Wednesday, March 28, 2012

Joven y alocada - Vieja y sensata.


Desde que el mundo es mundo ha existido la coprolalia o cacolalia (la tendencia patológica a proferir obscenidades). Hay una ciencia que se llama latrinología, que aunque ustedes no lo crean, se dedica al estudio de los escritos en la pared de los baños.
Todos, tarde o temprano, hemos sido expuestos, algunos violentamente, a la pornografía y a la vulgaridad. En buen chileno, "a hablar de la cintura para abajo". Este tipo de vocabulario que describe en forma soez y grosera los genitales y su función reproductora, uno no lo aprende con su familia, sea esta familia "evangelión" o "catolikein". Esto se aprende en la calle y procuramos dejarlo en la calle también. Antes de los 6 años de edad yo había escuchado ciertas palabras groseras en boca de los borrachitos que entraban a la botillería de mis padres a comprar vino. Aún en su borrachera eran caballerosos para no decir garabatos en frente de las damas. Dentro de la casa jamás escuché malas palabras, bueno, con excepción de mi hermana que las aprendía en la calle y al quererlas practicar en la casa le daban una buena zumba. A partir de primero básico, en forma traumática comencé a oír en la escuela palabras que no entendía, pero que tampoco me atrevía a preguntarle a mis padres su significado. Mi léxico coprolálico aumentó una vez que aprendí a leer las palabras escritas en "las casitas" (el baño) de la escuela.
Han pasado muchos años de eso. Hoy, tristemente me doy cuenta que esa manera de hablar que tenían los alumnos en ausencia del profesor, o ese vocabulario que se leía en los baños públicos, o el léxico que manejan los "Académicos de la Lengua" (como se hacen llamar los cómicos más groseros de la farándula chilena) se ha introducido en el internet, en la tele y esta semana entra con gloria y majestad al cine con esta película premiada en el extranjero. Ahora la orden es enfocar. Enfocar la cámara, la mente y los deseos desde la cintura hacia abajo. La vagina, que debería ser territorio privado de la Joven y Alocada, se ha transformado en dominio público chileno y no precisamente con ese nombre. La película viene con dos ganchos más: la apología a vivir los impulsos biológicos homosexuales, y la ridiculización del cristianismo, en este caso envuelto en el paquete evangélico.
Conozco a la familia de la Joven y Alocada. Su abuela es una de las ancianas más agradables, educadas y abierta de mente que conozco. Es una fiel y equilibrada cristiana. Sus tíos han sido mis amigos y compañeros de ministerio. Nuestros hijos crecieron y se formaron en la iglesia. Sus padres fueron miembros de la iglesia cuando se estaba formando, luego emigraron a otra congregación. A sus hijas les tengo un tremendo cariño y aprecio, las veo como mis sobrinas (aunque es posible que ellas me vean como el tío pesado, mala onda y regañón). Ellas son lindas y muy educadas. Educadas en el sentido que tienen una inteligencia sobre el normal de la chusma. Poseen títulos universitarios, una de ellas a nivel doctoral y tienen un manejo del idioma que ya me lo quisiera yo. Aunque se han apartado de la fe, me gusta leer lo que escribe la mayor, pues desafía mi fe y me hace volver con frecuencia a las palabras de San Pedro: "Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes". Su vocabulario tiende a caer en la grosería, pero cuando se propone ser seria hemos tenido un intercambio de opiniones muy enriquecedor y respetuoso.
Ahora bien, si ellas no lo saben, somos muchos, demasiadas, las personas que les amamos de corazón y que hemos estado sufriendo ante este destape sexual y ante este ataque al cristianismo. He notado que el mundo evangélico ha reaccionado con un silencio confuso, especialmente los que les conocen personalmente. El tema es tan provocador, tan transgresor y vergonzoso para las iglesias y para la mayoría de las familias que se ha preferido no tocarlo.
