Monday, February 22, 2016

"Resucitado" - La Película

He visto dos cosas irreconciliables: 
Un hombre muerto sin la menor duda, 
y ese mismo hombre vivo otra vez. 
- Clavius-

Vi la película "Resucitado". Es ahí donde el tribuno Clavius escribe en una carta la cita que puse al inicio.
No necesito poner aquí una “alerta de la trama”, porque si usted ha leído el evangelio ya sabe el final de la película. En resumen, el tribuno Clavius es testigo de la muerte de Jesús en la cruz el viernes. Él mismo es el encargado de sellar la tumba el día sábado y dejar dos soldados para resguardarla. A él también se le encarga la labor de recuperar el cuerpo robado del que sus discípulos dicen que resucitó el día domingo. ¡Qué maravilloso fin de semana!
Una advertencia: la película es inspiración del director Kevin Reynolds, hijo de un ex rector de la Universidad Baylor, que por muy cristiano que sea el director, su película no es inspirada por el Espíritu Santo. Así es que deben ser pacientes y tolerantes con la creación artística que se permite Hollywood.
Pues bien, Clavius, en su investigación, llega a ver a Jesús resucitado cuando éste está con sus discípulos feliz de la vida, comiendo y riendo, en el momento que entra Tomás y lo abraza y le toca las heridas en las manos y en el costado. 
Me emocionó ver a un Jesús diferente al que estamos acostumbrado a ver en las películas. Siempre nos lo muestran rubio, de ojos claros, vestido de blanco, casi luminoso, desconectado con su entorno y demasiado sobrenatural, especialmente cuando ya está resucitado con una actitud de “mírame y no me toques” (Es verdad que se lo dijo a la Magdalena, pero también Mateo nos relata que Jesús se apareció a las mujeres quienes se le acercaron y le abrazaron sus pies y lo adoraron).
Cliff Curtis personifica a Jeshua en esta película. El es un actor neozelandés de origen maori. Pasa fácilmente por latinoamericano o por árabe.
El Jesús de “Resucitado” es moreno, su vestimenta tiene los tonos cafés y grises que usaba el normal de los judíos, es un hombre que se caracteriza por su alegría, afabilidad y que come con sus discípulos. Es un Jesús verdaderamente humano.
Lo que más me impactó de la película es la humanidad de Jesús. Me he convencido que ser aprendiz de Jesús tiene como meta llegar a ser “verdaderamente humano”, es decir, verdaderamente como Jesús, ser humano pre-caída, humano en el sentido del origen en el jardín del Edén, hombre y mujer, creados a imagen y semejanza de Dios, inmortales, sin pecado y con una identidad trabajadora y creativa, así como Dios trabaja y crea.
San Pablo dijo que el postrer Adán, es decir Cristo, se convirtió en el Espíritu que da vida, entonces es por medio de su resurrección que se nos devuelve la vida perdida en el Edén por el primer Adán. De esa manera volvemos al plan original de Dios en Cristo. "Porque yo vivo, ustedes también vivirán". “Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él”.
Cuando Jesús subió al monte Tabor con Pedro, Juan y Santiago, se transfiguró. Muchos eruditos dicen que Jesús en ese momento sublime se quitó el traje de humanidad para refulgir en su traje de divinidad. Otros piensan que lo que realmente reveló Jesús en el monte de la Transfiguración era su verdadera naturaleza humana-divina dándonos a entender que una vez derrotado el pecado y la muerte seremos tal como él es, sin pecado y con vida eterna, como fue Adán en su origen.
Por eso es que la película es tan certera en mostrarnos a un Jesús de vestimenta normal, que abraza con cariño a sus aprendices, que come con ellos y se ríe. El Hijo del Hombre en todo su esplendor.
Me emocionó verlo caminar a la orilla del mar de Tiberias mientras siete de sus discípulos pescaban, o mejor dicho “no pescaban nada”. A su orden echan la red a la derecha y pescan 153 peces y toman desayuno con él en la playa.
Me emocionó ver a Jesús darle pan a un leproso en las inmediaciones, abrazarlo y sanarlo fue toda una muestra de amor. (Esta libertad artística se la tomó el director. El evangelio no nos cuenta que Jesús sanaba después de resucitado. No lo creo imposible. Jesús resucitado no le tiene asco a la carne infectada, ni al alma infectada de pecado. De lo contrario, no se le habría aparecido al pecador Saulo de Tarso).
El tribuno Clavius no podía conciliar algo que él consideraba irreconciliable: haber visto a un hombre muerto sin la menor duda, y haber visto a ese mismo hombre vivo otra vez.
Lo mismo pensaron María Magdalena y las otras mujeres junto a la virgen María. Lo mismo pensaron Cleofas y el otro discípulo camino a Emaús. También lo pensó el hermano del Señor, Jacobo y Saulo de Tarso, y los quinientos anónimos que lo vieron también: un hombre sin duda muerto, ¡un hombre vivo otra vez!
Ningún discípulo de Cristo negó el hecho. “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”, decían. “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida. Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella”. 
No negaron, sino que confesaron. Todos sufrieron persecución, tortura y muerte por ser testigos de la resurrección. Ninguno se “achicopaló” con el fin de salvar su vida. Ninguno reconoció una histeria colectiva ni un conspiración apóstolica. Fueron testigos hasta la muerte.
Después de aparecerse por aquí y por allá durante 40 días en diferentes formas, Jesús asciende al cielo y deja a sus aprendices aquí en la tierra con instrucciones claras de hacer más aprendices y predicar la buena noticia de su reino. ¿Por qué se fue? ¡Tan bien que estábamos! dirán algunos.
Él fue claro en este tema: “Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error”.
Dos mil años después, aquí estamos nosotros, aprendices del Maestro, viviendo la vida que él viviría si estuviera aquí. Nos tiene a nosotros aquí, mientras él está sentado a la derecha del Padre, reinando hasta poner a todos sus enemigos bajo su autoridad.
Aquí estamos, sintiéndonos dichosos, porque a siete días de su resurrección nos mencionó diciendo: “dichosos los que no han visto y sin embargo creen”.
Creo, sí, creo con todo mi corazón, y lo grito con pasión junto al pueblo santo de Dios que ha afirmado por dos mil años:
¡Cristo ha muerto!
¡Cristo ha resucitado!
¡Cristo ha de volver!

