Monday, December 23, 2013

La noche en que las estrellas bailaron de gozo.

Les conté este cuento a los niños de la iglesia. Su autor es Bob Hartman.

Un pastor, ya viejo, su esposa y su hijo estaban acostados de espaldas en la cima del cerro. Sus manos estaban dobladas bajo sus cabezas y sus pies señalaban hacia tres direcciones como en un compás. Habían terminado un día de duro trabajo y las ovejas ya estaban durmiendo. Ya se les había acabo del tema de conversación.
Así es que se quedaron allí en la cima del cera mirando el cielo estrellado.
Era una noche despejada. No había ninguna nube que cubriera a las estrellas tímidas. ¿Y qué acerca de las estrellas audaces? Por alguna razón esa noche parecían brillar con más fulgor que nunca, según podían recordar los pastores.
De repente, la estrella más audaz y atrevida cruzó rápido el cielo, bailando desde un horizonte hasta el otro mostrando una luminosa cola serpenteante.
“¡Estrella fugaz!”, dijo el niño como si estuviera soñando. “¡Digan un deseo!”.
El viejo pastor y su esposa no dijeron nada. Ya estaban viejos para jugar a los deseos y además esta noche estaban cansado para hablar.
Pero no eran tan viejos para no desear algo.
El viejo pastor fijó sus ojos en un montón de estrellas que parecían el dibujo de un gran oso. Pensó en un grupo de cicatrices que tenía en su pierna que le recordaba de una lucha que había tenido con un oso de verdad años atrás. Fue una pelea por salvar a sus ovejas. En ese tiempo él era joven y fuerte y había ganado la batalla.
También tenía otras cicatrices en su espalda que parecían como cien caminos. Esas cicatrices eran recuerdos de sus peleas con el Gran Oso, Roma. La tierra de Israel le pertenecía a su gente, no a los invasores romanos que les oprimían con su tiranía y sus impuestos. Así es que ¿por qué tendría él que agacharse con respeto ante los soldados romanos y entregarle sus ovejas para sus banquetes? Tiranos rapaces, ladrones uniformados, eso es lo que eran muchos de ellos. Ni siquiera sus látigos que parecían garras harían cambiar su mente.
Y así, aunque no decía nada, el viejo pastor pensó en un deseo. Su deseo fue que alguien viniera a salvarlos de la violencia, de los codiciosos y de los osos.
La esposa del pastor tenía sus ojos cerrados. Para ella esta era la parte más difícil de su día. Era el momento en que no hacía nada, sólo trataba de quedarse dormida. Era la hora en que el viento le traía voces. Su propia voz y la voz de su madre. Palabras de amargura y enojo. Palabras atrevidas que herían el corazón. Palabras que ella hubiera deseado nunca haberlas dicho. Palabras que ya no podía borrar porque su madre ya había muerto. Ya no tenía la oportunidad de decirle “lo siento mucho”.
Y así, aunque no dijo nada, la esposa del pastor deseó tener paz, para poder terminar de una vez con esas voces llenas de amargura que le traía el viento.
El niño se cansó de esperar.
“Bueno”, dijo finalmente, “Yo haré un deseo entonces. Deseo que… deseo que… deseo que algo interesante suceda para que se produzca un cambio. Algo entretenido. Ya estoy aburrido de estar en este cerro todas las noches. Quiero que pase algo para reírme, para cantar y para bailar”.
El viejo pastor volteó a mirar a su esposa.
La esposa del pastor abrió sus ojos y meneó su cabeza.
Y antes de que uno de ellos pudiera regañar a su hijo por no estar satisfecho con lo que tenía, algo sucedió. Algo pasó que les dio la impresión de que al niño se le iba a cumplir su deseo.
Las estrellas comenzaron a crecer y a desparramarse como las flores cuando se abren y se tocan entre ellas y así el cielo se cubrió con un manto brillante de luz. Luego el manto de luz se encogió y se juntó en una bola de luz brillantísima que se quedó sobre las cabezas de los pastores dejando el resto del cielo oscuro y vacío.
Boquiabiertos y abriendo sus grandes ojos los pastores no se atrevían a mover un dedo. El viento se detuvo y los pastores se quedaron tendidos en el suelo mirando la luz. Vieron como otra vez la luz cambió lentamente. Rayos luminosos se transformaron en brazos. De los rayos blancos surgieron piernas y de repente vieron un rostro lleno de luz y ardor. De la luz surgieron alas. Vieron la forma de un ángel el cual les habló.
“No tengan miedo”, dijo el ángel. “¡Canten y dancen de gozo! Tengo buenas noticias para ustedes. Hoy, en Belén, su Salvador ha nacido, el ser especial que Dios prometió enviarles. Esta es la prueba: si van a Belén encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un cajón donde comen los animales”.
Los pastores tenían mucho miedo y no les salía la voz. Pero eso no les impidió pensar.
¿No tengan miedo? pensó el viejo pastor. ¡Debe estar bromeando!
¿Un bebé en un cajón donde comen los animales? pensó la esposa del pastor. ¿Por qué? Si hasta a nuestro hijo lo tratamos mejor que eso.
¡Canten y dancen de gozo!  pensó el niño pastor. Bueno, ¡eso es lo que me gusta!
Y como si le hubiera leído el pensamiento al niño, el ángel extendió sus brazos y piernas bien anchos, como si fuera el primer paso de un baile celestial. Sin embargo, se esparció en miles de diferentes piezas de luz, pedacitos que se desparramaron por la noche oscura y aterrizaron en donde estaban la estrellas. Trocitos que se transformaron en ángeles y cantaban una canción que jamás habían oído los pastores, en un tono que había estado en sus cabezas desde siempre.
“¡Gloria a Dios en las alturas!” cantaban los ángeles. “Y paz en la tierra para todos”.
Algunos tocaban arpas, otros soplaban trompetas, otros tocaban tambores, otros golpeaban címbalos. También bailaban dando vueltas y vueltas, se divertían y saltaban sobre el cielo de la luna nocturna. 
Finalmente, cuando la música ya no podía sonar más fuerte, cuando los cantantes no podían cantar con más fervor, cuando los bailarines no podían saltar más alto, cuando los ojos y las bocas de los pastores no podían estar más abiertas, todo se detuvo.
Tan rápido como vinieron los ángeles, así se fueron. El cielo estuvo en silencio otra vez y se lleno de estrellas luminosas. Los pastores se quedaron quietos un momento, pestañeando y refregándose los ojos.
Finalmente el viejo pastor se puso en pié con dificultad y dijo, “bueno, será mejor que vayamos a encontrar a ese bebé”.
La esposa del pastor también se levantó, sacudió el pasto de su túnica y media ausente se pasó los dedos por su pelo.
El niño pastor saltó con entusiasmo y gritó “¡Hurra!”.
Cuando llegaron a Belén encontraron todo como les había dicho el ángel. Un esposo y una mamá jovencita con un bebé dentro de un cajón de comida de animales. Era una familia muy parecida a la de los pastores. ¿Será posible -dijo el pastor viejo- que alguien tan pequeño, tan pobre, tan común, pueda ser el Salvador, el prometido de Dios?
Entonces le contó a la joven madre acerca de los ángeles. Y allí fue que entendió, al verle los ojos a la madre. La mirada de la madre decía “¡qué hermoso!”, pero también decía “no me sorprende”. Había algo muy especial que estaba aconteciendo. Los ángeles lo sabían. La madre lo sabía. Y ahora el pastor y su familia también lo sabían.
“Bueno”, dijo el niño cuando iban de regreso al monte, “se cumplió mi deseo. Lamento que ustedes no hayan pedido un deseo”.
El viejo pastor no dijo nada, pero se pasó los dedos con suavidad sobre sus cicatrices. Que raro, pensaba, “¿es mi imaginación o se me están haciendo más chicas?”.
La esposa del pastor no dijo nada. Estaba escuchando. Ya no habían voces de amargura en el viento, sino que ahora habían canciones, cantos celestiales, y el llanto de un recién nacido.
“¡Gloria a Dios en las alturas!” gritó de repente la mujer.
“¡Y paz en la tierra para todos!” gritó el viejo pastor.
Y entonces el niño pastor gritó también “¡Hurra!”, y bailó como un ángel lleno de gozo.