Me imagino que la reacción de los cristianos de un estilo más fanático o "fundamentalistas", como les llaman ahora, será la protesta airada con carteles que anuncien la condenación al infierno de la Joven y Alocada junto a sus secuaces. Pero estoy seguro que la gran mayoría de los cristianos evangélicos pasará esta amarga copa con una gran tristeza y en silencio.
En el mundo de las artes se está dando una tendencia. Acercándose la fecha de Semana Santa el canal National Geographic casi siempre presenta un tema en contra del cristianismo, como el Evangelio de Judas, el supuesto osario de Jesús, etc. En viernes santo del año 2006 el fotógrafo Marcelo Gamonal pretendió presentar una gigantografía en un céntrico lugar en Santiago de Chile (yo no vivo en Chile y no sé si lo logró). La gigantografía se titulaba “El hijo de perro”. En esa fotografía aparecía, Jesús crucificado, su madre María y un perro. Jesús era personificado por Patricio Egaña, un homosexual de 60 años. Aparecía representando a un Cristo gay con sunga color lila, y una femenina corona de reina. La virgen María era representada por la modelo Ximena del Solar, vestida como monja lujuriosa, semi desnuda mostrando sus pechos. El Espíritu Santo estaba personificado por un perro embalsamado al que se le atribuía la paternidad de Jesucristo.
Ese era un ataque frontal a los dogmas del cristianismo. Seis años más tarde les toca "apechugar" a los evangélicos próximos a celebrar la resurrección de Jesús en Semana Santa. Esta vez el embate no viene de gente externa, ateos o sacrílegos. La crítica o la burla esta vez viene de una mujer formada en nuestras filas, en nuestra subcultura que se sabe la Biblia al revés y al derecho, como buena cristiana. Es verdad que ella se formó (o deformó) en una iglesia particular que algunos hoy catalogan de secta evangélica. Esa expresión particular de "canuteo grosso", como decía la hermana mayor en sus años de adolescencia, colisionó con la mente privilegiada y la pluma ágil e irreverente de la Joven y Alocada. Fue, como lo llaman los astrólogos, una alineación perfecta de planetas que ocasionó un gran terremoto. En esta alineación predomina Venus (con una sensualidad grosera) y Marte (con belicosidad burlona).
Me costó sentarme a escribir, pero con humildad les digo que esta es nada más la opinión de un pastor cristiano que anhela llevar, en todo tiempo y en todo lugar, las palabras amorosas y consoladoras de Jesucristo. La iglesia está entendiendo en estos días que su labor no es condenar. Jesús le dijo a la mujer pecadora "ni yo te condeno". También la Escritura nos dice "Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Jesús". Es verdad que en el Antiguo Pacto se condenaba a muerte al varón que se "ayuntaba" con varón, al que tenía relaciones con un animal, e incluso al que maldecía a sus padres. Pero la Iglesia Cristiana no es parte del Antiguo Pacto, sino del Nuevo Pacto realizado por Dios a través del sacrificio perdonador de Cristo.
No condeno a la Joven y Alocada, sólo trato de entender su sufrimiento, su confusión, su rabia que pasó en sus años de evangélica. Ella tiene la edad de mis hijos. Aclaro, mis hijos no son perfectos, sin duda que, como todos los niños criados en familias creyentes, han tenido batallas con su sexualidad, con el alcohol, con las drogas, con la bulimia, con los complejos, con la violencia, con el suicidio y principalmente una tremenda bronca con la fe de sus padres. A veces me encuentro pensando que uno de mis tres hijos hubiera sido mi propio Joven y Alocado/a, pero me sacudo ese pensamiento doloroso y le doy gracias a Dios que así no fue. Aún así, no soy tan ingenuo para no pensar que mis angelitos también han de haber escrito estupideces en el Facebook o que han despotricado en un diario de vida en contra mío y de la iglesia.
