Martes 21 de noviembre de 2mil6.
Anoche llegamos a Nairobi de regreso de Masai-Mara. Esa reserva de animales es la prolongación norte del parque Serengeti de Tanzania. El campamento de los misioneros adventistas, con los cuales nos quedamos, está sobre una meseta que mira la llanura del parque. Me quedé asombradísimo cuando me llevaron a la carpa donde me hospedaron, y desde allí, a una cuadra de distancia había tres jirafas. Estos misioneros construyen escuelas, clínicas médicas, edificios de iglesia y cualquier tipo de mejoramiento para el pueblo Masai. Han tenido la brillante idea de construir carpas de lujo para los turistas que vienen de safari; el dinero que entrará será usado para la obra misionera.
El día sábado fuimos a visitar la reserva provistos de lentes de larga vista y cámaras. La palabra correcta en suahili es safari, que quiere decir viaje. Los animales que hemos visto en los zoológicos están aquí en su ambiente natural: elefantes, cebras, jirafas, distintos tipos de gacelas, leopardos, monos babún, jabalíes, leones, hienas, hipopótamos (les he descrito los que vi personalmente). Lo más llamativo para mí fue la manera que las elefantas se ubican en círculo para proteger a los pequeños cuando nos acercamos en la camioneta, también me asombró ver a una hiena solitaria comiéndose una cebra rodeada de buitres esperando su turno, y más adelante dos leones comiéndose una gacela. Todos los turistas mirábamos prácticamente en un silencio reverente, no sé porqué, hablando en voz bajita. Era impresionante.
Por tres días comí muy sano, los adventistas son vegetarianos, y dormí en un lugar muy cómodo en donde reciben los grupos misioneros que vienen a ayudarles. En la noche las cebras se pasean entre las carpas alimentándose y a veces relinchan muy fuerte. Aunque no soy miedoso, no niego que en la noche sentía cierto respeto y temor.
El domingo Paloma, muy entusiasmada, me vino a decir que desde la aldea masai vinieron a pedir ayuda para una mujer que estaba dando a luz. Ella y Lindsey, la enfermera, fueron corriendo, pero llegaron cuando la niña ya había nacido. En la tarde me llevaron a dejarle agua a la mamá y le sacamos fotos a la recién nacida. Pensaba yo en el nacimiento de nuestro Señor, en circunstancias similares. La casa no es muy diferente a un establo, el piso de tierra lo cubrieron con un plástico negro para que la señora dé a luz, a un lado se ve un fogón y unas teteras, un par de camas y nada más.
Lo que compramos para los niños de la escuela lo dejamos en el campamento misionero ya que los niños salieron de vacaciones hasta enero. El lunes fuimos a comprar algo de artesanía a la aldea de los masai. Me llamó la atención que todas sus construcciones son circulares: sus casas, el enclave de los animales, la aldea misma. Fuera de la aldea tienen un mercadito que también es circular, en donde las mujeres vendes sus artesanías. Me pregunto, ¿por qué los misioneros les construyen edificios de iglesia rectangulares en vez de circulares?
Creo que estar un rato con los masai fue lo más lindo de ese viaje. Yo, que colecciono bastones y varas de caminar (cayados) quedé encantado con el cayado de Ben, el jefe de la tribu, quien nos acompañó siempre muy amistoso. Cuando entramos al mercadito fuimos a ver los bastones que allí vendían, pero le dije a Ben que me gustaba el suyo, me lo vendió en 20 dólares, así es que ahora tengo en mi posesión un cayado de nada menos que el jefe de una miñata (aldea masai).
Los masai son un pueblo muy primitivo, no tienen ninguna comodidad moderna, quizás una que otra bicicleta que en estos caminos tan malos no sirven para nada. No tienen electricidad ni agua potable y viven en sus bomas que no tienen ventanas. Los niños más pequeños se asustan al vernos porque, según nos dijeron los adultos, piensan que nos hemos quemado, ya que cuando ellos se queman con agua caliente, por ejemplo, la piel se les pone de nuestro color.
Visitamos una escuelita que se reúne en el edificio de una iglesia. Ellos todavía no salían de vacaciones. Había una maestra y un maestro. El maestro me trató como que si yo fuera el ministro de educación de Kenia, me dio un reporte de sus actividades, de las clases, de los uniformes, del único pizarrón que tienen, etc. Yo no hallaba cómo comportarme ya que los niños me miraban con mucho respeto. Me acordé de la película La Vida es Bella, donde Guido se hace pasar por el delegado de educación y va a inspeccionar una escuela con el fin de ver a su amada Dora. En este caso mi amada Nona estaba a 15 mil kilómetros de distancia. Tienen a todos los niños juntos en la iglesia y los dividen en tres grupos. Muchos están entendiendo que la educación es lo único que los puede salvar de su primitivismo. Si las niñas se educan y pasan años en la escuela no las circuncidan. Si los niños se educan entonces no tienen que estar cuidando las vacas todo el día. Si los jóvenes adultos están educados, entonces ellos mismos pueden elegir esposa.
Volvimos el lunes en la noche a Nairobi. Constanza había invitado a su grupo de oración, eran seis personas, más nosotros, en la pequeña sala. Cantan a voces, ¡preciosos cantos!, luego leyeron el evangelio de Lucas 7.11-16 y uno de los líderes se puso a predicar. Luego expusieron peticiones de oración y oraron, todos de pie, y al final Constanza sirvió té con leche y sándwiches. Los sándwiches eran pan de molde con margarina, poquita margarina, en un solo lado. Las muchachas, entre ellas Paloma, estaban ansiosas para que los hermanos se fueran luego porque querían ver la teleserie Secreto de Amor que aquí la muestran los lunes y martes, obviamente que traducida al inglés. Es chistoso escuchar el doblaje. La gente está enviciada con esta teleserie, todo mundo la ve.
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