Wednesday, November 27, 2013

Santa María del Río

En esta semana de Acción de Gracias Nona y yo viajamos a San Luis Potosí, México. Mi amigo Arturo me dijo que el domingo en la mañana yo predicaría en Santa María del Río, a unos 40 minutos de la ciudad. Arturo me recordó que el lugar de reunión de esa iglesia había sido incendiado hace unos años por unos fanáticos católicos. Mi primera reacción fue pensar en llevar conmigo un extinguidor, por si acaso.
Nona y yo nos encontramos con una hermosa congregación que calculé en unas 200 personas, adorando al Señor con fervor. Prediqué un sermón sobre la compasión. Tres personas le entregaron sus vidas al Señor, y estuvimos ministrando a unas veinte personas que pasaron al frente.
Al final del culto Juan Antonio y su esposa Mari Juana, los pastores, nos llevaron a comer comida china, por la cual el pueblo es famoso, y compartimos un grato momento escuchando lo que el Señor ha hecho en el pueblo.
Nos contaron cómo fue el asunto del incendio: La iglesia de San Luis les envió como pastores y compró un terreno para construir un edificio pequeño en donde asistían unos 40 feligreses. El pueblo no contaba con iglesia cristiana y la oposición religiosa siempre ha sido fuerte. Hace 6 años, durante las fiestas de la Asunción de la Virgen, aconteció la desgracia. Las fiestas patronales comienzan el 1 de agosto y terminan el 15. Cada noche hay procesión, fiesta, comercio, fuegos artificiales y demasiada venta de alcohol. El sábado 5 de agosto en la noche, la procesión pasó en frente de la iglesia cristiana. A dos hombres que ya estaban tomados, se les ocurrió la brillante idea de salirse de la procesión, buscar gasolina, saltarse el muro, entrar al templo e incendiarlo. Lo lograron. A las 2 de la mañana comenzó el incendio que arrasó con los instrumentos musicales, los aparatos de sonido, las sillas de plástico y la techumbre. En el pueblo no hay compañía de bomberos. Alguien corrió a la casa del pastor a las 4 de la mañana para avisarle del incendio. Cuando Juan Antonio llegó, no había nada que hacer. Un hermano acarreaba cubetas de agua para tratar de apagar el fuego.
Había llegado un par de patrullas de policías a vigilar. Mientras los hermanos lloraban la tragedia y trataban de apagar el fuego, los policías se reían. El pastor, indignado, los confrontó - En vez de estarse burlando deberían ayudarnos en algo -. Avergonzados, algunos de ellos comenzaron a echar tierra en algunos focos de incendio.
Han pasado seis años. Juan y su esposa nos cuentan que, amedrentados, la mitad de la congregación abandonó la iglesia. Quedaron poquitos con la misión de levantar el ánimo y el fervor de la gente, lo mismo que la titánica tarea de levantar un nuevo edificio. Hoy, el crecimiento de la iglesia ha sido hermoso, ya no son 20, sino 200. El edificio con el cual soñaban, de dos pisos, con salones y oficinas en la primera planta y salón amplio de reunión en el segundo piso, ya es una realidad.
El Centro Familiar Cristiano Dios es Amor, es la única iglesia cristiana en un pueblo de 40 mil habitantes (además existen dos pequeñas células o grupos en casa de los hermanos bautistas). Hay mucho todavía por hacer, con la ayuda del Señor.
El pueblo tiene un canal de televisión local en el que, a la hora de las noticias, el sacerdote del pueblo tiene cinco minutos para hablar los fines de semana. Juan Antonio se acercó al canal para comprar algunos minutos y poder predicar el evangelio. Le dijeron que le darían una respuesta. Al pasar los días le llamaron para pedirle el favor de grabar cinco minutos para el segmento del sacerdote, lo cual Juan Antonio hizo con gusto. Al siguiente día le dijeron si podía ir al canal a grabar otro segmento. Más tarde le pidieron grabar una mayor cantidad de cuñas. Intrigado, Juan Manuel les preguntó - bueno, ¿y qué pasó con el sacerdote? -. Le respondieron - Lo que pasa es un día fuimos en la noche a pedirle que grabara y se enojó mucho porque lo molestamos tan tarde y no quiso grabar más -.
Hoy en día el pastor Juan Antonio sale constantemente en la televisión sin pagar ni un cinco.
Ese, y otros lindos testimonios de lo que el Señor está haciendo en Santa María del Río, nos contaron esta hermosa pareja que con sus cinco hijos están extendiendo el reino de Dios en este lugar.