También me gustaría que la Joven y Alocada y todos los que le avivan la cueca, o se sientan identificados/as con ella, pudieran pensar un momentito en este tema trascendental que es el cristianismo, la iglesia, la revelación de Dios a la humanidad. Por un lado mencioné las palabras de Jesús "ni yo te condeno". Esa frase la terminó con las siguientes palabras "vete y no peques más". El cristianismo sigue, hasta el día de hoy, lidiando con la condena y el pecado. Estamos aprendiendo a no condenar, pero también estamos obligados a señalar la falta, el pecado y ayudar a la gente a recibir el perdón de Dios y vivir una vida plena. No crean, muchachos, que los pastores estamos aquí para tirar piedras. No, Dios nos ha llamado para comprender su dolor, su rabia, su irrespeto. No crean que nos llevamos metidos en la iglesia leyendo la Biblia. Nuestros horarios son tan complicados. A veces respondiendo una llamada a las tres de la mañana de una madre que está peleando con su hija; o visitando a una niña que se quiere suicidar; o llorando en el funeral de un joven que ha muerto de Sida; o consolando a una familia cuyo hijo, en una noche de juerga, se quitó la vida. Nos movemos dentro del dolor humano. Andamos recogiendo los pedazos de vidas destrozadas y tratando de traer la paz y la bendición de Dios ante tanta calamidad.
Nosotros leemos nuestra Biblia y en ella buscamos dirección y respuesta a nuestras preguntas. Y créanme, he buscado mucho una dirección de Dios en estos meses desde que salió el artículo en el periódico anunciando la historia de una muchacha evangélica bisexual que escribe un blog que se transformará en película. Perdónenme si les ofendo, pero esto es lo que hallé en la Palabra de Dios. 2 carta de San Pablo a Timoteo capítulo 3: Ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad.
A simple vista he visto en estas semanas publicaciones, propaganda y controversias en torno a la Joven y Alocada en donde se nota mucha jactancia, arrogancia, desprestigio de lo bueno, insensibilidad, ímpetus y sobre todas las cosas, más amistad y preferencia por el placer que por Dios. Entiendo que la película exalta el placer sexual lésbico y la falta de respeto hacia los padres. Discúlpenme, pero esta carta de San Pablo ha sido mi lente de análisis social. Quizás Freud podrá explicar la fascinación que tiene la Joven y Alocada con el sexo y la cacolalia. Quizás Darwin podrá explicar cómo la evolución nos ha llevado a considerar los actos homosexuales como parte natural del proceso evolutivo. Quizás los sociólogos nos podrán explicar por qué la sociedad, no sólo la chilena, ha llegado a este punto de aceptar fotografías de vaginas en llamas por doquier como propaganda de un film. Quizás muchas ciencias y estudios podrán traer explicaciones racionales a este fenómeno. Los cristianos, sin embargo, buscamos consuelo, explicación y dirección en los principios de Dios establecidos en la Santa Biblia.
Mi corazón se duele enormemente por los padres de la Joven y Alocada. Los conozco, son personas agradables a quienes Dios les regaló tres hermosos hijos. A veces me sorprendo pensando en ellos y se me forma un nudo en la garganta. Ellos, a la vez que yo, tienen más de 50 años de edad, es decir, estamos más allá del límite de lo que los jóvenes llaman "viejo".
Estoy seguro que los padres de la Joven y Alocada están arrepentidos de muchas barbaridades que hicieron en su juventud. Así es la naturaleza humana, en la juventud somos alocados y en la vejez somos sensatos.
Como quisiera apurar el reloj del tiempo para avanzar 20 ó 30 años con la esperanza de ver a la Joven y Alocada como una Vieja y Sensata. Dios no tiene apuros, yo sí. La vida da muchas vueltas. El hijo pródigo volvió a los brazos de su padre. Jacob volvió a besar a su hermano Esaú. Oseas volvió a reconciliarse con su alocada esposa. Norma McCorvey, la causante de la revolución del aborto en EEUU, hoy es una activa defensora de la vida del que está por nacer.
Oramos al Señor para que en el año 2042 los periódicos de Chile anuncien que la Joven y Alocada se ha transformado en Vieja y Sensata.

