolores, en completa resignación, sin dramas. Por lo tanto rechazan a Jesús porque no murió como un samadhi, es decir, un maestro que escapa la degradación de la muerte. Un budista dijo: “el Cristo crucificado es una imagen muy dolorosa para mi. No contiene ni gozo ni paz, y no le hace justicia a Jesús”.

Finalmente Jesús permanece como lo que siempre ha sido: un signo de contradicción.

Simeón le dijo a la virgen María: «Este niño está destinado a causar la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y a crear mucha oposición, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones. En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma.» Lucas 2.34-35.

San Pedro dijo: Cristo es la piedra viva, rechazada por los seres humanos (...una piedra de tropiezo y una roca que hace caer) pero escogida y preciosa ante Dios 1 Pedro 2.4 y 8.

Volviendo al perro vivo de los japoneses que consideran a nuestro león como muerto. Cada cultura busca llegar a Dios por sus propios medios y filosofías. Cada cultura crea o inventa el camino que les llevará a lo trascendental, o a la salvación, o al fin, la nada, nirvana, cielo, etc.

Cada cultura, a la vez considera el mensaje de Jesús, algunos lo aceptan, otros lo rechazan. Quizás usted se preguntará, ¿Por qué hay gente que no acepta el evangelio del reino de Dios? Porque, según dijo el apóstol Pablo: El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 1 Corintios 4.4.

Desde sus mentes enceguecidas piden y buscan de acuerdo a sus prejuicios:

Los judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, (y los japoneses buscan protección terrenal, y los de EEUU piden estabilidad económica, y los africanos pan para el día, y los mexicanos buscan un alto a la violencia...) mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles (japoneses o estadounidenses, africanos o latinoamericanos), Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. 1 Corintios 1.22-24.

Mis hermanos, este es el misterio de la cruz y de la resurrección. No todos lo entienden, ni siquiera todos los cristianos lo entendemos. Y he ahí la maravilla de la fe. Una de las cosas que nos une a los ateos y a los de cualquier otra religión, es que todos estamos atentos a un solo tema, “Dios”. Unos para apoyarlo y otros para denigrarlo, pero todos atentos a ese tema. Los ateos harían bien en ni siquiera tocar el tema, porque, si Dios no existe, ¿para qué gastar saliva hablando de él? (jeje).

Ahora, mis hermanos, Dios nos ha revelado a nosotros a su Hijo Jesucristo. ¡Gloria al Señor por eso! Pero les llamo a la humildad. Yo no me puedo sentir superior a los japoneses porque soy cristiano, al contrario, en mi visita sentí mucha compasión por ellos que lo tienen todo: respeto, honestidad, disciplina, dinero, comida sana, salud, etc. Pero no tienen a Cristo. Tenemos que tener humildad y respeto por los musulmanes, por los judíos, por los ateos, por los agnósticos, por los hindúes.

En esa humildad debemos darle gracias a Dios por su Hijo Jesús, que murió por nosotros, resucitó y volverá. Pero una cosa debemos tener en claro, y se los digo en las palabras del fallecido doctor en teología Pablo Dominguez: Es verdad que yo puedo decir que Dios existe, pero también sé que es muchísimo más lo que no sé de Dios, es muchísimo más lo que desconozco de él y sí sé que no sé todavía cómo es, que necesito verle más, conocerle más, y por lo tanto mi “sabiduría”, a lo que me lleva sobretodo es a la profunda humildad de la razón de decir “Dios mío: eres demasiado grande como para poder conocerte. Lo que pasa es que tú te has dado a conocer”.

Y en esa humildad es que quiero ahora cambiemos nuestra mirada desde el perro para poder visualizar al león.

Leamos Apocalipsis 5. 1-5: 1 En la mano derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por ambos lados y sellado con siete sellos. El que está sentado en el trono es el Padre Dios Todopoderoso, según el cap. 4. En su mano sostenía un rollo misterioso, escrito con misterios, porque estaba sellado. En ese librito están todas las preguntas que nos hacemos. Ahí están las preguntas de los judíos, de los cristianos, de los musulmanes, de los ateos, de los agnósticos, de los budistas, de todo el mundo.

2 También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: «¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?» La pregunta de todos los siglos está aquí. ¿Quién? No qué, no qué cosas, qué ideas, qué obras. Es una persona la única que nos puede mostrar todos los secretos de Dios. Es una persona que nos puede responder todas las preguntas que tengamos.