Saturday, October 26, 2013

Cristianos Nuevos - Vino Nuevo


No soy un conocedor o un experto en vinos porque sólo de vez en cuando me tomo una copita. Lo que sí entiendo es que el vino en la Biblia se presenta como motivo de abundancia, de alegría, de consuelo y de sanidad. Muchos escritores cristianos han tratado de interpretar lo que significa “vino nuevo y odres viejos”. Yo por mi parte no les quiero aburrir con el tema, sólo quiero decirles que últimamente me he sentido embriagado con una felicidad que me han dado algunos cristianos nuevos. Por eso concluí que los cristianos nuevos son como un vino nuevo en nuestras congregaciones.
Rubén y Jaquie, junto a sus dos niños, vinieron a una Escuelita Bíblica de Vacaciones. Cada año, durante esa semana, yo aprovecho de dar clases a los padres. Esta pareja participó con entusiasmo y al final de la semana les ofrecí ir a su casa para conversar acerca de Dios. Me recibieron por varias semanas cada martes hasta que le entregaron su vida al Señor y se bautizaron.
A Rubén le gusta mucho leer su Biblia y me da gusto verles cada domingo llegar a la clase dominical y quedarse al culto. Un domingo, cuando tuvimos una actividad comunitaria, ellos se ofrecieron a alimentar a más de cien voluntarios con pollo y arroz, de su propio bolsillo.
Se inscribieron con entusiasmo en la clase de discipulado y han asistido a tiempo con sus tareas cumplidas. Les enseñamos a memorizar la Escritura, a orar, a leer su Biblia constantemente y a evangelizar. Un día Rubén llegó un poco desanimado a la clase y nos contó que su abuelo en México había fallecido la noche anterior. Se sentía muy triste y oró al Señor por consuelo y abrió su Biblia al azar encontrando con sus ojos la primera carta de San Pablo a los corintios, capítulo 15, donde habla de la resurrección. Mientras él nos leía el pasaje, nosotros lo escuchábamos con los ojos húmedos.
Al siguiente miércoles nos contó que su hijo de 6 años había estado muy enfermo con fiebre. Él se acordó de haber leído en la Biblia que el profeta Elías había resucitado a un niño e hizo lo mismo que Elías: se acostó en la cama de su hijo, lo abrazó y oró al Señor por su sanidad. De repente el niño le dice “papá, ya no tengo fiebre, me siento bien”, y se levantó a jugar con sus amiguitos.
Finalmente hace un par de semanas, casi al terminar la clase de discipulado, saca su teléfono móvil y dice “miren, quiero que vean esto”, y nos puso un video en el cual grabó a su niña de 10 años recitando: “seguridad de la salvación: primera de Juan 5:11-12,  Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”. Este es el primer versículo que se aprendió Rubén, y de tanto repetirlo en la casa y en el auto, su hija le dijo, “yo ya me lo sé también papá”.
Rubén y su familia me alegran el corazón, me imagino que es el efecto de un vino nuevo.
La otra pareja, José y Gloria, tienen cinco hijos. José padeció cáncer a la garganta y luego tuvo un accidente laboral que lo tiene incapacitado y en juicio en tribunales del trabajo. Su “casi esposa” ha estado batallando con una adicción. Ambos asisten a la clase de inglés que cada mañana enseña una hermana de la iglesia, la cual un día los invitó a nuestro culto dominical. Fue bueno ver a esta familia de siete personas asistiendo cada domingo. Fui a visitarles a su hogar y les ofrecí conversar acerca de Dios, de su Hijo Jesús y del plan de Dios para sus vidas. Accedieron. Comenzaron también a venir los miércoles. Un día oré por ella y le impuse manos. A los días me contó que su adicción había desaparecido. José comenzó a venir de oyente a la clase de discipulado (es sólo para bautizados la clase) y le regalé una Biblia junto con el libro de texto. A la semana siguiente cuando dije “abran su Biblia en tal y tal lugar”, José rápidamente lo hizo y todos se quedaron admirados. Él se rió y nos dijo “es que ya lo había leído en la casa y lo marqué”. Traía su Biblia marcada con los textos de la tarea. En un momento de la clase estábamos hablando de cómo Jesús respondía siempre con Escrituras del Antiguo Testamento. Comencé a explicarle a José lo que era una referencia bíblica. “¿Te fijas que en algunos pasajes hay una letra chiquita como a, b, c, etc.? Bueno, si miras al pie de la página vas a ver algo como Dt. 6.13 o Lv. 19.18, y eso quiere decir que lo que dijo Jesús está en Deuteronomio capítulo 6 versículo 13. ¿Lo entiendes ahora?”. José nos quedó mirando y se puso a reír diciéndonos “¡Ah! yo creía que era la hora en que lo había dicho”. Jajajá. No podíamos parar de reírnos.
Al terminar un culto de domingo estaba yo bajando de la plataforma cuando se acerca Gloria con algunos de sus hijos y me dice con un rostro radiante y una gran sonrisa: “pastor, José quiere casarse conmigo y también quiere que toda la familia nos bauticemos juntos”.
Pues bien, la semana pasada los casé después del culto del domingo (¡trajeron 30 invitados!), y en un par de semanas los bautizaremos.

José y su familia también me alegran el corazón con el vino nuevo que nos aportan.
Jesús dijo: “nadie echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos”. (Marcos 2.22).
Los odres representan los contenedores o las estructuras en donde se aloja el vino. En este caso serían las estructuras de nuestra iglesia. Cuando en las iglesias no vemos caras nuevas, (al contrario, en algunos casos es más común que las caras viejas se estén yendo) entonces la estructura se envejece, se oxida y se torna rígida. Por eso es tan necesario que a las iglesias les llegue un flujo permanente de vino nuevo, nuevas personas, nuevas ideas y nuevos vientos. El pastor Gene Appel ha dicho que una iglesia debe renovar su visión cada cinco años. Debe re-definir su misión y renovar las estructuras, de no hacerlo la iglesia dejará de crecer y se pondrá rígida. El pastor Bruce Templeton también nos dijo que cada congregación quisiera tener un pastor nuevo cada cinco años. Como no se da el caso de que cambiemos a los pastores cada cinco años, es necesario entonces que el pastor cambie su estilo, se renueve, use arte, drama, bosquejos, cambie de estilo de vestir, etc. 
Oro al Señor pidiéndole que nuestras estructuras sean flexibles y hagan posible que el vino nuevo sea retenido en nuestras iglesias y pido al Señor nunca más escuchar a los cristianos viejos decir “dejen tranquilos  a estos cristianos nuevos, pobrecitos, ya se les va a pasar el primer amor”.
Cristianos nuevos, que Dios los bendiga infinitamente. Nos alegran, nos embriagan, nos refrescan con su abundancia, con su alegría, con su consuelo y con su sanidad. No se añejen, sigan siendo cristianos nuevos y vino nuevo a la vez.

