Saturday, March 17, 2012

La Tierra del Sol Naciente


Entre mis curiosidades encontré este artículo que escribí en mi visita a Japón el año pasado. Ahora mi esposa Nona y mi hija Alondra están de visita en Okinawa esperando que mi hija Paloma dé a luz a mi tercer nieto Cai. Así es que es buena ocasión para publicar el escrito.

La Tierra del Sol Naciente.
Sábado 16 de abril de 2011.

Estoy sentado en un tranquilo café ubicado en un rincón de la terminal #1 del aeropuerto de Narita en Tokio. Me quedan más de cuatro horas de espera para tomar la conexión que me llevará a Los Ángeles dejando atrás la tierra del Sol Naciente, la cual visité durante 19 días.
La apacible música que se escucha en el Excelsior Caffé es bossa nova brasileño. Los amplios ventanales me muestran la gran cantidad de aviones que despegan y aterrizan en Tokio.
Anticipando la buena cena que comeré en el avión de Singapore Airlines, me he limitado aquí a servirme sólo una taza de té Darjeeling con leche acompañado de un alfajor argentino de chocolate que le robé a mi hija al salir de su casa, esta mañana, en la base de la Fuerza Aérea de los EEUU en la isla de Okinawa.
Mi esposa Nona se quedó nueve días más para disfrutar la rica hospitalidad que nuestra hija Paloma y su maravilloso esposo Cori nos han brindado. Y de una vez lo digo: este viaje, aunque largo, atractivo y diferente, marcó muy positivamente nuestra herencia de familia por dos razones. Primero, porque estando aquí en Japón nació nuestra segunda nieta Rio Emileen Soto a 7500 millas de distancia en Tennessee (12000 kms). Nona estuvo despierta toda la noche del viernes 8 de abril, llamando a cada hora a Rosie y a Karlo por medio del maravilloso invento tecnológico llamado “Facetime” (teléfono con imagen). La niña nació el 8 en EEUU, ya era el sábado 9 aquí en Japón. Fue maravilloso verla “calientita”, recién salida del horno, llorando a todo pulmón. “Niña, entras a esta vida llorando, mientras todos reímos a tu alrededor. Procura vivir de tal manera tu vida que mueras sonriendo, mientras todos lloren a tu alrededor”.
La segunda razón familiar de este viaje fue la de visitar por primera vez en su casa a nuestra hija, la señora Bemis y a su esposo Corigan. Si bien es cierto, no había en nosotros gran preocupación por su vida matrimonial, sí teníamos cierta curiosidad de ver “en terreno” su situación. Y todo por el hecho de que al susodicho (hoy mi querido yerno) no lo habíamos conocido mucho. A Cori lo vi una o dos veces cuando Paloma y él eran amigos. La tercera vez que lo vi fue en un almuerzo a solas en que me citó a un restaurante para pedir la mano de mi hija primogénita. No pasaron más de seis semanas cuando ya estaban casados y viviendo en Japón.
Paloma ha sido siempre muy comunicativa y constantemente nos ha estado demostrando lo feliz y bendecida que se siente al haberse casado con este hombre. Por fin vinimos a verles y, obviamente, no pude dejar de bromearles constantemente por el show que estaban actuando en frente nuestro. La verdad es que para los padres el ver a sus hijos felices caminando por la senda correcta es la bendición más grande a experimentar.
Cori y Paloma son fieles creyentes en el Señor. Asisten a una iglesia bautista y en cada comida “rezan” una oración que Cori trae de su trasfondo católico. Su departamento es hermoso, se ve la mano disciplinada de limpieza y orden. Cori es hacendoso, ambos se complementan. Dios les ha dado el don de hospitalidad, compasión y pastoreo. Vienen a su casa parejas de amigos que buscan su compañía y consejo, a causa de su carácter y buen ejemplo. También acogen a soldados solteros ya sea para comer, ver películas o jugar juegos de mesa, especialmente en los feriados nostálgicos.
Paloma trabaja como profesora asistente para niños limitados mentalmente en un liceo (secundaria). Ella no tiene necesidad de extra limitarse en sus funciones, sin embargo ayer decidió hacernos pasar la tarde con una de sus alumna, Neshia de 19 años, una niña con síndrome de Down de raza negra, quien vive sola con su padre desde que su madre la abandonó al nacer.
La tarde la pasamos viendo la película Matilda y luego nos fuimos a jugar bowling y a comer al Chili’s con esta simpática muchacha. Aquí vi otra faceta de Cori: su cariño y compasión por los desvalidos. Yo ya conocía eso en Paloma.
Ahora dejaré el tema de la familia a un lado, sin antes decirles que si lo que Cori y Paloma hicieron fue un show, entonces se merecen un Óscar.
Déjenme ahora hablarles de esta fascinante tierra nipona. Describiré a los japoneses con cinco adjetivos: amables, honestos, formales, disciplinados y limpios, pero, para que vean que quiero ser objetivo, también he buscado cinco defectos que veo en ellos: inexpresivos, supersticiosos, aislados, inflexibles y, algo que mencionó mi esposa, no tienen sentido de la moda.

