No soy un conocedor o un experto en vinos porque sólo de vez en cuando me tomo una copita. Lo que sí entiendo es que el vino en la Biblia se presenta como motivo de abundancia, de alegría, de consuelo y de sanidad. Muchos escritores cristianos han tratado de interpretar lo que significa “vino nuevo y odres viejos”. Yo por mi parte no les quiero aburrir con el tema, sólo quiero decirles que últimamente me he sentido embriagado con una felicidad que me han dado algunos cristianos nuevos. Por eso concluí que los cristianos nuevos son como un vino nuevo en nuestras congregaciones.
Rubén y Jaquie, junto a sus dos niños, vinieron a una Escuelita Bíblica de Vacaciones. Cada año, durante esa semana, yo aprovecho de dar clases a los padres. Esta pareja participó con entusiasmo y al final de la semana les ofrecí ir a su casa para conversar acerca de Dios. Me recibieron por varias semanas cada martes hasta que le entregaron su vida al Señor y se bautizaron.
A Rubén le gusta mucho leer su Biblia y me da gusto verles cada domingo llegar a la clase dominical y quedarse al culto. Un domingo, cuando tuvimos una actividad comunitaria, ellos se ofrecieron a alimentar a más de cien voluntarios con pollo y arroz, de su propio bolsillo.
Se inscribieron con entusiasmo en la clase de discipulado y han asistido a tiempo con sus tareas cumplidas. Les enseñamos a memorizar la Escritura, a orar, a leer su Biblia constantemente y a evangelizar. Un día Rubén llegó un poco desanimado a la clase y nos contó que su abuelo en México había fallecido la noche anterior. Se sentía muy triste y oró al Señor por consuelo y abrió su Biblia al azar encontrando con sus ojos la primera carta de San Pablo a los corintios, capítulo 15, donde habla de la resurrección. Mientras él nos leía el pasaje, nosotros lo escuchábamos con los ojos húmedos.
Al siguiente miércoles nos contó que su hijo de 6 años había estado muy enfermo con fiebre. Él se acordó de haber leído en la Biblia que el profeta Elías había resucitado a un niño e hizo lo mismo que Elías: se acostó en la cama de su hijo, lo abrazó y oró al Señor por su sanidad. De repente el niño le dice “papá, ya no tengo fiebre, me siento bien”, y se levantó a jugar con sus amiguitos.
Finalmente hace un par de semanas, casi al terminar la clase de discipulado, saca su teléfono móvil y dice “miren, quiero que vean esto”, y nos puso un video en el cual grabó a su niña de 10 años recitando: “seguridad de la salvación: primera de Juan 5:11-12, Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”. Este es el primer versículo que se aprendió Rubén, y de tanto repetirlo en la casa y en el auto, su hija le dijo, “yo ya me lo sé también papá”.
Rubén y su familia me alegran el corazón, me imagino que es el efecto de un vino nuevo.
La otra pareja, José y Gloria, tienen cinco hijos. José padeció cáncer a la garganta y luego tuvo un accidente laboral que lo tiene incapacitado y en juicio en tribunales del trabajo. Su “casi esposa” ha estado batallando con una adicción. Ambos asisten a la clase de inglés que cada mañana enseña una hermana de la iglesia, la cual un día los invitó a nuestro culto dominical. Fue bueno ver a esta familia de siete personas asistiendo cada domingo. Fui a visitarles a su hogar y les ofrecí conversar acerca de Dios, de su Hijo Jesús y del plan de Dios para sus vidas. Accedieron. Comenzaron también a venir los miércoles. Un día oré por ella y le impuse manos. A los días me contó que su adicción había desaparecido. José comenzó a venir de oyente a la clase de discipulado (es sólo para bautizados la clase) y le regalé una Biblia junto con el libro de texto. A la semana siguiente cuando dije “abran su Biblia en tal y tal lugar”, José rápidamente lo hizo y todos se quedaron admirados. Él se rió y nos dijo “es que ya lo había leído en la casa y lo marqué”. Traía su Biblia marcada con los textos de la tarea. En un momento de la clase estábamos hablando de cómo Jesús respondía siempre con Escrituras del Antiguo Testamento. Comencé a explicarle a José lo que era una referencia bíblica. “¿Te fijas que en algunos pasajes hay una letra chiquita como a, b, c, etc.? Bueno, si miras al pie de la página vas a ver algo como Dt. 6.13 o Lv. 19.18, y eso quiere decir que lo que dijo Jesús está en Deuteronomio capítulo 6 versículo 13. ¿Lo entiendes ahora?”. José nos quedó mirando y se puso a reír diciéndonos “¡Ah! yo creía que era la hora en que lo había dicho”. Jajajá. No podíamos parar de reírnos.
Al terminar un culto de domingo estaba yo bajando de la plataforma cuando se acerca Gloria con algunos de sus hijos y me dice con un rostro radiante y una gran sonrisa: “pastor, José quiere casarse conmigo y también quiere que toda la familia nos bauticemos juntos”.
Pues bien, la semana pasada los casé después del culto del domingo (¡trajeron 30 invitados!), y en un par de semanas los bautizaremos.
José y su familia también me alegran el corazón con el vino nuevo que nos aportan.
Jesús dijo: “nadie echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos”. (Marcos 2.22).
Los odres representan los contenedores o las estructuras en donde se aloja el vino. En este caso serían las estructuras de nuestra iglesia. Cuando en las iglesias no vemos caras nuevas, (al contrario, en algunos casos es más común que las caras viejas se estén yendo) entonces la estructura se envejece, se oxida y se torna rígida. Por eso es tan necesario que a las iglesias les llegue un flujo permanente de vino nuevo, nuevas personas, nuevas ideas y nuevos vientos. El pastor Gene Appel ha dicho que una iglesia debe renovar su visión cada cinco años. Debe re-definir su misión y renovar las estructuras, de no hacerlo la iglesia dejará de crecer y se pondrá rígida. El pastor Bruce Templeton también nos dijo que cada congregación quisiera tener un pastor nuevo cada cinco años. Como no se da el caso de que cambiemos a los pastores cada cinco años, es necesario entonces que el pastor cambie su estilo, se renueve, use arte, drama, bosquejos, cambie de estilo de vestir, etc.
Oro al Señor pidiéndole que nuestras estructuras sean flexibles y hagan posible que el vino nuevo sea retenido en nuestras iglesias y pido al Señor nunca más escuchar a los cristianos viejos decir “dejen tranquilos a estos cristianos nuevos, pobrecitos, ya se les va a pasar el primer amor”.
Cristianos nuevos, que Dios los bendiga infinitamente. Nos alegran, nos embriagan, nos refrescan con su abundancia, con su alegría, con su consuelo y con su sanidad. No se añejen, sigan siendo cristianos nuevos y vino nuevo a la vez.