Tuesday, July 03, 2012

El otro lado de la cerca


Por Fernando Soto-Dupuy
Publicado originalmente en inglés en la revista Christian Standard
del 17 de junio de 2012.
   
    ¿Fue correcto y legal cuando Abraham, Isaac y Jacob cruzaron la frontera de Canaán varias veces? Los cananeos dirían que no.
    ¿Fue correcto y legal cuando los hijos de Israel cruzaron la frontera de la Tierra Prometida? Los filisteos y amonitas dirían que no.
    ¿Fue correcto y legal cuando los asirios y los caldeos cruzaron la frontera de Israel? Si les preguntas a los israelitas te dirán que no.
    ¿Fue correcto y legal cuando los griegos cruzaron la frontera occidental del imperio persa?  De acuerdo a los persas la respuesta es no.
    ¿Fue correcto legal cuando los romanos cruzaron la frontera y entraron en el imperio heleno? Podemos suponer que los griegos responderían que no.
    ¿Fue correcto y legal cuando los bárbaros cruzaron la frontera norte del imperio romano? No hay duda, los romanos dirían que no.
    ¿Fue correcto y legal cuando los moros cruzaron la frontera de la península ibérica? Si les preguntamos a los españoles escucharíamos un rotundo “no”.
    ¿Fue correcto y legal cuando los conquistadores españoles cruzaron la frontera del Nuevo Mundo? Los indios del Nuevo Mundo dicen que no.
    ¿Fue correcto y legal cuando los (norte) americanos cruzaron la frontera de Texas, Nuevo México, Arizona y California? Los mexicanos dicen que no.
    ¿Es correcto y legal cuando los americanos Hispano-Latinos cruzan la frontera de EEUU sin visa? Si le preguntas a los (norte) americanos te dirán que no.
    Y así sucesivamente...

¿Cuál es su perspectiva?
    La respuesta a preguntas como esas dependerá de en cual lado de la cerca está usted.  Yo estoy respondiendo a este problema migratorio desde la perspectiva de un ciudadano de los Estados Unidos naturalizado y nacido en América del Sur.  Mi esposa, México-americana, se crió en la frontera de Texas.  Su casa estaba muy cerca del Río Grande (desde el lado mexicano se llama Río Bravo).  Su familia a veces ha tenido que alimentar a los inmigrantes indocumentados que cruzan el río cerca de su casa.
    ¿Realmente estas personas cruzaron la frontera o es que la frontera los cruzó a ellos? Texas antiguamente era un estado de México, y debido a situaciones históricas -que no vamos a tratar aquí- la frontera fue “movida” más al sur.  En la mente de muchos mexicanos, ellos no han cruzado la frontera, sino que la frontera los cruzó a ellos.
    Lo mismo pasó en California en donde una frontera “americana” fue creada entre la Alta California (que se transformó en los estados de California, Nevada, Arizona, Utah, Colorado occidental y sudoeste de Wyoming) y la Baja California (que se mantuvo como parte de México).  A propósito, el español y el inglés fueron usados como los idiomas oficiales del estado de California hasta el año 1879.
    Las fronteras ¿Han sido establecidas por Dios.  Si es así, entonces los cristianos deberíamos apoyar legislaciones fronterizas, patrullas fronterizas y vigilantes de las fronteras.  Pero si no es el propósito de Dios crear lineas imaginarias entre países, supongo que los cristianos no deberíamos ser tan fanáticos para defender territorios particulares y fronteras.  Cada vez que veo el mapa del clima de los EEUU me da risa ver que parece que cualquier fenómeno climático se detiene en la frontera.  Ignoran totalmente el clima al otro lado.  Gracias a Dios por los mapas de Google que nos permiten ver el planeta como lo ve Dios.

¿Cuál es nuestra labor?
    Antes que mis hermanos (norte) americanos se enojen demasiado conmigo por mi falta de respeto a las fronteras, quiero asegurarles que no estoy a favor de las fronteras abiertas ni en favor de la anarquía.  Sólo quiero que la iglesia haga su trabajo y deje que el gobierno haga el suyo.  En este asunto estoy totalmente a favor de la separación de la iglesia y el estado.
    Nuestro trabajo como iglesia de Cristo no es pedir documentos a los inmigrantes que vienen a adorar con nosotros.  Tampoco es nuestro trabajo denunciarlos o condenarlos por su situación legal.  El gobierno más poderoso de la historia humana, que incluso ha podido encontrar a Osama bin Laden al otro lado del planeta, es lo suficientemente sofisticado para identificar a todo tipo de personas y lidiar con este asunto dentro de sus propias fronteras.  El gobierno no necesita la ayuda de la iglesia para perseguir a los inmigrantes indocumentados.  Estoy convencido que el gobierno de los EEUU puede hacer lo que se le de la gana en cuanto a este asunto. Si quiere, puede reformar las leyes migratorias de inmediato, o si quiere puede deportar a millones de indocumentados, le tomará un par de meses no más.
    ¿Por qué el gobierno no hace una cosa o la otra? No tengo idea, pero me imagino que a los políticos les gusta este status quo.  Ellos no tiene apuro, los hombres de negocios tampoco ya que se benefician de la mano de obra barata, recibiendo impuestos sin proveer beneficios, aunque todavía hay algunos que nos quieren convencer de que los indocumentados toman más beneficios de los que proveen a la nación. Si así fuera el caso, que de inmediato comience la deportación masiva para que veamos cómo florece nuestra economía (sarcasmo incluido).
    Por otro lado, los candidatos, durante un año de elección, acostumbran a hacer promesas.  Otra vez este año oiremos promesas de amnistía, nuevas leyes, reformas, etc.  Después de las elecciones tendremos que recordarnos de la verdad de Jeremías. “Así dice el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre!”.

