Este año 2009 queremos ser más específicos en cuanto a esa relación y vamos a subrayar constantemente la razón para lo cual existimos como iglesia.
La iglesia del Señor es como una casa, no estamos hablando del edificio, porque la Biblia dice que Dios no habita en templos hechos por manos humanas, sino que ahora habita en el corazón de las personas.
La Biblia nos dice que la iglesia es como… y luego agrega una metáfora: Una novia, una esposa, un campo donde se siembra, una familia, un reino, una nación, etc. Este año vamos a enfatizar que la iglesia es la Casa de Dios.
Debemos, en primer lugar, conocer los planos de esta casa. La iglesia no puede ser una organización que tenga fundamentos humanos. La Iglesia Católica tiene por un lado la Biblia, y por el otro a la tradición, que es una fuente humana de autoridad. Los mormones tienen por un lado a la Biblia y por otro lado el Libro del Mormón, de origen humano. Los Testigos de Jehová tiene la Biblia por un lado (mal traducida) y por otro las publicaciones de sus líderes desde Russel hasta ahora. Nosotros sólo tenemos la Biblia, somos una iglesia bíblica. “Donde la Biblia habla, nosotros hablamos. Donde la Biblia calla, nosotros guardamos silencio”. Consideramos la Biblia como el único plano autorizado para construir la casa del Señor.
La casa de Dios no puede tener nombres humanos como luterana, wesleyana, menonita (Aunque Martín Lutero, Juan Wesley y Menno Simons fueron grandes hombres de Dios, siguen siendo humanos y mortales). No debe llamarse por una característica que tenga: presbiteriana, metodista, bautista, pentecostal. No debe llamarse por la característica geográfica que tenga: anglicana, romana, griega, siriaca. La iglesia del Señor tiene nombres y características que están reveladas en la Biblia. Es por eso que nuestra iglesia es, sencillamente, cristiana, sin apellidos. Y nos regimos por lo que dicen los planos del Nuevo Testamento en cuanto a su construcción.
Si no hacemos caso de los planos, entonces vamos a construir algo diferente a lo que Dios quiere que construyamos.
Dios está construyendo su iglesia, su casa, y nos invita ayudarlo a construir con él. De eso se trata este asunto de ser cristiano y de “venir a la iglesia”.
1 Corintios 3.9-13.
Como dice San Pablo, todos somos constructores, algunos pasivos, otros activos. Todos, de una u otra manera, afectamos la manera en que la congregación se edifica.
Imaginémonos que usted es invitado a casa de alguien que quiere ser su amigo. Usted llega y ve que el porche de entrada está sucio y que el foco está fundido. Golpea y siente que hay ruido adentro, pero se tardan en abrir. Luego usted se siente espiado por el ojo mágico. Están viendo quién es, y usted se pone medio nervioso. Finalmente abren, le dan la bienvenida y lo hacen pasar a la sala. La sala es cómoda, pero un poco desordenada. Alguien levanta unos zapatos y una toalla del sillón, y le dicen al perro que se acueste en la alfombra. Hay otros invitados, pero parecen aburridos. Uno que otro lo saluda. Hay unos dos o tres que lo miraron de arriba a bajo y no le saludaron Usted no puede conversar bien porque la tele está prendida y se desconcentra mirando un cuadro que está medio chueco.
Al rato le invitan a pasar al comedor, pero usted a estas alturas no tiene muchas ganas de comer allí con esa gente y se disculpa que tiene “un compromiso”. Le insisten que pase aunque sea a tomarse un cafecito. Solamente usted y otros dos pasan al comedor. El mantel está sucio. Recién comienzan a preparar el café, los demás se quedan en la sala y solamente usted ve que la esposa está afanada en la cocina, nadie la ayuda. Se nota que tiene mucho que hacer en la cocina. Finalmente llega el café. Usted tiene ganas de galletas, pero nadie ofrece, así es que se toma el café así no más. Se despide apurado y se va de esa casa sin tener deseos de volver.
Imaginémonos ahora una situación totalmente distinta. Usted llega a la casa y la entrada está bien iluminada y limpia. De hecho la puerta está abierta y usted entra con toda confianza. Ve que en la sala hay varias personas que a los minutos le caen bien, todos lo saludan y la mayoría se aprende su nombre. Siente usted el aroma de un rico café y de pan o cake horneado. La casa está limpia, todo está en su lugar, el perro está en el patio y la tele está apagada. A usted le encanta la conversación, la música y finalmente se sienta cómodamente en el sillón con un refresco en la mano y se cruza de piernas.