Tuesday, April 02, 2013

Mi viaje a Cuba ¡Azúcar!


Como ustedes han de saber, por causa del embargo económico de EEUU a Cuba no pude salir en vuelo desde territorio norteamericano. Tomé el bus en Santa Ana hacia el aeropuerto de Tijuana. Eso de por sí es una experiencia nueva para mí. “Pura raza” iba en el “camión” con un chofer bastante locuaz, a veces malhumorado y garabatero o maldiciente que se peleaba con los pasajeros.
En Tijuana tomé el vuelo a Ciudad de México en donde esperé cinco horas la conexión a la Habana, a donde llegué a las 2.30 de la tarde.
Al llegar a Cuba me retuvieron por dos horas en inmigración y aduana. Les anticipo la razón, porque ahora la entiendo: el gobierno sí acepta la venida de personas por asuntos religiosos, pero se aseguran primero que no traigan material antirrevolucionario ni que vayan a realizar actividades contra el gobierno. Dos horas para averiguar que yo no iba a portarme mal.
Muy amables todos conmigo, partiendo por el primer muchacho de la inmigración. Preguntas sencillas, ¿primera vez que viene a Cuba? si. ¿Conoce alguien aquí? si. ¿Dónde lo conoció? por internet. ¿En qué trabaja usted? soy profesor universitario (¿se fijan mis respuestas cortas y precisas, nada de cháchara?). ¿Qué enseña? español e historia. ¿Dónde va a quedarse? en casa de alquiler. ¿Va a visitar otros lugares?, si es que mis amigos me llevan. ¿Cuánto dinero trae? tres mil dólares (llevaba una ayuda de una organización para los pastores y dinero que la iglesia me ofrendó). ¿Trae regalos?, muy poquitos y sencillos. ¿Qué regalos?, ropa mía que regalaré, libros, dulces. Después de un rato me pide que espere. Viene una supervisora, las mismas preguntas. Se va a hablar con tres hombres, me miran desde lejos, uno de ellos viene, me hace las mismas preguntas, pero este más avispado me pregunta cuántos libros traigo y de qué se tratan. Logra sacar la información que mi amigo es cristiano. Me pregunta si yo también soy cristiano, sí. ¿Desempeña alguna función en su iglesia?, soy pastor. ¿Cómo se llama la iglesia?, le digo el nombre. ¿En Los Ángeles?, no en Anaheim. ¿Pero que no es lo mismo?, no señor. ¿Entonces dígame en qué estado es? California (y todo lo anotaba). ¿Viene Ud. a realizar alguna actividad religiosa?, voy a acompañar a mis amigos dónde ellos me inviten. ¿Trae libros? sí. ¿Cuántos?, como treinta. ¿De qué se tratan? de historia. ¿Usted es católico, testigo de Jehová, pentecostal?, cristiano no más. ¿Pero de cuál denominación?, de ninguna. ¿Pero, como se llama la iglesia? Iglesia Cristiana o Iglesia de Cristo. ¿Así no más?, si. ¿Y su amigo lo está esperando afuera?, no, me voy en taxi.
Ya iba más de media hora en eso. Pase a revisión por favor, me dice y me asigna a una muchacha simpática llamada Diasmarys, o algo así, que me revisa las maletas. Pero no es que me las revisó, sino que me las desarmó todas, sacó todo, hojeó los libros y entre plática y plática las mismas preguntas de los tres anteriores. Aquí pensé lo importante que es decir la verdad, porque cuando uno miente tiene que tener buena memoria para acordarse qué le dijo a uno u a otro. Esta muchacha me pregunta otra vez por los libros (traigo dos títulos: La Reforma Presente y el del Yurumí). Me pregunta por las clases de historia, por la universidad, por esto y aquello, pero no le decía yo que era pastor hasta que ella me dijo “manejo la información que usted es pastor”, y ahí le dije que sí. Y así por otra media hora. La palabra clave que no tenía que decir era que los libros eran “donados” porque según la letra no se cuántito, del código no sé que número, de la ley número X, las donaciones se rigen por no se qué reglamento y quedan confiscadas. La palabra mágica es “regalo”. Soy escritor, traigo libros para regalarle a mis amigos. Y luego descubre la muchacha las cientos de fotocopias para las clases y me dice que para qué son, y les digo que son guías de estudio para los que lean los libros. He dicho toda la verdad, no he mentido en nada. 
Yo creo que también ayudó un librito que traje con la historia de “Paloma con los pobres de África” que la aduanera vio en la maleta y me preguntó por ella. Le conté la historia de mi hija que vivió tres meses con la gente más pobre de Nairobi
Cuando terminó de desarmar las maletas, sentí un gran alivio cuando me dijo, hasta en tono jocoso, “ayúdeme pues a armar las maletas”. Con mucho justo -le respondí - lo que pasa es que en EEUU no permiten que uno toque las maletas cuando el oficial de aduana está revisándolas -.
Yo por mi parte conocí bastante de la muchacha, desquitándome con preguntas de su trabajo, de su mamá, que me dijo ella, también es profesora de historia. Ella, sentí, se puso de mi lado, y yo con un ojo a las maletas y con el otro a los libros apilados a un lado, y cuando terminamos de llenar las maletas ella tomó los libros y los puso dentro de ellas. Me pidió esperar. Allá se fue a conversar con el anterior oficial. Yo por mientras me puse a conversar con un señor que estaba sentado en un escritorio a la salida de la aduana. Resultó muy simpático, escritor de poemas que está armando una novela policial. Yo le hablé de mi novelita “La abuelita Julia”. Hablamos de literatura, de librerías que me recomendó, de libros electrónicos, mientras los otros dos seguían desde lejos mirándome y conversando. Viene el muchacho, esta vez las preguntas se centran en los libros y en mis actividades religiosas. Le tuve que hacer un resumen de cada uno de los libros. Querían saber cuál tipo de historia yo escribí, le dije que de la Reforma Protestante y su historia en Norteamérica. Me volvió a preguntar si era religioso el libro y le dije: Mire, la historia es la historia y allí pasan muchas cosas. Lo religioso es parte de la historia y escribí de eso. La muchacha dijo -yo alcancé a leer una frase en que usted habla de “cristianismo” -. Me quiso dar risa, pero me aguanté y le dije, por supuesto, el cristianismo es parte esencial de la historia.
