Los últimos días u horas de la vida de alguien en la tierra son recordadas con especial atención. Uno siempre se recuerda de la última conversación, el último viaje, la última vez que comimos juntos, las últimas palabras que mencionaron.
En el caso de nuestro Señor Jesucristo es similar. La gente tiene una vaga idea de cuándo va a morir. Hay muy pocas personas que le atinan en cuanto al día de su muerte. Hay un dicho chistoso que dice que uno muere de dos cosas nada más: “De enfermedad o de repente”. A menos que uno esté desahuciado por los médicos y sepa que los días están contados, la mayoría no sabemos el día de nuestra partida.
En el caso de Jesucristo es totalmente diferente, él sabía exactamente cuándo iba a ser crucificado. De hecho él dijo, “Por eso me ama el Padre: porque entrego mi vida para volver a recibirla. Nadie me la arrebata, sino que yo la entrego por mi propia voluntad. Tengo autoridad para entregarla, y tengo también autoridad para volver a recibirla”. Juan 10.17, 18.
Sabiendo cuando llegaba su hora fue preparando todo, llevando a cabo su plan, sus discursos, su despedida. No es, entonces, extraño ver que sus conversaciones con sus discípulos en las últimas semanas se centraban en torno a su último viaje a Jerusalén en donde sería entregado en manos de los que lo crucificarían. También, en el discurso más largo antes de la semana de la pasión se refirió al fin del mundo y a advertirle a sus discípulos de lo que les sucedería, tanto a sus seguidores inmediatos, allí en Jerusalén, como a nosotros, sus seguidores lejanos en el tiempo en toda nación del mundo.
Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21 relatan este discurso sobre las señales antes del fin.
Mateo 24. 1 Jesús salió del templo y, mientras caminaba, se le acercaron sus discípulos y le mostraron los edificios del templo. 2 Pero él les dijo: —¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra, pues todo será derribado. 3 Más tarde estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, cuando llegaron los discípulos y le preguntaron en privado: —¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?
En aquellos tiempos era común que los maestros enseñaran a sus discípulos mientras caminaban. Caminando hacia el Monte de los Olivos, sus discípulos hacen comentarios acerca de la grandeza de los edificios del templo. Es aquí donde Jesús predice la destrucción del templo. Cuando dice “no quedará piedra sobre piedra” es una hipérbole, una exageración. De hecho todavía está en pie uno de los muros del templo, en donde oran hoy los judíos. Pero la devastación que hicieron los romanos, en el año 70 D.C. fue tan grande que con el incendio que hubo el oro se derritió y cayó entre las rendijas de las piedras, por eso es que removieron lo más que pudieron para encontrar oro.
Luego, desde el Monte de los Olivos, Jesús contesta esta pregunta que tiene dos secciones: 1) ¿Cuándo sucederá eso? (La destrucción del templo) y 2) ¿Cuál será la señal de la venida de Cristo y del fin del mundo?
4 —Tengan cuidado de que nadie los engañe —les advirtió Jesús—.5 Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: "Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos. 6 Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin.7 Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes.8 Todo esto será apenas el comienzo de los dolores.
9 »Entonces los entregarán a ustedes para que los persigan y los maten, y los odiarán todas las naciones por causa de mi nombre.10 En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe; unos a otros se traicionarán y se odiarán;11 y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos.12 Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará,13 pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.14 Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.
Comienza advirtiéndoles de los engaños que vendrían a los judíos convertidos. En esta respuesta hay una mezcla de lo que pasaría antes de la destrucción de Jerusalén y también de lo que pasaría antes del fin del mundo. Muchas veces las profecías contienen esa ambigüedad de lo inmediato con lo lejano. Tanto entonces como ahora, dice el Señor, que habrá: engaños, guerras, hambrunas, terremotos, falta de fe, traiciones, odios, el enfriamiento del amor. También dice que el evangelio tendría que ser predicado a todas las naciones antes del fin. Hoy en día todas estas señales parecieran estar cumplidas.
A continuación comienza a dar respuesta a la primera pregunta, ¿Cuándo sucederá eso? (La destrucción del templo).