Amables: hay momentos en que tanta amabilidad parece irrisoria. Los nipones no se abrazan ni se dan la mano, pero se inclinan haciendo reverencias. Después de dos o tres días aquí uno se contagia con la “inclinadera” y comienza a agarrar la onda inclinando la cabeza o la espalda en 45 grados. Las transacciones comerciales son muy amables. Ellos no reciben ni dan el dinero en la mano, sino que en una pequeña bandeja. Cuando hay trabajadores en las calles o veredas, siempre hay dos o tres obreros con guantes blancos indicándole al público el desvío con reverencias. En las tiendas y en los restaurantes atienden con tal amabilidad que pareciera que en todo momento estuvieran pidiendo perdón por cualquier inconveniencia.
La primera muestra extrema de amabilidad la vimos en el vuelo de 12 horas entre Los Ángeles y Tokio. Las azafatas estaban vestidas muy femeninamente con riguroso peinado. Le comenté a Nona “que diferencia con las azafatas de Lan Chile”. Y no es que desprecie a mis compatriotas, pero pareciera que las azafatas chilenas te quieren dar a entender que aunque te están prestando un servicio como, digamos, de sirvienta, ellas en su manera de hablar y en sus modales te comunican que son de clase media alta, que están ahí porque hablan inglés y que tienen ese trabajo solamente como un pasatiempo como excusa para viajar por el mundo. Las empleadas japonesas, en cambio, te dan a entender que están ahí para servirte y repiten constantemente “sorry for the inconvinience” (disculpe usted la inconveniencia).

Honestos: para ilustrar esta excelente cualidad nipona me acabo de levantar de la mesa en donde estoy escribiendo para ir al baño. Por pura precaución me llevo conmigo el pasaporte. Dejé en la mesa, a vista del público, mis dos maletas, mi bolso con mi computadora portátil, y sobre la mesa mi lector de libros electrónicos Kindle. No les miento, sí sentí un poquito de temor mientras estaba sentado en los impecables baños (de eso hablaré más adelante), imaginándome que en un dos por tres en vez de estar en Japón estaba en algún lugar de América Latina y tendría que subirme al avión tan sólo con mi pasaporte en la mano. Pero, gracias a Dios, estoy todavía en Japón, en una sociedad que tiene el sentido de la honestidad más elevado del mundo, sin ser ellos una sociedad cristiana y haciendo, con esta virtud, que “ascuas de fuego”, como dice la Biblia, se amontonen sobre las cabezas de las naciones cristianas deshonestas. (La versión más moderna de la Biblia dice: “que les arda la cara de vergüenza”). Aquí en el aeropuerto he visto carritos con maletas “abandonados” fuera de los restaurantes, mientras la gente, despreocupadamente, come dentro.
La honestidad japonesa impide que la gente acepte propinas. Si dejas propina el mesero saldrá corriendo detrás tuyo para devolverte el dinero que, según él, se te quedó en la mesa.
Recuerdo la anécdota que me contó mi amigo Fernando Gutiérrez que visitó Japón hace algunos años y dejó olvidada su cámara fotográfica en el tren. Dio aviso y la cámara la trajeron de vuelta en el tren que venía en sentido contrario. Los funcionarios se deshacían en disculpas como si hubiera sido falta de ellos.
Sí, hay gente mala y mafiosa en Japón, pero ellos no hablan de eso, es un tema tabú. La mafia se mueve mucho en el mundo de la construcción, la prostitución y las drogas, pero no se menciona y el consejo es que si no te metes con ellos, ellos tampoco te molestarán.

Formales: en este punto me refiero al respeto de las reglas comunitarias. Obviamente la formalidad les viene de la amabilidad, la disciplina y el respeto. Ellos no son parte de la cultura individualista, su cultura es colectiva, por lo tanto prima en ellos el bien común antes que el personal. Por eso mantienen formalidades en los negocios, en los saludos, en la vestimenta. La mayoría de los hombres que trabaja en oficinas viste de traje y corbata. Los trabajadores manuales usan unos pantalones anchos y una gorra con cubre cuello. No son bulliciosos, no se ríen a carcajadas, no estornudan estrepitosamente, más bien hacen un estornudo de gato, como le llamo yo. Tampoco son desordenados al conducir, respetan las leyes del tránsito. Hacen ordenadas cola para subirse a los buses. Todo mundo usa uniforme, están orgullosos de usarlo. Los choferes de taxi usan guantes blancos al igual que la policía. En algunas tiendas al pagar te hacen firmar con formalidad el recibo.

