Sunday, February 15, 2009

Sanidad Interior.


Introducción: Somos el pueblo de Dios.

Deuteronomio 7.6-10.

            Así como Dios sacó a su pueblo Israel de Egipto y lo hizo su pueblo especial, así Dios nos sacó de la insignificancia y hoy su Iglesia, en el Nuevo Pacto, es su pueblo.

            La Biblia se divide en dos partes, el Antiguo y el Nuevo Testamento.  Desgraciadamente la palabra “testamento” ha cambiado de significado y hoy en día se refiere al documento que uno escribe antes de morirse para establecer la última voluntad.  Sin embargo, el significado original de la palabra es convenio, pacto, contrato.  Así es que el Antiguo Testamento es el antiguo convenio o pacto que Dios hizo con Israel y que éste falló y no le cumplió a Dios.  El Nuevo Pacto es el que Dios decidió hacer con el resto de la humanidad a través de Jesucristo y en ese estamos incorporados nosotros.

            Por muy atractivo que sea el pueblo judío y la nación de Israel, no nos olvidemos que ellos rechazaron a Jesucristo.  Hoy, nosotros somos el verdadero Israel del Nuevo Pacto.  El verdadero pueblo de Dios.

            Un pueblo es una comunidad de gente que posee una identidad con características propias: historia, cultura, forma de hablar, costumbres, arte, cosmovisión.

            Tenemos un patrimonio, una herencia que Dios le dio a los apóstoles y de allí viene la verdad que transmitimos.

            ¿Para qué quiere Dios un pueblo aquí en la tierra?

Isaías 62.   Para su deleite (4), para su regocijo (5), para su alabanza (7), Ver 12 también.

Deuteronomio 4.5-8.  El vivir sus mandamientos difundirá el conocimiento de Dios encarnado en su pueblo.

            Dios no quiere tener un pueblo encerrado, apartado, sino un modelo para el mundo.

            No centrípeto, sino centrífugo. Luz para el mundo. Sal de la tierra.

 Características del pueblo de Dios:

1)      Sabe vivir: los discípulos son aprendices.  Aquí se aprende a ser marido, a ser padre, a ser trabajador, etc.

2)      Familias sólidas: marido amoroso, esposa que se somete, jóvenes castos, señoritas puras, niños respetuosos.

3)      Responsables: diligentes, respetuosos, hablar bien, no ofende, y si lo hacemos, pedimos perdón, sabemos comer, administrar el dinero, descansar, jugar, estudiar, limpieza (casa prolija, cómoda), deberes cívicos, amor al prójimo.

4)      Próspero: Es laborioso y esforzado, cuenta con la bendición de Dios.

a.      Espiritual.

b.      Familiar, cultural, etc.

A veces pasamos por apremios, por pruebas, para saber si le servimos por los panes y los peces.

            Seremos cabeza, y no cola.

            El mundo quiere prosperar, pero en avaricia.

            El pueblo de Dios prospera y es generoso, para compartir a los necesitados en amor.  “No había entre ellos ningún necesitado”.

5)      Es sano, hermoso y feliz. ¿Por qué? En él todos se sienten amados, realizados, hay orden, hay paz, hay reposo.  Somos libres de tensiones, resentimientos, angustias, depresiones.  Cuando hay gozo y paz interior, los glóbulos rojos saltan de alegría, pero cuando no hay, el corazón sufre.

Tenemos el fruto del Espíritu, que es el aceite del motor.

El 60% de las enfermedades son psicosomáticas. 

6)      Es fuerte.  Ningún otro pueblo tiene nuestra fuerza que reside, no en armas nucleares, sino en la santidad que es la fuerza moral, la corrección, la limpieza.  La fuerza de un estudiante, de un trabajador, de un comerciante.  Por eso somos invencibles, los pueblos serán aplastados junto a Satanás bajo nuestros pies.  Si Dios es con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?

El pueblo no crece con técnicas modernas, sino porque tenemos lo que el mundo necesita, el remedio de todos los males es Cristo.  Su palabra, su Espíritu Santo.

Israel le falló a Dios: Salmo 81.13-14.  Nosotros no le vamos a fallar.  Hoy en día, nosotros somos el verdadero Israel de Dios.

            Somos un testimonio colectivo, “una ciudad sobre un monte”.  El viajero perdido llega de noche a la ciudad por su iluminación.  No había alumbrado público, la luz venía de una lámpara de aceite en cada hogar.

            Hay que sacar todo lo que impide la irradiación de la luz de Dios. De eso se trata la Sanidad Interior de la cual hablaremos el próximo domingo.       

2 comments:

  1. Me he covertido en un lector asiduo de tu blog. Como lo he dicho anteriormente está excelente, pués en él me edifico... Mi comentario tiene que ver con tu más reciente reflexión bíblica o prédica. efectivamente el pueblo de Israel le falló a Dios, lo ideal es que nosotros tampoco le fallemos. pero lamentablemente somos proclibes a fallarle y de hecho en ocasiones le fallamos, pues en nuestra condición humana aun prevalece el hombre viejo, y le fallamos de diversas maneras: de pensamiento, de obra y de omisión de obra,pero a diferencia del pueblo de Israel Abogado tenemos, Jesucristo el Justo. Amén...

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  2. Gracias, Nicolás, por tus comentarios. Yo creo que debería haber dicho que no le fallaríamos a Dios "intencionalmente", porque es verdad, siempre le fallamos, pero no porque seamos rebeldes y tozudos, sino porque no le apuntamos al blanco. La práctica hará al experto.

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