Usted ve que algunos invitados, que son amigos del dueño, constantemente entran y salen de la cocina. Se nota que están ayudando a su esposa y se oye la pregunta ¿en qué te ayudo? Y también las instrucciones que ella les da. Finalmente lo invitan al comedor, usted ya tiene hambre y con los olores ricos y el movimiento en la cocina está listo para entrar al comedor. Pide pasar al baño, se lava las manos. Se sienta y disfruta una rica comida, una buena conversación, de hecho, hasta usted mismo se sorprende que haya conversado tanto e incluso haya compartido con los demás algo de su vida personal. Recibe buenos consejos y se le pasa el tiempo volando.
Usted quedó con ganas de volver. Acepta la invitación a volver otra vez, pero ya se siente con más confianza y disfruta totalmente la velada. Usted piensa que es mucho mejor estar en esta casa que en cualquier otro lugar. Al final de la cena usted mismo ayuda a recoger los platos y llevarlos a la cocina. Se acomide a sacar la bolsa de basura.
Cuando el dueño de casa le dice que se sienta con la libertad de invitar a sus amigos, usted lo hace de buen gusto y la próxima vez llega derechito a la cocina para ayudar en lo que sea, con tal de que sus amigos también disfruten de la velada.
La casa de Dios es exactamente igual: Tiene una sala, un comedor y una cocina. Dios quiere que usted se sienta cómodo al entrar en su casa. Él no quiere que nadie lo expulse de allí, que todos lo saluden, que todos le hagan sentir que usted no es una visita, sino un invitado especial.
La sala de la Iglesia Ágape es el servicio de adoración de los domingos. Es a este lugar en donde la gente llega por primera vez a conocer al Señor y a su Iglesia. Por lo tanto las primeras impresiones serán muy importantes. Puede ser que la persona no quiera volver porque se sintió incómoda o rechazada. Pero nuestra labor es que las personas vuelvan una y otra vez a la sala a pasar tiempo con nosotros y con Dios.
El objetivo principal de estar en la sala de adoración a Dios es para que la gente AME A DIOS.
Sería triste que la gente venga nada más a la sala y se fuera. Dios quiere que la gente no sólo le ame a él, sino también que ame a los demás. Por lo tanto esperamos que la gente pase al comedor. Allí la reunión será más chica, pero habrá más intimidad, y usted podrá amar a los demás y también sentirse amado/a.
El comedor de la Iglesia Ágape son los grupos pequeños o grupos levadura. Allí Dios quiere que la gente AME A LOS DEMÁS.
Finalmente, si usted ya es un habitante de la casa de Dios, él quiere que usted sirva, que se meta a la cocina, que haga algo por el resto del mundo, así es que la cocina de la Iglesia Ágape son los ministerios de servicio, porque Dios quiere que la gente SIRVA AL MUNDO.
Todo lo que hagamos en Ágape de ahora en adelante, tiene que estar alineado en estas tres frases: Amar a Dios, Amar a los demás y Servir al mundo. Queremos que la gente no se estanque en la sala, queremos movimiento, de la sala al comedor, del comedor a la cocina, de la cocina al garaje (para ser enviado) y de la cocina a servir en la sala y en el comedor.
¿En qué lugar de la casa del Señor estás tú hoy?
Si has estado viniendo a la sala por mucho tiempo, te invito a un compromiso más profundo con Dios. Seguramente tú dices que AMAS A DIOS. Te invitamos al comedor. Tenemos grupos pequeños en donde puedes sentarte a conversar con amigos/as que tienen tus mismos problemas y que leen la Biblia para encontrar consejo y soluciones. No importa tu edad: los niños tienen su grupo pequeño, su comedor, lo mismo que los jóvenes, los músicos, los líderes. Dios quiere que tú AMES A LOS DEMÁS. 1 Juan 4.20. Lucas 10.27.
Finalmente si has estado en la casa del Señor por un tiempo y ya estás participando de un grupo levadura, es tiempo de que comiences a SERVIR AL MUNDO, que entres a la cocina, que te arremangues, que sirvas en algún ministerio con el fin de que otros conozcas de la casa del Señor.
Fíjate que la cocina está conectada al garaje. Desde allí uno es enviado ya sea para otra ciudad, otro pueblo u otra casa, o para ir y volver trayendo todo lo necesario para que la casa funcione.
El llamado más grande que tú puedes recibir de parte de Dios es “salir” y predicar su palabra. Para algunos será dentro de Ágape, preparándose y yendo a buscar a los perdidos. Para otros será ir a las cárceles y los hospitales, a Tijuana, a los homeless, a los drogadictos, al Encuentro Matrimonial. Para otros será irse de misionero fuera de EEUU o irse a un Colegio Bíblico a prepararse.
No se nos olvide, esto es simple. Vamos a construir la iglesia del Señor, vamos a edificar la casa de acuerdo a las instrucciones bíblicas. Recuérdense que el plano dice que debemos: AMAR A DIOS, AMAR A LOS DEMÁS Y SERVIR AL MUNDO.
En los próximos domingos estaremos hablando de la sala (amar a Dios), del comedor (amar a los demás) y de la cocina (servir al mundo).
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