Y luego me preguntaron por el otro libro, el del yurumí. Me sorprendió que ya sabían que era el oso hormiguero. Bueno, la foto lo dice. Le dije que nosotros somos como hormiguitas y el oso hormiguero es como la personificación del mal. El libro enseña cómo vencer el mal, es un libro de superación personal. ¿Es un libro religioso? les contesté “es de superación personal”. Se quedaron pensativos.
Ya eran dos horas en esta funcia. Y ya se me estaba acabando la paciencia y le digo al oficial, “bueno, ya son muchas preguntas, ¿tienes una pregunta más para que terminemos con este asunto? ¿ya me puedo ir?”. Sorprendido me contesta que tiene que conseguir la autorización de su superior, me dice que me espere por favor.
Se juntan los dos con el superior y debaten un momento. Al rato viene y me entrega el pasaporte y me informa que puedo entrar al país. ¡Azúcar!
Yo salí con la cámara preparada para sacar una foto de algún letrero que dijera “Bienvenido a Cuba”, pero ni en el aeropuerto ni en camino a la ciudad lo encontré.
Taxi del estado, chofer empleado del estado, autos de los años 40 y 50. Ciudad ordenada, relativamente limpia y en orden, construcciones deterioradas y sin pintura. Llegué a la casa de alquiler, luego vino mi famoso amigo, por el cual me preguntaron tanto en la aduana y que yo nunca había visto en persona. Se alegraron de que los libros pasaron y para mi sorpresa, tanto el pastor y la dueña de la casa de alquiler (que es un bed and breakfast), defendieron la actitud de los oficiales por el hecho de que tienen la responsabilidad de velar de que no entre nadie a la isla que venga con ideas contrarrevolucionarias. Se ha dado el caso que vienen pastores con esas intenciones. Así es que me di cuenta que no debía contar la historia de la aduana de una manera triunfalista. Hay cristianos aquí en Cuba que tienen un profundo respeto por el gobierno y las autoridades.
Ya estoy instalado en un cuarto con cocina, comedor y baño. En la televisión hay canales de recepción libre, son 5, pero ninguno tiene comerciales, sólo programas culturales, políticos, clases, musicales. El único canal extranjero es Telesur, con constante propaganda chavista. 
En la ciudad tampoco he visto carteles de propaganda de ningún producto, sólo propaganda política.
Manuel me llevó a cenar a un restaurante del gobierno. Nunca -le dije yo- había oído que un gobierno estuviera en el negocio de los restaurantes. Aquí hace un par de años recién se abrió la posibilidad de que la gente abriera negocios. Ya se ven pequeños restaurantes privados y gente vendiendo cosas en la calle, pero todos tienen un permiso especial del gobierno, se les llama “los cuentapropistas”.
El restaurante estatal cobra barato. La comida no es buena, según los estándares extranjeros, pero sabrosa para los cubanos. El menú tenía solamente bistec, bistec picado (carne molida) y chuleta de cerdo. No tenían arroz con moros, sólo arroz blanco o arroz amarillo con cerdo. La ensalada era tres torrejas delgadas de tomate, tres torrejas casi transparentes de pepino y una pequeña porción de repollo. El salero no tenía sal. No había pimienta ni servilletas. La cuenta nos salió cinco dólares incluyendo los refrescos que son envasados. El baño no tenía agua y por lo tanto la cocina tampoco.
La muchacha que atiende me contó que su sueldo, y el de todos los trabajadores en Cuba, es de 240 pesos cubanos que equivalen a 10 dólares. Le pregunté por curiosidad cuánto había gastado una pareja con dos niños que habían acabado de comer y me dijo que esa familia había gastado 240 pesos, exactamente el sueldo de un mes. Obviamente la gente que come afuera tiene otros medios de sustento que le permite ese lujo. La palabra característica que usan los cubanos es “resolver” que quiere decir “arreglárselas de alguna manera”.
Al día siguiente Manuel me llevó a conocer La Habana Vieja, pero antes me llevó a tomar helado a una “sodería” del gobierno. Venden sólo helados, nada más, y de un solo sabor, vainilla. Tampoco tienen servilletas y no dan recibos. Días más tarde fui al Vedado, una zona más atractiva de La Habana en donde hay una heladería llamada Coppelia. Ahí tienen tres sabores de helados, pero la cola para entrar era largísima.
Saqué muchas fotos de la Habana antigua. Hay un funcionario del gobierno denominado el conservador del patrimonio, o algo así, que tiene la tarea de rescatar las construcciones y el patrimonio histórico de la ciudad. Tal parece que está haciendo buen trabajo con el poco dinero que existe aquí. Hay construcciones maravillosas, antiguas, de una belleza arquitectónica exquisita que se están cayendo, literalmente, a pedazos.
Volví otro día con otro pastor a seguir recorriendo La Habana de noche. Conocí el restaurante y el hotel que frecuentaba Hemingway. Esta vez recorrí lugares menos turísticos, pues este pastor vive en La Habana vieja y se mueve como pez en el agua. Es triste ver construcciones en un estado de deterioro más allá de lo habitable. Las casonas antiguas son de propiedad estatal. Las personas que viven allí pagan una cuota pequeña que se les va acreditando para algún día ser “dueños”. Realmente es una manera de decirlo porque el estado sigue teniendo derechos. Como todo es de propiedad estatal, el estado tiene que pintar y reparar todo, y es lógico que no tienen los recursos.
Muchos saben que colecciono bastones de cada país que visito. Compré uno que me costó 12 CUC (cé ucé), como le llaman a los pesos convertibles. Se supone que esa moneda y el dólar tienen el mismo valor, sin embargo al dólar le aplican un gravamen del 10 % y un impuesto de cambio del 2%. Al final el dólar sólo vale 88 centavos de peso convertible.