3 Pero ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra, hubo nadie capaz de abrirlo ni de examinar su contenido. Hay una lista en internet de los 30 hombres más grandes de la historia. Me los imagino a cada uno tratando de descifrar este libro con siete sellos: Einstein con su teoría de la relatividad, Leonardo Da Vinci con sus investigaciones, Newton con su física, Aristóteles, Platón, Sócrates y Confucio con su filosofía, Cristóbal Colón con sus descubrimientos, Galileo y Copérnico con su astronomía, Darwin con su evolución, Carlos Marx con su análisis social, Bill Gates con la era digital, Luis Pasteur con su ciencia, Moisés con su ley, Mahoma con su religión, Tsai Lun con su papel, Gutenberg con su imprenta, Alejandro Magno y Napoleón con su genio militar, Buda con su apacibilidad, Julio César con su imperio, Euclídes con su geometría, Lavoisier con su química, Gandhi con su pacifismo, Hitler con su raza superior, Qin Shi Huang con su imperio chino, Heródoto con su historia y Diógenes con su lámpara buscando y buscando al hombre perfecto. Nadie ha sido, es, ni será capaz de abrir los misterios de Dios y examinar su contenido.

4 Y lloraba yo mucho porque no se había encontrado a nadie que fuera digno de abrir el rollo ni de examinar su contenido. Cuando nos damos cuenta que ni los mejores filósofos, pensadores, científicos, militares, matemáticos, reyes o emperadores son dignos, no nos queda más que llorar como lo hizo San Juan. Nadie puede, estamos perdidos.

5 Uno de los ancianos me dijo: «¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! Él sí puede abrir el rollo y sus siete sellos.» Aquí en el versículo 5 está la respuesta universal que nos trae un gran consuelo. El anciano lo primero que dice es “deja de llorar”, “sécate los leles”. Es el mensaje antiguo que se repite 366 veces en la Biblia, una vez por cada día del año, incluyendo el 29 de febrero: No temas, no tengas miedo, no se me agüite, no se amilane.

Dios le dijo a Abram “no temas”, “no le tengas miedo” le dijo a Moisés, “no temas ni desmayes” le dijo a Josué, “no teman a los dioses de los amorreos” les dijo a los israelitas, “no tengas miedo de él” le dijo a Elías, “no tengan miedo ni se acobarden” le dijo al pueblo de Judá, y a nosotros nos dice a través del profeta Isaías: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”. A Jeremías le dijo “no tengas temor de ellos”, a Zacarías le dijo “no les temas ni tengas miedo de sus palabras”, a Daniel le dijo “no temas porque a causa de tus palabras yo he venido”, a través del profeta Joel le dijo al planeta “No temas, tierra, sino alégrate y regocíjate, porque el Señor hará grandes cosas”. A José, el padrastro de Jesús le dijo “no temas”, al principal de la sinagoga le dijo “no temas”, a Zacarías le dijo “no temas porque tu oración ha sido escuchada”, a la virgen María le dijo “no temas porque has hallado gracia”, a Pedro le dijo “no temas porque ahora serás pescador de hombres”, a Jairo le dijo “no tengas miedo, cree nada más”, al apóstol Pablo le dijo “No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, pues estoy contigo”, al apóstol Juan le dijo “no temas, yo soy el primero y el último”, a la viuda de la aldea de Naín le dijo “no llores” y a ti y a mi nos dice hoy “no tengas miedo, no llores, hay esperanza, hay solución, hay camino abierto hacia Dios.

El anciano que le habla a Juan en el Apocalipsis menciona una imagen animal y una imagen vegetal para presentar al que tiene la solución: le llama león y le llama raíz. León, porque es la imagen del rey de la selva- Le apellida “de Judá” porque es la tribu principal y más numerosa de Israel, y además, como el mismo Señor le dijo a la mujer samaritana “la salvación proviene de los judíos”. Le denomina “raíz” porque da fruto y nutrición a la humanidad, le dice “de David” porque es el descendiente de esa dinastía y de ese hombre que tenía un corazón entregado a Dios.

Ese, que nosotros hoy le llamamos con mucho respeto y reverencia “Nuestro Señor Jesucristo”, ese es el que puede abrir romper los sellos los sellos de los misterios, y puede revelarnos el camino a Dios. Pero, ¿Por qué el puede y los demás no pueden? ¿Porqué Einstein, Aristóteles, Napoleón o Gandhi no lo pueden hacer? Por la sencilla razón de que el león ha vencido. ¿A quién ha vencido este león? Ha vencido nada menos que al pecado, al diablo y a la muerte. ¡Ha resucitado de entre los muertos!