Monday, February 15, 2016

Estoy a favor de los toros

Acabo de ver un video en YouTube en donde un grupo antitaurino entra a una plaza de toros en Francia, se sientan en un círculo en la arena y se encadenan a la cintura para protestar en contra de las corridas de toros.
Una vez sentados comienzan a gritar ¡abolición! y luego encienden unas bengalas que expelen humo rojo.
El público taurino reacciona con enojo y algunos bajan a la arena a golpear a los manifestantes. Los catorce minutos que dura el video son angustiantes. Por una lado los que protestan están encadenados, no se pueden parar ni moverse a su antojo. El otro bando, los aficionados a las corridas, los tratan de arrastrar sin éxito, entonces los patean y los abofetean. Un funcionario del lugar usa una manguera que lanza agua a presión para mojar a los manifestantes. Me imagino que esa manguera se usa en contra de los toros en casos de emergencia, o tal vez para lavar la sangre derramada. Mojan con fuerza a la gente y al ver que eso no da resultado acercan el chorro a diez centímetros del cuello de un hombre, le meten la manguera bajo la camisa y lo torturan con agua.

Mientras tanto los enfurecidos espectadores que quieren ver una buena corrida, golpean a los que están infiltrados en las tribunas y les rompen sus carteles. Otros siguen tirando del pelo a las mujeres sentadas en protesta y pateándolas indiscriminadamente por la espalda. Un enfurecido anciano destroza la blusa de una mujer. Ella queda con su espalda descubierta en donde sólo se ve los tirantes de su sostén. El hombre vuelve y agarra los tirantes con violencia, lo cual me imagino ha de presionar dolorosamente los pechos de la mujer, y logra romperlos. La mujer queda con su torso desnudo.
La cosa se calma por un par de minutos pues hay gente que no quiere esa violencia, de hecho algunos toreros entran a la plaza a calmar a los enfurecidos fanáticos.
Finalmente los aficionados a las corridas de toros logran romper las cadenas y comienzan a arrastrar a hombres y mujeres por la puerta de salida, por la misma puerta por donde arrastran los toros muertos, sin olvidarse de regalarles patadas y golpes de manos como despedida.
La expresión de los rostros de los fanáticos taurinos va cambiando y se trasforma en alegría al ver cómo van arrastrando a sus “enemigos” del pelo, de las piernas, de los brazos. En son de burla les sacan los zapatos y los tiran al aire. Finalmente aplauden y cierran las puertas tras los protestantes.
Me defino: Estoy a favor de los toros. Claro, estoy a favor de ellos, quiero que vivan para el propósito que fueron creados, es decir, admirarnos de su belleza y fuerza, reproducirse y deleitarnos con su carne asada y sus pieles para nuestros zapatos, sillones y maletas. Pero no estoy a favor de que los usen para un espectáculo cruento, donde son ellos los que siempre pierden. 
Sin embargo, mi reflexión principal no va por ese lado, sino por el lado de los humanos versus humanos que se enfrentaron en el video.
No pude evitar ayer, durante mi sermón dominical, hacer alusión a este video. Para mí fue una metáfora de la lucha entre la luz y las tinieblas en este escenario cósmico.
El profeta Elías viajó 470 kms a pié (250 millas) desde el Carmelo al monte Horeb. Llegó deprimido porque una mujerzuela llamada Jezabel (¡buuuuu!) le había amenazado de muerte. Cada vez que Dios hablaba con Elías este le respondía “han matado a tus profetas y sólo yo he quedado, y a mí también me quieren matar”.
Pues bien, Dios lo hizo salir de la cueva y habló con él en el susurro apacible de una brisa. Lo más lindo que le dijo fue “vé y unge a Eliseo como tu sucesor”. ¡Qué alegría habrá sentido Elías! Hasta ahora pensaba que era el único y después de él el caos, pero Dios le informa que la mata seguirá dando. Tendría sucesor, no todo terminaría aquí.