Saturday, March 17, 2012

La Tierra del Sol Naciente


Entre mis curiosidades encontré este artículo que escribí en mi visita a Japón el año pasado. Ahora mi esposa Nona y mi hija Alondra están de visita en Okinawa esperando que mi hija Paloma dé a luz a mi tercer nieto Cai. Así es que es buena ocasión para publicar el escrito.

La Tierra del Sol Naciente.
Sábado 16 de abril de 2011.

Estoy sentado en un tranquilo café ubicado en un rincón de la terminal #1 del aeropuerto de Narita en Tokio. Me quedan más de cuatro horas de espera para tomar la conexión que me llevará a Los Ángeles dejando atrás la tierra del Sol Naciente, la cual visité durante 19 días.
La apacible música que se escucha en el Excelsior Caffé es bossa nova brasileño. Los amplios ventanales me muestran la gran cantidad de aviones que despegan y aterrizan en Tokio.
Anticipando la buena cena que comeré en el avión de Singapore Airlines, me he limitado aquí a servirme sólo una taza de té Darjeeling con leche acompañado de un alfajor argentino de chocolate que le robé a mi hija al salir de su casa, esta mañana, en la base de la Fuerza Aérea de los EEUU en la isla de Okinawa.
Mi esposa Nona se quedó nueve días más para disfrutar la rica hospitalidad que nuestra hija Paloma y su maravilloso esposo Cori nos han brindado. Y de una vez lo digo: este viaje, aunque largo, atractivo y diferente, marcó muy positivamente nuestra herencia de familia por dos razones. Primero, porque estando aquí en Japón nació nuestra segunda nieta Rio Emileen Soto a 7500 millas de distancia en Tennessee (12000 kms). Nona estuvo despierta toda la noche del viernes 8 de abril, llamando a cada hora a Rosie y a Karlo por medio del maravilloso invento tecnológico llamado “Facetime” (teléfono con imagen). La niña nació el 8 en EEUU, ya era el sábado 9 aquí en Japón. Fue maravilloso verla “calientita”, recién salida del horno, llorando a todo pulmón. “Niña, entras a esta vida llorando, mientras todos reímos a tu alrededor. Procura vivir de tal manera tu vida que mueras sonriendo, mientras todos lloren a tu alrededor”.
La segunda razón familiar de este viaje fue la de visitar por primera vez en su casa a nuestra hija, la señora Bemis y a su esposo Corigan. Si bien es cierto, no había en nosotros gran preocupación por su vida matrimonial, sí teníamos cierta curiosidad de ver “en terreno” su situación. Y todo por el hecho de que al susodicho (hoy mi querido yerno) no lo habíamos conocido mucho. A Cori lo vi una o dos veces cuando Paloma y él eran amigos. La tercera vez que lo vi fue en un almuerzo a solas en que me citó a un restaurante para pedir la mano de mi hija primogénita. No pasaron más de seis semanas cuando ya estaban casados y viviendo en Japón.
Paloma ha sido siempre muy comunicativa y constantemente nos ha estado demostrando lo feliz y bendecida que se siente al haberse casado con este hombre. Por fin vinimos a verles y, obviamente, no pude dejar de bromearles constantemente por el show que estaban actuando en frente nuestro. La verdad es que para los padres el ver a sus hijos felices caminando por la senda correcta es la bendición más grande a experimentar.
Cori y Paloma son fieles creyentes en el Señor. Asisten a una iglesia bautista y en cada comida “rezan” una oración que Cori trae de su trasfondo católico. Su departamento es hermoso, se ve la mano disciplinada de limpieza y orden. Cori es hacendoso, ambos se complementan. Dios les ha dado el don de hospitalidad, compasión y pastoreo. Vienen a su casa parejas de amigos que buscan su compañía y consejo, a causa de su carácter y buen ejemplo. También acogen a soldados solteros ya sea para comer, ver películas o jugar juegos de mesa, especialmente en los feriados nostálgicos.