Días más tarde, en una feria artesanal del Vedado compré otro bastón para regalarle a Kiko, mi amigo cubano que vive en Anaheim, ya tiene 88 años y ojalá se alegre de usar un bastón de su patria.
En Cuba hay tiendas y restaurantes que sólo te cobran en pesos convertibles o en pesos cubanos. Uno se da cuenta de inmediato cuál es cuál: las que cobran en pesos convertibles tienen algo para vender, las otras tienen un solo producto o son tiendas pequeñas que parecen “ventas de garage”.
Fui al Malecón a comer. Me perturbó ver en el restaurante, que está al aire libre, a una pareja de una muchacha negra, muy bonita, vestida con mínima ropa y joven acompañando a un gringo viejo lo cual me dio asco. La muchacha era muy alegre y abrazaba y besaba al gringo que se dejaba querer. Le dio dinero ahí en frente de todos y ella más contenta estaba. Manuel me explicó que a ellas se les llama “jineteras”.
Conocí también dos urbanizaciones construidas como barrios dormitorios, según la concepción rusa. Miles de departamentos, unos en Alamar y otros en Habana del Este. Los departamentos son bonitos, pero, otra vez, el deterioro se deja ver.
Las iglesias de Cristo (Iglesias Cristianas) en Cuba no poseen lugares de reunión, son iglesias que aquí les denominan “casas culto”. Pueden reunirse en grupos de a 15 personas sin ningún problema. La iglesia de La Víbora es la más grande y se reúnen 50-60 personas en un segundo piso, están en trámite de oficialización con el gobierno así es que se les tolera. Visité otras tres casas culto, una en Alamar, otra en Habana del Este y otra en Marianao. Aunque son pequeñas (10 a 20 personas), ponen las sillas como si fuera un auditorio y tienen su pequeño atril como púlpito. En ninguna vi un instrumento musical porque usan música grabada. Aunque sostienen una teología conservadora sus cultos son muy animados y movidos. El ritmo caribeño se deja ver. Fui testigo de tres bautismo en La Habana del Este. El bautisterio es una armazón de aluminio con forro de plástico que llena de agua. Parece un verdadero ataúd y fue donando por un evangelista de los EEUU. En mi opinión personal, yo preferiría ir al mar a bautizar en esas cálidas aguas caribeñas, privilegio que no tiene todo el mundo.
Enseñé la clase de Historia de la Iglesia a 45 alumnos en la Iglesia de la Víbora. Le doy gracias a Dios que esa semana hizo frío en Cuba. Frío, le llaman ellos, es cuando la temperatura baja a 18 ó 15 grados centígrados. Yo llegué a enseñar feliz de la vida en mangas cortas y mis alumnos estaban enfundados en abrigos y más de alguno con gorro de lana. Yo feliz, porque de otra manera no sé qué habría hecho en un salón con 45 personas sufriendo con el calor cubano y sin aire acondicionado.
Manolo mandó a hacer un par de bancas extras para la clase. No habían mesas, así es que tomaban notas con sus cuadernos en sus piernas. En un momento de la clase se sintió un fuerte golpe y al mirar veo a cuatro estudiantes sentados en el suelo: se había roto una banca.
Los hermanos tienen proyector para la computadora, lo cual fue muy bueno, pues yo acostumbro a dar mis clases de manera bastante visual. Sin embargo sufrí lo indecible al no tener pizarrón. Me sentía como Maradona, cuando lo multaron por salir positivo en el test de drogas y llorando se quejaba “me cortaron las piernas con esto”. Yo pensaba “me han cortado las manos con esto”. Pero, a falta de pizarrón, tuve que esforzarme con mi limitado léxico y dotes artísticas, actuando a veces, cantando otras (jaja).
No sabía qué cosas traer a los hermanos de regalo. Quería ser sensible y no ofender con los regalos, así es que decidí vaciar mi oficina de pequeños objetos: lápices, plumas, jaboncitos, champús, clips, libretitas, barras de granola, perfumes, dulces para los niños, lentes de sol, aros de fantasía, pinches (moños) para el pelo, etc. Incluso me traje una tela bastante larga que les había comprado a mis nietas para que hicieran una carpa en el living de la casa, pero Nona les trajo una carpa muy linda desde Japón que se arma y desarma con facilidad, así es que eché a la maleta la tela pensando que a alguien le iba a servir en Cuba. Opté por escribir los nombres de todos los alumnos en papelitos los cuales iba sacando en los recreos para entregar los regalos. Nos divertimos bastante con eso.
Les cuento esto porque es asombroso el testimonio que me sucedió: uno de los pastores y su esposa habían estado conversando días antes acerca de sus necesidades. Querían comprarse un perfume y un cubrecamas, pero la situación económica es tan dura que prácticamente eso es un lujo. Sin embargo, como son personas de fe, oraron para poder tenerlos. Pues bien, el último día comienzo a sacar los papelitos: ¡Manolo Venta!, un perfume. ¡Ismara! la tela para cortinas o lo que sea. Salió un nombre después del otro y hasta los bromeé porque ellos son el marido y la mujer, que cuando me contaron el testimonio se me cayeron las lágrimas. Ella va a coser un lindo cubrecamas con la tela, y él anda feliz con el perfume. De hecho también ella me contó que días antes le había dicho a su esposo que se quería comprar unos aretes y adornos para el pelo, que yo le traje a todas las mujeres que participaron en la clase. Me decía el marido: “todo lo que mi esposa le pide al Señor, él se lo concede”.
Bueno, termino de escribir estas líneas a la espera de abordar mi vuelo de regreso a México y EEUU en el aeropuerto José Marti de La Habana. Vine a enseñar, pero me voy como un alumno privilegiado por haber aprendido tanto. Momento habrá en el futuro de escribir mi análisis político, económico o social de esta sociedad en donde el estado controla todo. Por ahora, me alegro de comprobar que la iglesia de Cristo está viva y activa como sal de la tierra y luz del mundo.