Lo segundo que le dijo Dios, y me imagino que de alegría se desmayó Elías, fue: “tengo 7 mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado”.
Los que pacíficamente protestaban en la plaza de toros no eran 7 mil, quizás eran 70. Ellos simbolizan a los cristianos del mundo que somos espectáculo público a causa de ser leales, hasta la muerte, a nuestro Señor Jesucristo.
La plaza de toros me recordó el circo romano. El energúmeno que arrastró de los cabellos a la mujer y destrozó su blusa y su brasier me recordó a los soldados que abusaron de Santa Perpetua, una noble mártir cristiana que en el año 203, en la arena del circo en Tunisia (Africa del norte, en donde todavía siguen decapitando a nuestros hermanos cristianos), fue muerta por causa de su fe.
Hoy en día se usan toros bravos para el espectáculo, hace mil ochocientos años se usaban vacas bravísimas. Así relata el “Acta de los Mártires” el ataque de la vaca contra Perpetua: La primera en ser lanzada en alto fue Perpetua, y cayó de espaldas; pero apenas se incorporó sentada, recogiendo la túnica desgarrada, se cubrió la pierna, acordándose antes del pudor que del dolor. Luego, requerida una peineta, se ató los dispersos cabellos, pues no era decente que una mártir sufriera con la cabellera esparcida, para no dar apariencia de luto en el momento de su gloria.
Dirk Willems era un anabaptista perseguido por su fe. Huyó de la cárcel y el guardia lo persiguió. Corrían sobre el hielo de una laguna. Willems había enflaquecido mucho durante el encierro, el guardia estaba bien alimentado y el hielo cedió a su peso. Mientras se hundía pidió auxilio, Willems volvió a rescatar a su perseguidor. Fue apresado otra vez y el 16 de mayo de 1569 fue quemado en la hoguera.
Perpetua, Willems y miles de mártires, o testigos confesores de la fe cristiana, actúan de una manera tan contra corriente, que cuando muestran decoro, paz y perdonan a sus enemigos durante la persecución y la tortura, como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo lo mismo que Esteban al ser apedreado, los que tienen el poder y obran con violencia “gritan a voz en cuello, se tapan los oídos y todos a una se abalanzan sobre ellos” (Hch. 7.57).
Los cristianos no entramos al ruedo público de nuestra sociedad a responder con violencia a la violencia institucionalizada de este mundo. La violencia de la guerra, la violencia de la política, la violencia en los deportes no la atacamos con el ojo por ojo y el diente por diente, sino que la anulamos con el amor de Cristo y nos declaramos victoriosos por la sangre de un cordero indefenso. Cuando nos golpean en una mejilla ponemos la otra. Cuando nos maldicen bendecimos. Cuando nos piden la chaqueta también damos la camisa. Cuando nos obligan a llevar carga una milla, la llevamos dos. Preferimos estar encadenados a nuestros hermanos y hermanas en la comunión de los santos, antes de salir por allí como Llaneros Solitarios o como un Quijote a maltratar a medio mundo para imponer nuestras convicciones. Al contrario, preferimos recibir los golpes y las burlas, con el fin de ser los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Cristo nos dio el ejemplo. Fue llevado a la cruz y no respondió con violencia. Al contrario, perdonó a sus verdugos y murió por ellos también. De esa manera desarmó a los poderes y a las potestades, los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal. 
El pueblo santo de Dios está en este mundo para imitar al Señor. No estamos aquí para dar recetas políticas ni militares. No estamos aquí para aplaudir la violencia, venga de donde venga. Estamos aquí como anticipo del reino eterno, como fieles seguidores del Príncipe de Paz.
Por esa razón es que cada domingo nos juntamos con el pueblo santo de Dios a participar del pan y del vino, cuerpo y sangre de Cristo. Recordamos el sacrificio del Señor, sacrificio de tortura y de violencia, y a la vez anunciamos la venida victoriosa de su reino de paz.