Paloma trabaja como profesora asistente para niños limitados mentalmente en un liceo (secundaria). Ella no tiene necesidad de extra limitarse en sus funciones, sin embargo ayer decidió hacernos pasar la tarde con una de sus alumna, Neshia de 19 años, una niña con síndrome de Down de raza negra, quien vive sola con su padre desde que su madre la abandonó al nacer.
La tarde la pasamos viendo la película Matilda y luego nos fuimos a jugar bowling y a comer al Chili’s con esta simpática muchacha. Aquí vi otra faceta de Cori: su cariño y compasión por los desvalidos. Yo ya conocía eso en Paloma.
Ahora dejaré el tema de la familia a un lado, sin antes decirles que si lo que Cori y Paloma hicieron fue un show, entonces se merecen un Óscar.
Déjenme ahora hablarles de esta fascinante tierra nipona. Describiré a los japoneses con cinco adjetivos: amables, honestos, formales, disciplinados y limpios, pero, para que vean que quiero ser objetivo, también he buscado cinco defectos que veo en ellos: inexpresivos, supersticiosos, aislados, inflexibles y, algo que mencionó mi esposa, no tienen sentido de la moda.

Amables: hay momentos en que tanta amabilidad parece irrisoria. Los nipones no se abrazan ni se dan la mano, pero se inclinan haciendo reverencias. Después de dos o tres días aquí uno se contagia con la “inclinadera” y comienza a agarrar la onda inclinando la cabeza o la espalda en 45 grados. Las transacciones comerciales son muy amables. Ellos no reciben ni dan el dinero en la mano, sino que en una pequeña bandeja. Cuando hay trabajadores en las calles o veredas, siempre hay dos o tres obreros con guantes blancos indicándole al público el desvío con reverencias. En las tiendas y en los restaurantes atienden con tal amabilidad que pareciera que en todo momento estuvieran pidiendo perdón por cualquier inconveniencia.
La primera muestra extrema de amabilidad la vimos en el vuelo de 12 horas entre Los Ángeles y Tokio. Las azafatas estaban vestidas muy femeninamente con riguroso peinado. Le comenté a Nona “que diferencia con las azafatas de Lan Chile”. Y no es que desprecie a mis compatriotas, pero pareciera que las azafatas chilenas te quieren dar a entender que aunque te están prestando un servicio como, digamos, de sirvienta, ellas en su manera de hablar y en sus modales te comunican que son de clase media alta, que están ahí porque hablan inglés y que tienen ese trabajo solamente como un pasatiempo como excusa para viajar por el mundo. Las empleadas japonesas, en cambio, te dan a entender que están ahí para servirte y repiten constantemente “sorry for the inconvinience” (disculpe usted la inconveniencia).

Honestos: para ilustrar esta excelente cualidad nipona me acabo de levantar de la mesa en donde estoy escribiendo para ir al baño. Por pura precaución me llevo conmigo el pasaporte. Dejé en la mesa, a vista del público, mis dos maletas, mi bolso con mi computadora portátil, y sobre la mesa mi lector de libros electrónicos Kindle. No les miento, sí sentí un poquito de temor mientras estaba sentado en los impecables baños (de eso hablaré más adelante), imaginándome que en un dos por tres en vez de estar en Japón estaba en algún lugar de América Latina y tendría que subirme al avión tan sólo con mi pasaporte en la mano. Pero, gracias a Dios, estoy todavía en Japón, en una sociedad que tiene el sentido de la honestidad más elevado del mundo, sin ser ellos una sociedad cristiana y haciendo, con esta virtud, que “ascuas de fuego”, como dice la Biblia, se amontonen sobre las cabezas de las naciones cristianas deshonestas. (La versión más moderna de la Biblia dice: “que les arda la cara de vergüenza”). Aquí en el aeropuerto he visto carritos con maletas “abandonados” fuera de los restaurantes, mientras la gente, despreocupadamente, come dentro.
La honestidad japonesa impide que la gente acepte propinas. Si dejas propina el mesero saldrá corriendo detrás tuyo para devolverte el dinero que, según él, se te quedó en la mesa.