El agnóstico me dirá: Está bonita la historia, pero prefiero a mi perro vivo que a tu león (que según la opinión del agnóstico) está muerto. El escéptico me preguntará ¿Cuáles son las evidencias de que el León de Judá resucitó?

Te daré las evidencias que encontró Lee Strobel. Él era ateo. Su esposa se convirtió al cristianismo y él, con el fin de convencerla de su equivocación, usó las herramientas más poderosas que tenía como periodista y abogado para refutar la resurrección del León de Judá. Investigó durante dos años, pero se encontró con la sorpresa de que desde el punto de vista legal y de evidencias testimoniales no era posible negar la resurrección. Al contrario, concluyó él con una mente fría de abogado, todo indica que Jesús sí resucitó de entre los muertos. Lee Strobel terminó inclinándose ante la evidencia y hoy es uno de los mejores defensores de la fe cristiana.

Estas son las evidencias que encontró él:

1- Jesús realmente murió crucificado, (hasta expertos ateos como Gerd Lüdemann lo afirma).

2- La ubicación de la tumba era reconocida tanto por sus discípulos como por sus enemigos.

3- Sus enemigos reconocieron que la tumba estaba vacía, pero dijeron que los discípulos se habían robado el cuerpo. Pero los discípulos realmente no tenían las ganas ni la valentía de robarse el cuerpo y luego morir proclamando una mentira.

4- Por lo menos ocho fuentes antiguas dentro y fuera del Nuevo Testamento, atestiguan que Jesús apareció vivo.

5- No pudo ser una alucinación lo que se imaginaron, porque las alucinaciones, como los sueños, son personales y no comunitarias. Jesús se apareció a varias personas en diferentes lugares, incluso se apareció a un grupo de 500 personas.

6- No fue tampoco una visión de los tristes y acongojados apóstoles para consolarse en sus mentes. Esto no explicaría la dramática conversión de Saulo de Tarso, un furioso enemigo de Jesús y sus seguidores, ni la conversión de Santiago, el escéptico hermanastro de Jesús. Y si hubiera sido una visión, entonces el cuerpo todavía estaría en la tumba.

Y así, una por una se le fueron derrumbando las objeciones a Lee Strobel, hasta que concluyó: “realmente se necesita más fe para mantener mi ateísmo que para ser un seguidor de Jesús”. Hoy, este afamado periodista-abogado, está celebrando su domingo de resurrección # 30. Dice él: “no es un pensamiento ilusorio, no es por temor a la muerte o por la necesidad de usar muletas psicológicas, sino que creo en la resurrección sencillamente por los hechos incuestionables”.

Terminemos diciendo que el libro más pesimista del Antiguo Testamento es el Eclesiastés. Algunos dicen que Salomón escribió el Cantar de los Cantares cuando era un joven enamorado, escribió los Proverbios cuando era un adulto maduro y sabio, y escribió Eclesiastés cuando era un viejo amargado y apartado de los caminos del Señor.

Por esa razón es que escribió lo siguiente y, por favor, no se deprima cuando escuche Eclesiastés 9. 3-6: “Hay un mal en todo lo que se hace en esta vida: que todos tienen un mismo final. Además, el corazón del hombre rebosa de maldad; la locura está en su corazón toda su vida, y su fin está entre los muertos. ¿Por quién, pues, decidirse? Entre todos los vivos hay esperanza, pues vale más perro vivo que león muerto. Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada ni esperan nada, pues su memoria cae en el olvido. Sus amores, odios y pasiones llegan a su fin, y nunca más vuelven a tener parte en nada de lo que se hace en esta vida.”

Salomón escribe antes de Cristo, nosotros estamos en el otro lado de la historia. Salomón estaba terminando sus días sin la esperanza de la resurrección ni de la vida eterna, nosotros conocemos el don de la salvación y tenemos la esperanza de la resurrección. Desde el punto de vista de Salomón “vale más un perro vivo que un león muerto”, pero desde nuestro ventajoso punto de vista, en el tercer milenio después de la resurrección de Cristo, podemos decir lo contrario: “más vale león vivo que perro muerto”.

Y tú, ¿Estás confiando todavía en el perro muerto de tu sabiduría humana, de tus supersticiones, de tus ideas limitadas, de tu protección temporal, de tu materialismo decadente, de tu religiosidad liviana?

Yo te muestro un camino mejor. No temas, ríndete ante la evidencia. El León está vivo y te ofrece vida eterna. Su muerte sangrienta te ofrece el perdón por los pecados en esta tierra, y su gloriosa resurrección te abre la entrada a la vida eterna.

No hay donde perderse.