La iglesia, los 7 mil que no han adorado a los ídolos de este mundo, no tiene poder político. Lo que si tenemos es el misterio de la Eucaristía. Le ofrecemos al mundo el pan y el vino, el cuerpo y la sangre de Cristo. ¡Eso es más que suficiente!

Sunday, February 07, 2016

Re-enfoque: el carácter, la confianza y la cara

El tiempo de Cuaresma en el mundo cristiano es algo mal entendido y controversial. Mi trasfondo evangélico en Chile despreciaba estas actividades que denominábamos “católicas”. Además, en el hemisferio sur, el tiempo de Cuaresma cae en el medio o el final del verano, por lo tanto era muy impopular dedicar tiempo a la reflexión, al ayuno, a la abstinencia o a la piedad, cuando uno andaba en las playas, o de viaje al carnaval de Río o mirando el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Así es que el miércoles de cenizas, que marca el inicio de la Cuaresma, pasaba sin pena ni gloria para nosotros.
Para algunos de ustedes que han sido evangélicos toda su vida o por mucho tiempo, observar la Cuaresma es algo nuevo y distinto. Para uds. que han sido católicos quizás todavía tenga algo de significado. Cambia la dieta, come tacos de pescado y sopa de almejas más seguido, pero sin profundizar mucho en la riqueza de la Cuaresma.
Los musulmanes también practican un mes de ayuno y sacrificio que se llama el Ramadán que en cierta manera se parece a la Cuaresma cristiana. No comen ni beben nada durante el día, solamente comen entre la puesta del sol y el amanecer. Tengo amigos que son misioneros en un país musulmán y me dicen que en ese mes todo mundo anda de mal humor, de mal carácter, mal encarados y desconfiados por culpa del ayuno y del sacrificio.
He aquí una profunda definición de la Cuaresma dada por Brian Zahnd: 
La cuaresma es una práctica que nos da espacio para reflexionar.
La cuaresma es una tradición que nos conecta con los ecos del pasado. 
La cuaresma se trata de renunciar a nuestra vida para encontrar la vida de Dios.
La cuaresma se trata de repensar y re-entrar en una historia ancestral.
La cuaresma se trata de Jesús.
Hay tres ideas claves que deseo dejarles con la enseñanza de hoy: el carácter, la confianza y la cara. Tres cosas que queremos cambiar durante la Cuaresma.
¿Para qué ayunar, para qué renunciar a ciertas cosas y actividades? ¿Solamente para demostrar lo disciplinados que somos, lo religiosos que somos, lo santo que somos en comparación a los demás?
No. La razón es hacer un espacio para centrarnos en Dios, hacer un espacio para encontrar la gloria de Dios que nos lleve a cambiar nuestra cara, nuestra confianza y nuestro carácter. 
El tiempo de la Cuaresma nos ayuda a re-enfocarnos, mirar todo de una forma fresca y nítida, con lujo de detalles. Para eso nos servirá el ayuno y la renuncia.
Déjenme contarles una historia: una mañana de día viernes del año 2002 mi hija Paloma se levantó y miró hacia la calle. Asustada por lo que vio fue corriendo al dormitorio nuestro y le dijo a Nona: ¡Mami! ¿qué le pasa a mi papi?- -¿Por qué?- le preguntó Nona. - Es que está parado en el medio de la calle mirando lejos y no se mueve-. -No te preocupes hija- le dijo Nona, - es que ayer en la tarde le hicieron la cirugía a los ojos para su miopía y ya no usa anteojos-.
Yo había usado lentes desde los 19 años hasta los 42. Casi no veía sin anteojos. Cuando me hicieron la cirugía laser, me cambió la vida. Me operaron para re-enfocar mi visión. Por primera vez en muchos años, pude despertar y mirar la hora sin ponerme los anteojos. Luego salí a la calle a recoger el periódico y me emocioné al poder leerlo sin lentes. Luego fui y me paré en el medio de la calle a mirar la avenida, los árboles y las casas tan nítidas y los autos estacionados (era una calle tranquila, sin tráfico). Era una experiencia indescriptible. Parecía un sonámbulo en medio de la calle, por eso Paloma se había asustado.