Recuerdo la anécdota que me contó mi amigo Fernando Gutiérrez que visitó Japón hace algunos años y dejó olvidada su cámara fotográfica en el tren. Dio aviso y la cámara la trajeron de vuelta en el tren que venía en sentido contrario. Los funcionarios se deshacían en disculpas como si hubiera sido falta de ellos.
Sí, hay gente mala y mafiosa en Japón, pero ellos no hablan de eso, es un tema tabú. La mafia se mueve mucho en el mundo de la construcción, la prostitución y las drogas, pero no se menciona y el consejo es que si no te metes con ellos, ellos tampoco te molestarán.

Formales: en este punto me refiero al respeto de las reglas comunitarias. Obviamente la formalidad les viene de la amabilidad, la disciplina y el respeto. Ellos no son parte de la cultura individualista, su cultura es colectiva, por lo tanto prima en ellos el bien común antes que el personal. Por eso mantienen formalidades en los negocios, en los saludos, en la vestimenta. La mayoría de los hombres que trabaja en oficinas viste de traje y corbata. Los trabajadores manuales usan unos pantalones anchos y una gorra con cubre cuello. No son bulliciosos, no se ríen a carcajadas, no estornudan estrepitosamente, más bien hacen un estornudo de gato, como le llamo yo. Tampoco son desordenados al conducir, respetan las leyes del tránsito. Hacen ordenadas cola para subirse a los buses. Todo mundo usa uniforme, están orgullosos de usarlo. Los choferes de taxi usan guantes blancos al igual que la policía. En algunas tiendas al pagar te hacen firmar con formalidad el recibo.

Disciplinados: todo mundo cruza en las esquinas. Los padres pueden ir a dejar a los niños a la puerta de la escuela solamente la primera semana de clases, a partir de la segunda semana se requiere que los niños caminen solos por donde deben ir con absoluta disciplina. De hecho, nuestros amigos chilenos que viven en Tokio nos mostraban el parque hasta donde les era permitido a ellos llegar con su hija, pues de ahí en adelante la niña debía caminar con sus amigas a la escuela de ida y de vuelta.
Todos los vehículos se estacionan en reversa en los estacionamientos públicos. Esto se me hizo curioso y pregunté el por qué. Me contestaron que era una disciplina basada en la consideración por el otro y también para hacer de la salida, en caso de emergencia, algo ordenado ya que todos irán mirando al frente sin esforzarse por “recular” en el caos. (La palabra “recular” está en el diccionario por si acaso. Nona me la rebatió fuertemente, pero es una palabra, aunque fea, apropiada).
Hay edificios de oficinas o departamentos privados en donde uno ve en la puerta muchos zapatos “estacionados”. Eso da a entender cuánta gente hay adentro. Y al igual que los automóviles, todos los zapatos están mirando hacia la calle por lo mismo, en caso de emergencia, es más fácil calzárselos sin alboroto y arrancar sin tropiezo.

Limpios: yo había escuchado al pastor Juan Carlos Ortiz decir que los occidentales comemos en grupo y nos bañamos solos, en cambio japoneses, comían solos y se bañaban juntos. Tal parece que así es. El baño tiene un tremendo valor para ellos. Los departamentos son pequeñísimos, aún así tienen un cuartito, aparte del cuarto del inodoro, en donde tienen una tina para el agua caliente aparte de la ducha. En la tina entran limpios ya, y la comienza a usar la visita, y luego por orden de edad, a veces hasta dos personas en la tina. Es una tradición una ceremonia para relajarse.