¿Cuál es nuestra misión?
     La gran mayoría de las congregaciones hispanas en los EEUU tiene un alto porcentaje de indocumentados. (El término “indocumentado” es mejor que “ilegal”, los actos son ilegales, las personas son indocumentadas).  Cuarenta por ciento de la gente en la congregación que pastoreo en Anaheim son indocumentados.  Me atrevo a decir que en otras congregaciones latinas el porcentaje es mucho más alto.  Algunos de nuestros miembros indocumentados han estado en este país por 20 ó 25 años.  Sus hijos nacieron aquí y hablan un perfecto inglés.  Algunos son dueños de sus casas y han estado pagando sus impuestos sagradamente.  Tristemente viven en temor, especialmente cuando piensan en su jubilación, ya que no recibirán ningún apoyo financiero del gobierno. 
    Me he dado cuenta que los indocumentados tienden a vivir vidas correctas y respetuosas de las leyes.  Ellos saben el riesgo que corren de ser deportados si se meten en problemas.  Muchos manejan sin licencia de conducir, por lo tanto son súper cuidadosos para no llamar la atención de las autoridades.  Son buenos vecinos, excelentes trabajadores, no quieren perder sus trabajos ni ser expulsados de sus departamentos. 
    Como iglesia de Dios tenemos una misión que cumplir ante este grupo de nuestra población.  Varias fuentes estiman que la cantidad de indocumentados en EEUU se eleva a 12 millones.  ¿Les estamos dando la bienvenida en nuestras iglesias? ¿Se sienten ellos amenazados cuando se mezclan con los anglos? ¿Estamos proclamando un evangelio de integración o les estamos dando las malas noticias de la separación? ¿Miran ellos a nuestras iglesias como “ciudades de refugio” o más bien nos ven como agencias del gobierno?
    Hace unos años, en una conferencia de pastores, tuvimos la oportunidad de escuchar a un agente de inmigración que trabajaba en deportaciones.  Él nos aseguró que el gobierno no tiene la capacidad de deportar a todos los indocumentados.  Los agentes del gobierno no andan de casa en casa preguntando quién no tiene documentos migratorios.  Eso sí que ellos buscan, por orden de las cortes, a los que han cometido crímenes, especialmente de índole doméstica contra sus cónyuges e hijos y a ellos, con gusto, los deportan.  Pero no buscan como prioridad a otra clase de indocumentados como por ejemplo los que trabajan sin documentos o los que hayan sido denunciados por un mal vecino.
    ¿Puede un indocumentado llegar a ser anciano de la iglesia? ¿Puede esa persona tener un cargo o ser llamado al ministerio? Pues bien, Abraham, el arameo errante, llegó a ser el padre de los creyentes.  Su bisnieto José, un esclavo indocumentado, llegó a ser primer ministro en el país más poderoso de ese tiempo.  Un joven llegó a ser un famoso profeta de la Biblia cuando se encontraba en el exilio.  Y no nos olvidemos de Ester que llegó a ser una especie de Miss Latina USA en su tiempo.
    Finalmente, una familia indocumentada -un niño de brazos, su mamá y su padrastro- huyeron de la violencia de un régimen militar y entraron al amparo de un país vecino.  Ese niño creció y llegó a ser nuestro Señor y Salvador.  Estos inmigrantes perseguidos siempre tienen la manera de encontrar un lugar de refugio.  ¡Ay de nosotros si no les proveemos de ese lugar y no velamos por su éxito!
    Les animo a mirar este asunto con una mente compasiva.  Hay muchos mandatos en el Antiguo Testamento acerca de cómo tratar a los extranjeros que habitan en tu país.  Y en el Nuevo Testamento se nos desafía a ver a los extranjeros desde un punto de vista misional.  Los indocumentados entre nosotros representan una manera en que Dios está trayendo a los necesitados a nuestro lado, en vez de mandarnos a nosotros a sus lugares de origen.
    Y, por favor, si usted relee las preguntas al principio de este artículo, hágalo desde el punto de vista de una persona que está al otro lado de la cerca.

Fernando Soto-Dupuy es el pastor hispano de la Anaheim First Christian Church en California.  Enseña en el Instituto Crossmont, y enseña español en la Hope International University en Fullerton, California.  Junto a su esposa Nona ha estado casado por 28 años y tienen tres hijos y tres nietos.