Estamos viviendo en un mundo que nos ensucia la vista, que nos hace la mirada borrosa, gris e irritada por el smog. Hay mucha basura alrededor, hay mucha niebla espiritual, hay mucha ocasión para el desánimo. Ya no tenemos visión, la esperanza se vuelve desesperanza, el futuro se nos borra del horizonte. Por esa razón es que es tan necesario que Dios nos opere la vista espiritual y logremos re-enfocarnos otra vez en la belleza de Jesucristo y su reino para poder avanzar con optimismo mirando hacia adelante.
Hebreos 12.2  Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Colosenses 3.2 Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.
Estos textos bíblicos no quieren decir que andemos boquiabiertos mirando el cielo y desconectados con la tierra. Las cosas de arriba son las cosas superiores, los asuntos elevados y sublimes, es decir, los asuntos del reino de Dios. Por contraposición las cosas de la tierra serían las que acabo de mencionar: basura, niebla espiritual, desánimo, materialismo, injusticia, etc. Al concentrarnos en las cosas de arriba hacemos espacio aquí en la tierra para que “venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Hablaremos ahora de Éxodo 34.
Les explico qué había pasado en el capítulo 32: Moisés había subido al monte Sinaí, había permanecido ahí durante 40 días, había puesto su vista en las cosas de arriba, había tenido un encuentro fabuloso con el Señor. Dios le había dado los diez mandamientos, pero cuando bajó del monte vio al pueblo en una fiesta idólatra adorando a un becerro de oro. Moisés perdió todo lo sublime que traía de allá arriba y se enojó muchísimo y quebró las tablas de la ley, mandó quemar el ídolo, lo hizo cenizas, las esparció sobre las aguas y obligó a la gente a beber esa agua. Ese día murieron tres mil israelitas. Todo quedó fuera de enfoque, desordenado y deprimido. Era necesario re-enfocarse otra vez.
En el capitulo 34 Dios le ordena a Moisés subir al monte Sinaí otra vez. 
vs. 28 Y Moisés se quedó en el monte, con el Señor, cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber nada. Allí, en las tablas, escribió los términos del pacto, es decir, los diez mandamientos. 
La palabra Cuaresma viene del número 40. Moisés fue cuaresmero, estuvo 40 días en el monte en dos ocasiones. Elías fue cuaresmero, (hablaré de él en la próxima enseñanza). Jesús fue cuaresmero, estuvo 40 días en el desierto ayunando. A propósito, en el monte de la Transfiguración aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. Fue una junta de cuaresmeros.
Si usted saca la cuenta, realmente no hay 40 días desde el miércoles de ceniza hasta el domingo de resurrección, sino 46 días. Pero si descuenta los 6 domingos tendrá exactamente 40 días, ya que la antiquísima tradición cristiana no consideraba los domingos como días de ayuno, sino de celebración. 
Volvamos al Sinaí. En ese largo encuentro de Dios con Moisés, Dios revela asuntos muy claros sobre su carácter:
Ex. 34.6 y 7 El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta generación.
Aquí van las enseñanzas que yo encuentro en este relato:
1- Dios quiere renovar nuestro carácter.
En estos versículos Dios describe cómo es él: clemente, compasivo, lento para la ira, grande en amor, grande en fidelidad, perdonador y justo.
Nosotros los seres humanos somos una mezcla perfecta de humus, es decir "tierra", y el aliento de vida de Dios. Somos hechos a imagen y semejanza de Dios. Somos socios de Dios aquí en la tierra, somos co-herederos, debemos reinar con Cristo y para eso debemos tener su carácter. Debemos ser clementes, compasivos, lentos para enojarnos, grandes en amor y fidelidad, y justos.
En estas semanas de la Cuaresma, le recomiendo que se analice en cada área de su carácter. Suba al monte con Dios y deje espacio para que él le transforme a la imagen de Jesucristo. Busque el re-enfoque y sea renovado.
Cuando Moisés bajó, en su segundo viaje de 40 días en el monte, se había tornado más clemente (ya no mandó matar a tres mil), más compasivo, más lento para enojarse (ya no quebró las nuevas tablas de piedra), grande en fidelidad y amor, aprendió a perdonar más y a ser justo.