Disciplinados: todo mundo cruza en las esquinas. Los padres pueden ir a dejar a los niños a la puerta de la escuela solamente la primera semana de clases, a partir de la segunda semana se requiere que los niños caminen solos por donde deben ir con absoluta disciplina. De hecho, nuestros amigos chilenos que viven en Tokio nos mostraban el parque hasta donde les era permitido a ellos llegar con su hija, pues de ahí en adelante la niña debía caminar con sus amigas a la escuela de ida y de vuelta.
Todos los vehículos se estacionan en reversa en los estacionamientos públicos. Esto se me hizo curioso y pregunté el por qué. Me contestaron que era una disciplina basada en la consideración por el otro y también para hacer de la salida, en caso de emergencia, algo ordenado ya que todos irán mirando al frente sin esforzarse por “recular” en el caos. (La palabra “recular” está en el diccionario por si acaso. Nona me la rebatió fuertemente, pero es una palabra, aunque fea, apropiada).
Hay edificios de oficinas o departamentos privados en donde uno ve en la puerta muchos zapatos “estacionados”. Eso da a entender cuánta gente hay adentro. Y al igual que los automóviles, todos los zapatos están mirando hacia la calle por lo mismo, en caso de emergencia, es más fácil calzárselos sin alboroto y arrancar sin tropiezo.

Limpios: yo había escuchado al pastor Juan Carlos Ortiz decir que los occidentales comemos en grupo y nos bañamos solos, en cambio japoneses, comían solos y se bañaban juntos. Tal parece que así es. El baño tiene un tremendo valor para ellos. Los departamentos son pequeñísimos, aún así tienen un cuartito, aparte del cuarto del inodoro, en donde tienen una tina para el agua caliente aparte de la ducha. En la tina entran limpios ya, y la comienza a usar la visita, y luego por orden de edad, a veces hasta dos personas en la tina. Es una tradición una ceremonia para relajarse.
A la entrada de los restaurantes, en el lobby, tienen lavamanos. Y lo que a mí más me gustó fueron los inodoros que tienen un panel con varios botones. Los botones tienen dibujos y palabras en japonés. Así es que la primera vez que entré a un baño público en una gran tienda, no me animé a presionar ningún botón, aparte del de la cadena, por supuesto. Le pregunté a mi amigo la diferencia entre dos botones parecidos. Él se rió y me dijo que uno era para echar agüita por delante y otro por atrás. El de atrás se llama “oshiri” (esa palabra sí que me la aprendí, significa trasero). Entonces la ceremonia va más o menos así: uno prende el botón de calefacción del asiento, luego se sienta, hace sus necesidades y al final aprieta el botón que dice “oshiri” y uno ajusta la temperatura del agua y sale un chorro a presión, me imagino que guiado por rayo laser, porque nunca falla, ni salpica, sino que llega justo donde tiene que ir. Uno se limpia y seca como de costumbre y sale con una sensación de limpieza extrema.
Un día estábamos visitando un antiguo templo pagano en un parque y quise visitar un baño público por pura curiosidad ("Yeah, right", dice la Nona). Lo que pasa es que en ese parque había gente que se veía más popular, menos adinerada, etc. Sin embargo el baño estaba excelentemente limpio. Eso sí que en ese caso no había tazas sino los típicos hoyos en el suelo que uno ve en el oriente. Aún así, la higiene del lugar era muy buena.
Y para terminar, sin ahondar mucho, lo negativo de los japoneses: Bajo su amabilidad hay siempre una máscara de inexpresión. Ellos muestran modales, pero no sentimientos. Uno no sabe cómo se sienten, de hecho se incomodan cuando tienen que mostrar alegría o tristeza. También son supersticiosos producto de su religión Shinto y la influencia del budismo. Creen en la protección del perro que parece león y lo ponen como escultura en los parques o en las entradas de las casas o los techos como protección en contra de los terremotos o de los tifones, en el caso de Okinawa. Las tumbas tienen una pequeña explanada con un par de asientos en donde los familiares van a menudo a comer en presencia del muerto y le dejan botellas de licor de arroz. Los japoneses son insulares, es decir habitan en islas, por eso es que son aislados. Tienen una gran desconfianza con los extranjeros y demuestran su amabilidad, pero no la aceptación del otro. A los visitantes se les tolera y se les acepta su conducta bulliciosa, su vestimenta extravagante, sus modales extrovertidos, sencillamente porque son “los de afuera”. Tienen un tremendo sentido de agradecimiento con los norteamericanos que levantaron económicamente a este país después de la Segunda Guerra Mundial haciendo de Japón una potencia mundial. Pero ellos, debido a su historia milenaria de aislamiento, todavía miran con recelo todo lo que venga del otro lado del mar.
Los japoneses son inflexibles, mantienen sus tradiciones y su respeto milenial. Hay mucha tecnología y novedades modernas en Japón, pero la sociedad en sí es inflexible lo cual irrita, pero a la vez le da a ellos un sentido de estabilidad. Y por último, algo que mencionó mi esposa, ellos no tienen sentido de la moda. Yo no me fijé mucho en eso, pero Nona sí y con frecuencia me decía que mirara a alguna mujer y viera la mala combinación de prendas y de colores. Definitivamente Japón no es Italia en donde todo tiene estilo, desde los zapatos y las carteras hasta los autos y los refrigeradores. Los japoneses son muy sencillos en su amoblado y en su ropa.
Una cosa que me ha intrigado es el poco avance del cristianismo en Japón. Hoy solamente menos del uno por ciento de la población japonesa es cristiana. Hay 509.000 católicos y 500.000 protestantes. Quizás el gran error ocurrió cuando Francisco Javier, el primer misionero enviado por Portugal en el siglo 16, al bautizar a los convertidos les daba un nuevo nombre portugués y los hacía vestirse y vivir como europeos. Recién a partir de 1871 se permitió libertad a los cristianos para predicar. Y he aquí un dato muy curioso: aunque los cristianos son menos del uno por ciento, siete primeros ministros de Japón han sido cristianos, tres católicos y cuatro protestantes.
Mi oración es que el Señor Jesucristo, el sol de justicia, pueda brillar en la tierra del sol naciente y que los cristianos japoneses puedan tener el valor y el poder de Espíritu Santo para esparcir el evangelio. Y ojalá que los turistas y trabajadores occidentales cristianos no estorbemos el proceso.