15 »Así que cuando vean en el lugar santo "el horrible sacrilegio", de la que habló el profeta Daniel (el que lee, que lo entienda)… El terrible sacrilegio ocurrió cuando un grupo de revolucionarios judíos llamados zelotes, asesinaron a los sacerdotes en el mismo templo en el año 66. Esto lo había predicho el profeta Daniel. 16 los que estén en Judea huyan a las montañas. Según los historiadores, esto fue lo que hicieron los primeros cristianos de Jerusalén acordándose de lo que Jesús había dicho: huyeron a las montañas. Los soldados romanos vinieron a la ciudad a destruirla y era mejor ocultarse en las montañas. 17 El que esté en la azotea no baje a llevarse nada de su casa. Las azoteas eran planas y allí la gente oraba y secaba ropa o alimentos. Las casas eran pareadas y uno podía pasar de una azotea a otra. Al final había una escalera hacia la calle y era la manera más rápida de huir. 18 Y el que esté en el campo no regrese para buscar su capa. Los campesinos iban abrigados con una capa en la mañana a trabajar, pero cuando entraban en calor, dejaban su capa doblada a la orilla del campo. Jesús les recomendaba huir sin buscar la capa debido a la premura del tiempo. 19 ¡Qué terrible será en aquellos días para las que estén embarazadas o amamantando! Piensen ahora mismo cómo sufren las madres en el terremoto de Chile por tener que huir de los tsunamis o de las réplicas. Piensen en la aflicción de no tener comida para los niños. Así era también en aquel entonces cuando el ejército romano les atacó. 20 Oren para que su huida no suceda en invierno ni en sábado. En invierno porque los “wadis” o arroyos secos, en invierno se llenaban de agua y barro e interrumpían los caminos para huir. En sábado a los judíos no se les permitía andar a caballo o en burro y sólo podían caminar un km fuera de la ciudad. 21 Porque habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás.22 Si no se acortaran esos días, nadie sobreviviría, pero por causa de los elegidos se acortarán. Daniel hablaba de un período de 1335 días en su profecía, que serían muy largos para que los judíos aguantaran tanta tribulación y salvajismo con que fueron atacados. 23 Entonces, si alguien les dice a ustedes: "¡Miren, aquí está el Cristo!" o "¡Allí está!”, no lo crean.24 Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos.25 Fíjense que se lo he dicho a ustedes de antemano.
26 »Por eso, si les dicen: "¡Miren que está en el desierto!”, no salgan; o: "¡Miren que está en la casa!" , no lo crean.27 Porque así como el relámpago que sale del oriente se ve hasta en el occidente, así será la venida del Hijo del hombre.28 Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres.
Esto también es advertencia para nosotros hoy en día. Hay muchos falsos Cristos y falsos profetas. Debemos estar atentos para no ser engañados. Desde entonces y hasta hoy no nos debemos deslumbrar por las señales y milagros, porque una de las intenciones de los falsos profetas, según el Señor, es “engañar” a los elegidos. Ahora que ocurrió el terremoto de Chile se supo que un profeta de Nigeria había predicho el terremoto y el tsunami en diciembre pasado. Yo creo que sí es posible que un profeta de Dios advierta de estas catástrofes, pero también soy un poquito escéptico, porque predecir un terremoto en Chile es como anunciar un huracán en la Florida o una tormenta de arena en el Sahara, o un tornado en Kansas o sequía en el Sur de California. También predijo el terremoto de Chile el Mago Yin, de El Salvador, que entre otras cosas ha predicho que la final del mundial de fútbol 2010 será entre Alemania y Brasil. Sería interesante que alguien prediga que la final será entre Chile y México.
Aquí, en el vs. 27 el Señor nos dice cómo será su venida: como un relámpago. Rápida, imprevista, luminosa, se vería de un extremo a otro.
El asunto de los buitres tiene que ver con el juicio de Dios. Los judíos pensaban que una de las cosas más triste para la dignidad humana era que un cadáver fuera comido por los animales. Eso pasó cuando los romanos mataron a miles de judíos cuyos cadáveres quedaron a la intemperie y también pasará cuando Cristo venga, como señal de juicio.
29 »Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días,
»"se oscurecerá el sol
y no brillará más la luna;
las estrellas caerán del cielo
y los cuerpos celestes serán sacudidos" .[b]
El Señor está citando aquí las profecías de Isaías que hablaban del juicio final.
30 »La señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y se angustiarán todas las razas de la tierra. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria.31 Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo.
El Señor nos enseña que su venida será un solo evento y será repentina. Se verá una señal en el cielo. Recuérdense que él ascendió a los cielos en una nube. Los ángeles les dijeron a los apóstoles “Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse”. La Biblia no nos enseña que Cristo vendrá secretamente a llevarse a unos pocos en un rapto secreto o en un arrebatamiento como lo ha hecho famoso Tim LaHaye con sus novelas de religio-ficción “Left Behind” o “Dejado atrás” en donde se dice que Cristo volvería después de 7 años en la parte B de su segunda venida, que en realidad entonces sería la tercera venida. No. La Biblia dice que “todo ojo lo verá”, todo mundo lo verá, habrá angustia en los que lo han rechazado. Dice que sonará un gran trompeta universal. Los judíos así esperaban que viniera el Mesías, Pablo también dice que sonará la trompeta o el shofar, el cuerno de carnero, que anunciaba la venida de los reyes, los grandes acontecimientos. Y Jesús también dice que los ángeles nos reunirán a nosotros (vivos o muertos) de un extremo a otro del cielo, es decir, de los cuatro cabos de la tierra.
32 »Aprendan de la higuera esta lección: Tan pronto como se ponen tiernas sus ramas y brotan sus hojas, ustedes saben que el verano está cerca.33 Igualmente, cuando vean todas estas cosas, sepan que el tiempo está cerca, a las puertas.
Aquí el Señor pone el ejemplo del árbol que cuando le salen las hojas anuncia que viene la primavera. La higuera es un símbolo de Israel. Esta nación ya ha florecido, por lo tanto, el tiempo está cerca.