Wednesday, February 13, 2013

Es tiempo de limpiar el closet


Por Ben Cachiaras.
Esta semana estaba hablando por teléfono con mis padres y me enteré que han estado muy ocupados. Donde ellos viven ha estado muy frío, muchos grados bajo cero. Está tan frío que tienen que abrir el refrigerador para calentar la casa. Así es que, además de palear la nieve de Minesota, mirar una vieja película de la fiesta de jubilación de mi  papá y después de comerse la última galleta que le vendieron las niñas Scouts, se han abocado a otra actividad de invierno: limpiar la casa.
Buscaron esos lugares en la casa en donde uno amontona cosas. Por ejemplo, debajo del lavaplatos. Es un poco incómodo ponerse de rodillas para limpiar ese lugar. Pero ellos lo hicieron. También limpiaron tres muebles de cocina donde guardan la vajilla. Sin embargo, el proyecto más grande fue el closet que hay en el baño. Sí, ese mismo. El que está  lleno de medicinas, maquillaje y cosas de aseo. Ese es el lugar perfecto para meter todo lo que no estás seguro si tiene que irse a la basura o no, como esa crema que el doctor te recetó para el impétigo o la rasuradora que usaste cuando estabas en la universidad.
Mientras mis padres me contaban la aventura, yo me imaginaba el montón de cosas, unas útiles y otras inútiles que habría en ese precioso espacio. Me imaginaba escarbando, descubriendo y descartando frascos de píldoras, vitaminas, lociones, pociones, ungüentos y sales de baño que nosotros, sus hijos, les habíamos regalado cuando éramos niños. Mi papá me contó que encontró medicina de los años 60. Eso debe haber sido tremendamente tóxico que sólo especialistas con trajes anticontaminantes deberían haber puesto en una caja metálica o algo así.
Lo que mis padres hicieron en el closet del baño es lo que yo necesito hacer con mi alma.
Debo abrirla, mirar profundamente en ella. Debo identificar los cachivaches que ya no quiero. Debo admitir que hay cosas tóxicas y viejas en mi alma las cuales necesito descartar. Debo deshacerme de esas cosas.
No puedo hacerlo por mi mismo. Pero Jesús puede. Él es, por excelencia, el limpiador de closets. Su Espíritu me convence que ya es el tiempo de abrir mi closet. Su gracia en la cruz se extiende para mi HOY, en el tiempo presente, soy perdonando. ¡Soy hecho nuevo!
Hoy es MIÉRCOLES DE CENIZA. En el hemisferio norte estamos en medio del invierno, nos señala un tiempo en que tú y yo debemos limpiar el closet de nuestra vida. El miércoles de ceniza da inicio al periodo que llamamos La Cuaresma, el cual contiene una hermosa invitación para dejar que el Señor limpie nuestras vidas de hábitos, heridas y pensamientos que son tóxicos y quieren matar el gozo y la paz que tenemos en Cristo. Esas cosas que te arrastran lejos de la cercanía con Dios. Esas partes de tu vieja persona que no las necesitas y que te distraen de estar disponible 100% para servir al Señor.
¿Has sentido ese fabuloso sentimiento cuando limpias el mugrero de un cajón? Es similar a lo que se siente cuando nos limpiamos en Cristo, ¡pero un millón de veces más intenso!
¿Por qué no usas esta oportunidad para leer más las Escrituras? Dí en voz alta esa conducta que tú sabes que te tiene esclavizado/a y que detiene tu crecimiento espiritual. Si vas a hacer algo durante la Cuaresma, que sea una disciplina espiritual que limpie tu vida de la basura para que puedas estar más libre de servir a Cristo.

Monday, January 07, 2013

El Kabritico: una introducción al Apocalipsis.



Un tema que siempre me ha llamado la atención es el de los judíos expulsados de España en el año 1492. Hace algunos días estaba leyendo en el periódico un artículo acerca de los diferentes dialectos españoles y entre ellos se mencionaba al ladino o judeo español. Comencé a buscar más información en la internet y me encontré con una famosa y antigua canción en ese idioma titulada “El Kabritico” (El cabrito, en español). Al escucharla me pareció que tenía alguna conexión con una canción infantil que les gustaba mucho a mis hijos, “La Chivita”, y al escucharla con detención me di cuenta que tienen las mismas raíces y comparten la historia de cientos de años.
La canción del “Kabritico” la cantan los judíos en la celebración de su Pascua. La original se canta en arameo y se llama Jad Gadya. Es un canto didáctico y aquí les transcribo la letra:
Un kavritiko
ke lo merkó mi padre…
Por dos levanim, por dos levanim.
Vino el gato,
i se comió al kavritiko,
ke lo merkó mi padre…
Por dos levanim, por dos levanim.
Vino el perro i modrió al gato,
ke se comió al kavritiko,
ke lo merkó mi padre…
Por dos levanim, por dos levanim.
(Se sigue agregando...)
Vino el palo i ajarvó (golpeó) al perro... 
Vino el fuego ke kemó al palo,
Vino la agua, i amató (apagó) al fuego, 
Vino el buey i se bevió la agua, 
Vino el shohet (matancero), i degoyó al buey, 
Vino el Mal’ah ha-Mavet (Ángel de la muerte),
Vino El Santo bendicho… (Dios).
A simple vista esta canción pareciera un simple juego de niños para divertirse y memorizar. Así por lo menos pensamos de la canción en español La chivita: “Sal de ahí chivita, chivita, sal de ahí de ese lugar”. Y para no aburrirlos, aquí les transcribo la canción completa ya en su última estrofa:

Vamos a llamar a Dios
para que se lleve al ángel.
Dios no quiere llevarse al ángel,
el ángel no quiere llevarse al diablo,
el diablo no quiere llevarse a la suegra,
la suegra no quiere llevarse al hombre,
el hombre no quiere llevarse el tubo,
el tubo no quiere llevarse el agua,
el agua no quiere apagar al fuego,
el fuego no quiere quemar al palo,
el palo no quiere pegarle al lobo,
el lobo no quiere sacar a la Chiva, 
y la chiva no quiere salir de ahí.
¡Sal de ahí chivita, chivita,
sal de ahí de ese lugar!