5 comments:

  1. Esta buena la informacion me gusto mucho fernando que Dios te bendiga mucho y felicidades por tu nieta chaooo

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  2. Anonymous12:48 PM

    Excelente Aritulo amigo Fernando. Gracias por compratirlo..

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  3. Anonymous10:12 AM

    De: Alonso Urrutia.

    Muchas Gracias por compartir tú visita a Japón. También, muy entretenido y agradable la manera de contarlo.
    Siempre me da ánimo escuchar o leer de lo que El Señor hace en nuestras vidas y creemos firmemente una vez más que NO nos equivocamos en el camino que nos mostraron tanta gente, tantos hermanos en la FE.
    Gloria a Dios......Amén

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  4. No cabe duda que los viajes ilustran. En la Universidad donde yo enseño siempre les digo a mis alumnos que: "viajen en la medida de sus posibilidades" para que conozcan otras culturas y aprendan valores y/o principios que muchas veces presumimos poseer como: la amabilidad, la honestidad, la formalidad, la disciplina, la limpieza, etc., etc. Porque presumimos de todo ello pero la verdad es que nos comportamos como "irracionales". No sólo las Azafatas de Lan Chile son así. Como que es una cuestión cultural de las azafatas latinas. Cuando describes su comportamiento ante los pasajeros veo el reflejo de las que trabajan en Aeroméxico, y no se diga las de Mexicana de Aviación cuando ésta operaba. No cabe duda que cuando experimentas en carne propia esta forma de ser de gente como los japoneses de repente piensas que estás en otro planeta, máxime cuando ellos ni siquiera son cristianos, cuando los cristiano deberíamos de ser ejemplo para ellos y sin embargo sucede al revés. No te preocupes por aclarar la existencia gramatical de la palabra "recular", los que hablamos "mexicano" la usamos, la escuchamos y la aceptamos en el sentido más amplio de su significado. En resumidas cuentas quiero decirte que leer tus artículos es un deleite, pues aprendemos y hasta nos edifica de una manera amena y sencilla. Muchas gracias por compartirnos tus reflexiones. Dios te Siga Bendiciendo.

    Nicolás de la Cruz Ruiz

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  5. Adriana aguilera M1:40 PM

    Hola Fernando,he disfrutado de tu escrito y quiero felicitarte es muy ameno,parece ser que llevas al lugar mismo del suceso y la informacion que das muy buena. Estoy felíz de saber de tu vida y familia y que todo marcha bien. Dios siga bendiciendote eres un gran escritor.
    Te saluda Adriana Aguilera M.

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