34 Les aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan.
Aquí responde la primera pregunta, acerca de la destrucción del templo, diciendo que se cumpliría en esa generación. Esto lo habla Jesús en el año 33. El templo fue destruido en el año 70, es decir como 40 años después, o sea, lo equivalente a una generación.
35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán. Al decir esto Jesús dice que sus palabras son inmutables. No son palabras de un vidente, de un profeta, de un iluminado, de un gurú. Son las palabras del mismo Dios.
Cuando hablamos de la venida del Señor la mayoría de nosotros se asusta y comienza a pensar de inmediato en una fecha. Sacamos cálculos, vemos si nos conviene o no. Cada jueves tenemos nuestra noche familiar, cenamos y después oramos y leemos la Biblia. Esta semana leímos este capítulo y cuando conversamos acerca de la venida del Señor pregunté si queremos que el Señor venga ya, ahora. Karlo dijo que no, porque él quería terminar sus estudios primero. Paloma dijo que no quería que viniera el Señor porque quería pagar sus deudas primero. Nona dijo que sí, para NO pagar sus deudas.
El Señor no nos pide opinión. Él dijo: 36 »Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. Que bueno que el Señor no hace encuesta para decidir cuándo ha de enviar a su Hijo por nosotros. Al final del primer siglo de la iglesia había gente que se burlaba de la venida del Señor y decían que había una tardanza. Pedro les respondió. 2 Pedro 3. 9 El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan. 10 Pero el día del Señor vendrá como un ladrón.
El resto del capítulo y luego en el capítulo 25 Jesús nos anima a estar preparados para su venida y lo ilustra con 7 parábolas.
1) El diluvio (cómo la gente estaba despreocupada en fiestas hasta que llegó el diluvio) 24.37.
2) Dos hombres en el campo, dos mujeres moliendo trigo (el que es tomado es en el sentido negativo de ser llevado a juicio, como cuando la policía llega a tu casa y “uno es tomado y el otro es dejado”) 24.40.
3) El dueño de casa que espera al ladrón y está preparado, 24.43.
4) El siervo fiel y prudente que cuida de los bienes de su amo hasta que él llega, 24.45.
5) La historia de las 10 jóvenes solteras, 5 insensatas y 5 prudentes, Cap. 25.
6) La historia de las monedas de oro que el dueño las dio para esperar buena inversión, 25.14.
7) La separación de las ovejas de los cabritos, 25.31.
Ahora, terminemos esta enseñanza buscando en este último discurso público de Jesús los consejos que debemos seguir hoy nosotros sus seguidores.
Debemos:
1) Mantenernos fieles hasta el fin (24.13).
2) Mantenernos despiertos porque no sabemos el día (24.42).
3) Estar preparados (24.44).
4) Mantenernos despiertos porque no sabemos el día ni la hora (25.13).
5) Cuidar del hambriento, el sediento, el forastero, el sin ropa, el enfermo y el encarcelado.
Si hacemos todo esto, usted y yo podremos decir, al tiempo de su venida o al tiempo de nuestra muerte, las mismas palabras que dijo San Pablo: He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás, me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me dará en aquel día, y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida. 2 Tim. 4.7, 8
En aquel día escucharemos de los mismos labios del Señor: "¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!".
Yo quiero compartir la felicidad de mi Señor. Yo quiero ver su rostro cuando él venga en las nubes y quiero encontrar mi mirada con la suya. Quiero ver su rostro sonriente, quiero que se ponga alegre al verme y quiero compartir ese gozo. (Contar el sueño que tuve cuando niño).
Es posible que algunos de ustedes estén pensando que el día en que Cristo vuelva va a ser un día triste. Piensan que no van a poder mirarlo cara a cara. Déjenme decirles que es verdad. Nosotros, por lo que somos, por nuestros propios méritos, no merecemos estar de pié delante del Hijo del Hombre cuando venga en gloria y majestad. Somos malos, somos pecadores, no merecemos nada de parte de él. Pero déjenme darles una buena noticia: para eso fue precisamente a lo que vino el Señor. Él vino a pagar nuestra deuda que teníamos con su Padre Celestial, él vino a llevarse la carga de nuestro pecado. Él vino a ofrecernos el regalo de su salvación para que cuando estemos delante de él en su venida, no nos presentemos con nuestras vestidos sucios, manchados e inmundas, sino que nos presentemos con las ropas blancas de lino fino, limpio y resplandecientes que fueron lavadas por la sangre de Cristo, con el sello de Dios en nuestras frentes, con la garantía, el enganche del Espíritu Santo en nuestros corazones. La salvación que Dios nos otorga a través de Jesucristo no por obras, como dice la Biblia, sino por gracia. Gracia es un regalo, es un favor que no nos merecemos. Ese regalo de la salvación, ese regalo de ser llamados hijos e hijas de Dios, se recibe por la fe en Jesucristo. Hoy ese regalo está disponible. Basta con que tú lo aceptes y rindas tu vida al señorío de Cristo.
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