2- Dios quiere renovar nuestra confianza.
Esta es la promesa que le hizo Dios a Moisés: 
Ex. 34.10—Mira el pacto que hago contigo —respondió el Señor —. A la vista de todo tu pueblo haré maravillas que ante ninguna nación del mundo han sido realizadas. El pueblo en medio del cual vives verá las imponentes obras que yo, el Señor, haré por ti.
Si ud. sigue leyendo el Pentateuco verá las maravillas de Dios con su pueblo. Se alimentaban cada día de una comida celestial llamada maná. Los dirigía una nube durante el día, la cual en la noche se convertía en columna de fuego para abrigarles y darles luz. Durante los cuarenta años de su peregrinaje jamás se les envejeció la ropa ni el calzado. Dios sacaba agua de las rocas para darles. Dios les ayudó a vencer a todos sus enemigos. Dios detuvo el cauce del Jordán para que cruzaran a la Tierra Prometida. 
Hoy nosotros, la iglesia, somos el verdadero Israel, el pueblo de Dios. El Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Los milagros todavía suceden. Dios quiere renovar nuestra confianza en él.
Así es que ahora, en esta Cuaresma, desempolve su fe. Pídale a Dios que haga milagros. Tenga confianza en él.
Si ud. lleva mucho tiempo sin ver respuestas a sus oraciones, le aconsejo que haga espacio para que Dios intervenga. Debemos acostumbrarnos a ver la respuesta a nuestras oraciones, no deberíamos sorprendernos de esas respuestas.
Le prediqué el evangelio a una pareja muy necesitada. Comenzaron a venir a la iglesia, se entregaron a Cristo y los bauticé. Él era dueño de camiones y esa semana que fue bautizado le robaron un camión. No tenían mucho conocimiento de la Biblia ni de la oración, pero él entendió que tenía que orar por los alimentos por lo menos. Junto a su esposa y a sus dos hijos adolescentes se tomaron de la mano y dieron gracias por los alimentos y aprovechó de decir “Señor, también te ruego que me ayudes a recuperar el camión que me robaron. Amén”.
No pasaron ni 30 segundos del “amén”, cuando sonó su teléfono celular para informarle que el camión había aparecido sin ningún daño.
Eso, sin duda, renueva nuestra confianza. 
Esto no acontecerá si usted está enfocado en otras cosas. Sólo acontecerá cuando ud. le deje un espacio en su vida para que Dios entre y actúe. Haga espacio cada día en oración. Haga espacio cada semana para venir asistir a los cultos de la iglesia. Dios llenará esos espacios con su presencia, con sanidad, con milagros que ud. no estaba acostumbrado a ver.

