Por Ben Cachiaras.
Esta semana estaba hablando por teléfono con mis padres y me enteré que han estado muy ocupados. Donde ellos viven ha estado muy frío, muchos grados bajo cero. Está tan frío que tienen que abrir el refrigerador para calentar la casa. Así es que, además de palear la nieve de Minesota, mirar una vieja película de la fiesta de jubilación de mi papá y después de comerse la última galleta que le vendieron las niñas Scouts, se han abocado a otra actividad de invierno: limpiar la casa.
Buscaron esos lugares en la casa en donde uno amontona cosas. Por ejemplo, debajo del lavaplatos. Es un poco incómodo ponerse de rodillas para limpiar ese lugar. Pero ellos lo hicieron. También limpiaron tres muebles de cocina donde guardan la vajilla. Sin embargo, el proyecto más grande fue el closet que hay en el baño. Sí, ese mismo. El que está lleno de medicinas, maquillaje y cosas de aseo. Ese es el lugar perfecto para meter todo lo que no estás seguro si tiene que irse a la basura o no, como esa crema que el doctor te recetó para el impétigo o la rasuradora que usaste cuando estabas en la universidad.
Mientras mis padres me contaban la aventura, yo me imaginaba el montón de cosas, unas útiles y otras inútiles que habría en ese precioso espacio. Me imaginaba escarbando, descubriendo y descartando frascos de píldoras, vitaminas, lociones, pociones, ungüentos y sales de baño que nosotros, sus hijos, les habíamos regalado cuando éramos niños. Mi papá me contó que encontró medicina de los años 60. Eso debe haber sido tremendamente tóxico que sólo especialistas con trajes anticontaminantes deberían haber puesto en una caja metálica o algo así.
Lo que mis padres hicieron en el closet del baño es lo que yo necesito hacer con mi alma.
Debo abrirla, mirar profundamente en ella. Debo identificar los cachivaches que ya no quiero. Debo admitir que hay cosas tóxicas y viejas en mi alma las cuales necesito descartar. Debo deshacerme de esas cosas.
No puedo hacerlo por mi mismo. Pero Jesús puede. Él es, por excelencia, el limpiador de closets. Su Espíritu me convence que ya es el tiempo de abrir mi closet. Su gracia en la cruz se extiende para mi HOY, en el tiempo presente, soy perdonando. ¡Soy hecho nuevo!
Hoy es MIÉRCOLES DE CENIZA. En el hemisferio norte estamos en medio del invierno, nos señala un tiempo en que tú y yo debemos limpiar el closet de nuestra vida. El miércoles de ceniza da inicio al periodo que llamamos La Cuaresma, el cual contiene una hermosa invitación para dejar que el Señor limpie nuestras vidas de hábitos, heridas y pensamientos que son tóxicos y quieren matar el gozo y la paz que tenemos en Cristo. Esas cosas que te arrastran lejos de la cercanía con Dios. Esas partes de tu vieja persona que no las necesitas y que te distraen de estar disponible 100% para servir al Señor.
¿Has sentido ese fabuloso sentimiento cuando limpias el mugrero de un cajón? Es similar a lo que se siente cuando nos limpiamos en Cristo, ¡pero un millón de veces más intenso!
¿Por qué no usas esta oportunidad para leer más las Escrituras? Dí en voz alta esa conducta que tú sabes que te tiene esclavizado/a y que detiene tu crecimiento espiritual. Si vas a hacer algo durante la Cuaresma, que sea una disciplina espiritual que limpie tu vida de la basura para que puedas estar más libre de servir a Cristo.