Al comparar las dos canciones nos damos cuenta que El Kabritico está escrita en un sentido positivo, ya que todos hicieron lo que tenían que hacer. El perro mordió, el palo pegó, el fuego quemó, etc. En cambio en La Chivita, nadie quiere hacer nada, ni siquiera Dios.
Ahora pasemos del sentido figurado a lo que realmente quiere decir la canción del Kabritico. Cuando los judíos cantan esta canción en la cena de la Pascua lo que realmente están haciendo es transmitir a sus hijos la historia de persecución del pueblo hebreo. Todos los nombrados en la canción, con excepción de Dios, representan algo.
El kabritico representa al pueblo de Israel.
El padre representa a Dios que “merkó” o compró a Israel por dos monedas.
Las dos monedas representan las dos tablas de la ley de Moisés.
Luego, el gato, el perro, el palo, el fuego, el agua, el buey, el matarife y el ángel de la muerte (8 en total) representan los imperios que han perseguido al pueblo hebreo en toda su historia.
Finalmente el clímax de la canción presenta al Santo Bendito, Dios mismo, que mata al ángel de la muerte y termina así la persecución del pueblo de Dios.
¿Qué tiene que ver esta canción con el Apocalipsis?
Tiene mucho que ver, ya que el motivo del Kabritiko lo mismo que del Apocalipsis es transmitir la gran verdad de que al final de los tiempos Dios vencerá y su pueblo descansará con él.
Lo otro que tienen en común son los símbolos. El Kabritico no nombra a los perseguidores de Israel por nombre, no convenía, era peligroso. Por eso que los representa con animales (gato, perro y buey), con objetos (palo, fuego y agua), con un hombre (el degollador) y con seres espirituales (el ángel de la muerte y Dios mismo).  Lo mismo el Apocalipsis, no presenta por su nombre al César, al Imperio, al ejército romano, sino que los oculta en símbolos: el dragón, la ramera, las bestias, los cuernos, las cabezas, etc.  
En el caso del Jad Gadya, Miguel Zavala Mujica dice “cierta interpretación hace corresponder al gato con los asirios; al perro, con los babilonios; al palo, con los persas; al fuego, con los macedonios; al agua, con los romanos; al buey, con los sarracenos; al shojet o matarife, con los cruzados; al Malaj ha-Mavet (Ángel de la Muerte), con los turcos; y al final, Dios envía de nuevo a los judíos a su tierra”.
Es difícil dar una interpretación segura a cada uno de estos símbolos. En el caso del Kabritico, se presentan simbólicamente ocho imperios o naciones. Algunos intérpretes comienzan con Egipto y ya la cuenta no funciona, pues además faltan los nazis al final, que a mi modo de ver fueron los peores perseguidores de Israel.
La misma dificultad que tenemos para decifrar este sencillo canto la tenemos para interpretar el Apocalipsis, como ustedes ya lo han de saber.
Sugiero que nos aproximemos a Apocalipsis con el fin de entender primeramente el texto mismo. No es bueno entrar a estudiar el libro con nuestras ideas escatológicas que ya hemos asumido.
Para darles un ejemplo de esta tarea, tomemos el texto del Kabritico y nos vamos a dar cuenta que, aunque lo entendemos en español, el idioma no es nuestro propio idioma, sino un dialecto del castellano. Fíjense que en vez de la “y griega” usa la “i latina”; en vez de usar la “c” usa la “k”, quizás por influencia del turco. Debemos entender que el ladino tiene raíces en el español medieval de España, por lo tanto ha mantenido palabras que para nosotros son arcaicas o tienen otra ortografía. Por ejemplo “mercar”, por comerciar o vender; bevió, degoyó y bendicho. También hay palabras hebreas: levanim, avarjó, shohet, Mal’ah ha-Mavet.
Ahora fíjense en el mal resultado que podríamos tener al no tomar en cuenta el texto y la cultura. Que tal si yo trato de interpretar el Kabritico a la cultura mexicana y escribo:
Una chiva que me compró mi jefe
con su propia lana.
Y vino la gata y se comió a la chiva.
Y vino el perro y mordió a la gata..
Y vino el palo, el fuego, el agua, el güey, el carnicero, el chamuco, el Caballero de Arriba.
Es un buen intento, pero vean en los problemas que nos metemos para explicar que Chiva también puede significar: una borrachera, una barba en el mentón, una excusa (en Chile), un bulto (en México) y si le agregamos “cuernos de chiva”, es una ametralladora AK-47, o si nos referimos a las Chivas de Guadalajara, es un equipo de fútbol.
“Jefe”, en este caso no es el que manda, sino el padre. Y no es que el padre sea una oveja que tiene lana, sino un señor que tiene dinero. ¿Qué tal si alguien interpreta gata como la sirvienta de la casa? Así es como se les dice despectivamente en México. O quizás alguien querrá decir que “perro” es un policía que se comió a la sirvienta. Y sobre la palabra “güey” mejor dejo que la Real Academia de la Lengua la defina: “adjetivo mexicano para referirse a una persona tonta o para dirigirse a alguien que ha tropezado. Cuando se usa como insulto, en el léxico inculto, "güey" es una desviación lingüística de buey”. 
Finalmente tendríamos que explicar que “chamuco” es el diablo y que algunos se refieren a Dios como “El caballero de arriba”.
Con estos pensamientos, que hasta chistosos parecen, les quiero ayudar a aproximarse a Apocalipsis primeramente entendiendo el texto original, sin apresurarnos a imponer nuestras interpretaciones. No es bueno ni sano que de una vez decidamos que el Anticristo es el príncipe Carlos del Reino Unido, que la Gran Ramera es la Iglesia Católica, que la mujer que dio a luz es la Virgen María y que las dos grandes alas de águila son los Estados Unidos. Si usted quiere llegar a esas conclusiones está en plena libertad, pero antes tiene que ser responsable para entender el texto original y lo que los lectores originales entendieron de él.
Quizás El Kabritiko es solamente una canción divertida y reconfortante sin necesidad de quebrarnos la cabeza con ella. Quizás el libro de Apocalipsis es un mensaje del cual no tenemos que intentar decifrar hasta el último detalle. Quizás el libro es una caricatura cósmica que nos ayuda a crecer en nuestra fe y esperanza de que al final de los tiempos Cristo será el vencedor y su pueblo reinará con él. Lo demás es pura conjetura. Ahora, si tú quieres complicarte con el Apocalipsis, estás en tu derecho.