A la entrada de los restaurantes, en el lobby, tienen lavamanos. Y lo que a mí más me gustó fueron los inodoros que tienen un panel con varios botones. Los botones tienen dibujos y palabras en japonés. Así es que la primera vez que entré a un baño público en una gran tienda, no me animé a presionar ningún botón, aparte del de la cadena, por supuesto. Le pregunté a mi amigo la diferencia entre dos botones parecidos. Él se rió y me dijo que uno era para echar agüita por delante y otro por atrás. El de atrás se llama “oshiri” (esa palabra sí que me la aprendí, significa trasero). Entonces la ceremonia va más o menos así: uno prende el botón de calefacción del asiento, luego se sienta, hace sus necesidades y al final aprieta el botón que dice “oshiri” y uno ajusta la temperatura del agua y sale un chorro a presión, me imagino que guiado por rayo laser, porque nunca falla, ni salpica, sino que llega justo donde tiene que ir. Uno se limpia y seca como de costumbre y sale con una sensación de limpieza extrema.
Un día estábamos visitando un antiguo templo pagano en un parque y quise visitar un baño público por pura curiosidad ("Yeah, right", dice la Nona). Lo que pasa es que en ese parque había gente que se veía más popular, menos adinerada, etc. Sin embargo el baño estaba excelentemente limpio. Eso sí que en ese caso no había tazas sino los típicos hoyos en el suelo que uno ve en el oriente. Aún así, la higiene del lugar era muy buena.
Y para terminar, sin ahondar mucho, lo negativo de los japoneses: Bajo su amabilidad hay siempre una máscara de inexpresión. Ellos muestran modales, pero no sentimientos. Uno no sabe cómo se sienten, de hecho se incomodan cuando tienen que mostrar alegría o tristeza. También son supersticiosos producto de su religión Shinto y la influencia del budismo. Creen en la protección del perro que parece león y lo ponen como escultura en los parques o en las entradas de las casas o los techos como protección en contra de los terremotos o de los tifones, en el caso de Okinawa. Las tumbas tienen una pequeña explanada con un par de asientos en donde los familiares van a menudo a comer en presencia del muerto y le dejan botellas de licor de arroz. Los japoneses son insulares, es decir habitan en islas, por eso es que son aislados. Tienen una gran desconfianza con los extranjeros y demuestran su amabilidad, pero no la aceptación del otro. A los visitantes se les tolera y se les acepta su conducta bulliciosa, su vestimenta extravagante, sus modales extrovertidos, sencillamente porque son “los de afuera”. Tienen un tremendo sentido de agradecimiento con los norteamericanos que levantaron económicamente a este país después de la Segunda Guerra Mundial haciendo de Japón una potencia mundial. Pero ellos, debido a su historia milenaria de aislamiento, todavía miran con recelo todo lo que venga del otro lado del mar.
Los japoneses son inflexibles, mantienen sus tradiciones y su respeto milenial. Hay mucha tecnología y novedades modernas en Japón, pero la sociedad en sí es inflexible lo cual irrita, pero a la vez le da a ellos un sentido de estabilidad. Y por último, algo que mencionó mi esposa, ellos no tienen sentido de la moda. Yo no me fijé mucho en eso, pero Nona sí y con frecuencia me decía que mirara a alguna mujer y viera la mala combinación de prendas y de colores. Definitivamente Japón no es Italia en donde todo tiene estilo, desde los zapatos y las carteras hasta los autos y los refrigeradores. Los japoneses son muy sencillos en su amoblado y en su ropa.
Una cosa que me ha intrigado es el poco avance del cristianismo en Japón. Hoy solamente menos del uno por ciento de la población japonesa es cristiana. Hay 509.000 católicos y 500.000 protestantes. Quizás el gran error ocurrió cuando Francisco Javier, el primer misionero enviado por Portugal en el siglo 16, al bautizar a los convertidos les daba un nuevo nombre portugués y los hacía vestirse y vivir como europeos. Recién a partir de 1871 se permitió libertad a los cristianos para predicar. Y he aquí un dato muy curioso: aunque los cristianos son menos del uno por ciento, siete primeros ministros de Japón han sido cristianos, tres católicos y cuatro protestantes.
Mi oración es que el Señor Jesucristo, el sol de justicia, pueda brillar en la tierra del sol naciente y que los cristianos japoneses puedan tener el valor y el poder de Espíritu Santo para esparcir el evangelio. Y ojalá que los turistas y trabajadores occidentales cristianos no estorbemos el proceso.