 3- Dios quiere renovar nuestra cara (semblante).
Ex. 34.29-35 Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas de la ley. Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz. Al ver Aarón y todos los israelitas el rostro resplandeciente de Moisés, tuvieron miedo de acercársele … En cuanto Moisés terminó de hablar con ellos, se cubrió el rostro con un velo. Siempre que entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo mientras no salía. Al salir, les comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había ordenado decir. Y como los israelitas veían que su rostro resplandecía, Moisés se cubría de nuevo el rostro, hasta que entraba a hablar otra vez con el Señor.
Cuando uno tiene un encuentro cara a cara con Dios las cosas no pueden continuar igual, algo tiene que pasar. Los encuentros con lo sublime y eterno afectan maravillosamente nuestro tiempo y nuestro espacio.
Esto es un proceso, es gradual, y a medida que pasan los días y los años, el cristiano va cambiando su semblante, su rostro, su cara. La gente lo va a notar, la gente lo tiene que notar. 
Proverbios 4.18 La senda de los justos se asemeja
    a los primeros albores de la aurora:
su esplendor va en aumento
    hasta que el día alcanza su plenitud
Cuando uno es un cristiano nuevo se viven los primeros albores de la aurora, pero a medida que va en el camino del discipulado su esplendor va en aumento hasta alcanzar su plenitud.
Tenemos un amigo cuya esposa era cristiana, pero él no lo era, y aunque no era opuesto a la fe, era un hombre de gustos y de vocabulario muy mundanos.
Un día le entregó su vida al Señor y lo bauticé. Sin embargo sus malas palabras eran su pan de cada día. Al principio lo encontrábamos chistoso, pero luego nos fastidió y entre los hombres de la iglesia le propusimos ayudarlo a lo que el accedió: la ayuda consistiría en que nos tendría que pagar US$ 5 por cada mala palabra que dijera. Pues bien, creo que le dolió el bolsillo y fue disminuyendo su mal vocabulario. 
De eso han pasado como 12 años, y precisamente dos personas, en el curso de la semana pasada, me mencionaron el tremendo cambio que han visto en todos estos años en nuestro amigo apodado “el filósofo”. El cambio de vida es posible con el Señor.
En los tiempos de Cristo cuando la gente ayunaba ponía cara triste, no se la lavaban, no se peinaban, las mujeres no se maquillaban para que todos supieran que estaban ayunando.
Jesús les dijo: 
Mateo 6.16-18 »Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.
En el tiempo de Cuaresma no le ande diciendo a todo mundo que ud. está ayunando, o que está a dieta, o que está absteniéndose de algo. Que su rostro brille por si solo, como el de Moisés, por estar en la presencia del Señor.
San Pablo nos ordena:
Filipenses 4.4-5 Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca.
Es imposible estar alegre sin que la gente lo note. El rostro nos delata. Por lo tanto expresemos nuestra alegría. Cuando ud. necesita pedirle un favor a un desconocido, ¿no se fija en su rostro primero? ¿no se fija si la persona le sonríe o no? ¿no nota primero que esa es una persona amable?
Al dedicar la Cuaresma al Señor ud. va a sentir alegría. Lo notarán su esposa, sus hijos, sus padres, sus maestros en la escuela, sus jefes. También su amabilidad será evidente a todos. Fíjese que el versículo termina diciendo que “el Señor está cerca”. Esta frase podría tener dos significados: 
1) El Señor ya viene en su segunda venida a la tierra. Si es así, vaya ud. al aeropuerto a mirar los rostros de las personas que están esperando un vuelo. Tienen alegría, son amables, están entusiasmados por la espera. Cristo viene, alégrese en el Señor, que su amabilidad sea evidente a todos.
2) Podría indicar “el Señor está “aquí”, alrededor nuestro. Es crucial que los cristianos dejemos de pensar acerca del reino de Dios como algo etéreo, más allá de las nubes, en localidades espirituales quién sabe donde. Cuando el Señor Jesucristo dijo “el reino de los cielos se ha acercado” quiso decir que él lo trajo y está disponible para nosotros aquí y ahora que ya somos ciudadanos de ese reino. Por lo tanto “el Señor está cerca” nos tiene que transformar el rostro llenándolo de alegría y optimismo.
Romanos 10.7 No digas en tu corazón, “¿Quién subirá al cielo?” (esto es, para hacer descender a Cristo) ni “¿Quién descenderá al abismo?” (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Más bien, ¿qué dice?: Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.
Si Cristo vive en tu corazón demuéstralo en tu semblante.
Oremos: Te rogamos, oh Señor, que tú nos des pleno conocimiento de todas tus misericordias para que nuestros corazones sean llenos de pura gratitud y así alabemos tu nombre con nuestros labios y nuestras vidas, entregándonos enteramente a tu servicio, caminando ante ti en santidad y justicia cada día de nuestra vida; te lo rogamos, Padre, mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien contigo y el Espíritu Santo sea toda alabanza, gloria y honor por siempre. Amén.